lunes, 30 de noviembre de 2009

Albor

—Graciñas, Marquiños, prometo darte un respiro este fin de semana. Aunque ya sabes cómo son estas máquinas, no es que dependa mucho de mí.

El empleado, un técnico noblote y campechano, quitó hierro al exceso de horas extra que no parecía mermar su ánimo.

—Nada, Paula, para eso estamos —respondió con una sonrisa que traslucía resignación y bonhomía a partes iguales antes de abandonar la oficina.

Removió los papeles que se amontonaban en la bandeja, como queriendo calcular a ojo de buen cubero el tiempo libre del que iba a disponer el fin de semana. «Otra semana a mil... ¿Cuándo llegará el día en que deje de medir el estrés laboral en potencias de 10 elevado al cubo? No puedo desconectar siquiera la víspera de mi cumpleaños».

Transfirió al llavero USB su tortura sabática con visitas matutinas a parques incluidas, aderezada con informes que prometían acabar con cualquier viso de esperanza para disfrutar de una jornada domenical tranquila y reposada. Recogió a la hora habitual, siendo la única persona presente para dar el relevo a Fermín, el bedel curado de espantos con el que sentía identificada.

Emprendió el camino de vuelta a casa sometiéndose de nuevo a la jungla del asfalto coruñés, donde una jauría anárquica de coches jugaba a enmarañar, donde los intermitentes pierden su significado y los conductores malgastan sus últimas gotas de buen humor.

Respiró aliviada al llegar a casa sana y salva una vez más. Su cansancio era tal que, nada más llegar a la habitación, apenas dispuso del tiempo necesario para activar la alarma y ponerse agónicamente el pijama antes de caer profundamente dormida.

El maldito reloj cumplió desgraciada y robóticamente su función para así levantarse temprano, y adquirir por ciencia infusa la cara de pocos amigos que genera el levantar la persiana y ver qué poco efecto surte en la iluminación de la habitación. «No hay nada más deprimente que esto», pensó. Erguirte y descubrir que aún es de noche te transmite la extraña sensación de que el tiempo no ha pasado, que no has dormido y que todo sigue igual.

Sin apetito suficiente para un desayuno en condiciones, se dirigió como un zombi al coche para poner rumbo al parque de turno. Una de esas visitas prescindibles que con mucho gusto delegaría al primer desconocido que pasase por la calle.

Cuando llegó, se alegró de comprobar la presencia de su compañero Matías. Era una de esas personas dicharacheras y lenguaraces que podían convertir el tedio en un mal menor pasajero. Justo el tipo que necesitaba al lado para trabajar en un día tan especial para ella.

—Hola, Matías, ¿no ha llegado Xusto todavía?
—Pues no estoy seguro... ¿Has probado a mirar en el R-7? Ya sabes que le gusta hacer ejercicio por las mañanas poniendo en marcha las palas de ese aerogenerador a mano.
—Boh... vai rañala.
—De todas formas, creo que deberías subir a la góndola... porque... ¡es el nuevo modelo! ¡Vas a flipar!

Algo había en el entusiasmo de Matías que parecía fingido. Sin embargo, lo cierto es que era una tarea que debía realizar tarde o temprano, aunque solo fuera por la curiosidad propia de la profesión.

Se dirigió al R-7, el modelo más avanzado de entre todos los aerogeneradores de nueva generación que la empresa había acabado de adquirir. Situarse justo delante de él resultaba imponente. Lo cierto es que el paisaje que producían no dejaba de resultar singular: como una parada inmóvil de gigantes en plena algarabía, con sus palas como extremidades y el aire como lenguaje. Poblaban los campos y valles, coronaban montes, afeaban para unos y aliviaban para otros. Pensaba sonriente en aquellas palabras de Matías a modo de lema empresarial: "La energía eólica ha supuesto todo un soplo de aire fresco".

Mientras subía en el ascensor recordó la primera vez que había montado al gigante, la espectacular perspectiva desde la que podía contemplar el verde e idílico paisaje que la rodeaba, la pureza del aire, la insignificancia de las personas desde las alturas.

Una vez en el interior de la góndola, comprobó las características de los dispositivos, y se dio cuenta de que dejaba a la altura del betún la versión anterior. Pese a que carecía de los conocimientos de un experto, las partes como el generador, el multiplicador o el sistema de seguimiento eran visiblemente más avanzados. El nuevo controlador contaba además con una pantalla táctil de alta resolución. ¿Sería esto lo que impresionaría a Matías?

El alba estaba despuntando, y no pudo resistir la tentación de contemplar el proceso, que no por cotidiano dejaba de ser espectacular. Era curioso como los hombres dejaban de admirar aquello que formaba parte de su rutina, ese sol que nos salvaba la vida y nos libraba de la oscuridad, siempre ligada a la tristeza, la umbra, encarnada por Érebo para los griegos, Herulus para los romanos, Ahrimán para los persas...

Allí, agarrada a la línea de vida, se olvidó por un momento de todo y disfrutó con el albor iluminando su cara. Sin embargo, a medida que se fue haciendo la luz sobre la superficie de la góndola, comprobó que había algo escrito encima de ella. Parecía una frase. En un primer momento pensó que era un nuevo lema que acompañaba al logotipo de la empresa, pero resultaba sin duda un lugar extraño para colocarlo. Cuando se giró, reparó asombrada en el resto de líneas que la acompañaban, y se dio cuenta de que eran versos... como en forma de soneto.

Sobre el molino de viento otea,
a la luz del alba una princesa,
de rostro vivo y ojos turquesa,
onírico viso de Dulcinea.

Helios refulge en el horizonte,
trisan las golondrinas a lo lejos,
y el cielo es un mar de espejos
que de un firmamento nos esconde.

Aquí sueñas despierta que quieres ser
dueña de este paraje huérfano,
con bucólicas praderas por doquier.

Será la brisa del amor, empero,
la que te azote cuando te vuelvas,
y descubras que aquí te espero.

Se giró extrañada y otro punto de luz le cegó la vista por un instante. Parecía una conjunción de dos astros con intensidades de radiación solar semejantes. Sin embargo, cuando logró entreabrir los ojos, advirtió una cabeza sobresaliente que la miraba con una sonrisa cómplice.

Comprendió que era él, y esbozó una sonrisa.

sábado, 28 de noviembre de 2009

De padre y muy señor mío

No cabe duda de que algunas de las anécdotas y vicisitudes de tinte cómico que he tenido la desdicha de vivir en mis propias carnes han contribuido a la repetida liberación de endorfinas por parte de la audiencia que se arremolina en torno al narrador de turno. Uno de los alquimistas más duchos en este terreno, de esos que le quitan el prefijo a la desgracia para transformarla en gracia, es mi padre y tocayo.

Esta, en concreto, es una de las más famosas. Por circunstancias de la vida, la escatología siempre aparece como telón de fondo. Suelo olvidar los datos concretos, pero situemos la acción en un centro comercial de Lisboa, hace ya más de 20 años. No recuerdo cuántos tenía yo exactamente, pero espero que fuesen los menos posibles.

Tanto mi madre como mi hermana nos habían dejado solos un momento, por razones que ya he olvidado, pues no soy el narrador oficial de la historia. El pobre padre llevaba un tiempo temiéndose lo peor: concretamente desde esa exótica comida portuguesa de difícil digestión. El apretón era inevitable, tanto como otorgar a su hijo una independencia momentánea: ¿sería capaz de asumir tamaña responsabilidad? ¿Estaría dispuesto a esperar escasos minutos en un mismo punto del espacio? Había llegado el momento de averiguarlo, de que el pequeño Simba se convirtiese en el Rey León. Así, el cabeza de familia habló:

—Pirulo, voy al baño un momentito. ¡NO, repito, NO te muevas te aquí y espera quietecito!

El padre pareció vislumbrar cierto gesto de pavor en el rostro del retoño, pero ante la falta de desacuerdo oral tácito y la amenaza de una evacuación en ciernes, lo abandonó y se dirigió presto al baño. A partir de aquí, no está muy claro lo que sucedió. Yo lo recuerdo así:

Oteaba el horizonte con la vana esperanza de avistar a mi padre. Los minutos que habían pasado me parecían siglos. Hallábame vacío como una isla sin Robinson, perdido como un quinto en día de permiso, me invadía la congoja y el desconsuelo: así estaba yo sin la presencia paterna. Dirigime pues al mingitorio con la fundada esperanza de hallar su presencia. Una vez dentro, como los tres pares de pies que asomaban por debajo de sendas puertas me eran desconocidos, pregunté a los allí presentes:

—Disculpen las molestias, caballeros. No quisiera importunarles en la afanosa y delicada tarea que tienen pendiente, pero, ¡oh, cuitado de mí!, atribulado me hallo ante la aciaga ausencia de mi progenitor. ¡Ah de la puertas! Heme aquí a sus pies, estimados excretores, les ruego que se apiaden de mí y pongan fin al martirio de esta soledad. ¿Quién de ustedes responde al nombre de don Servando?
—¡PIRULOOOOOOOOOOOORRGHHH! —bramó una voz iracunda detrás de una de las puertas.

Sin embargo, mi padre lo recuerda así:

Qué alivio para el intestino,
arribar al baño como destino.
Limpiemos el trasero con brío,
pues el niño espera a su albedrío.

Arriesgada licencia me he tomado,
partiendo cual centella al excusado.
En un mundo extraño, sin cobijo,
aguarda el capullo de mi hijo.

¿Será capaz, por ventura,
de mantener la compostura?
¿Acaso difícil o inaudito
es mantenerse quietecito?

Mientras componía mentalmente estos humildes versos, advertí como la puerta del baño se abría lentamente, emitiendo un "crrieec" que hasta parecía destilar un tono inquisitivo. Aprecié la voz gemebunda de un niño que, entre sollozos, acertó a decir con notable discreción:

—¿ESTÁ AHÍ MI PAPÁ CAGANDO?

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Hay un momento de la vida en que uno tiene que escoger entre las ciencias y las letras. Las ventajas de la segunda elección son innumerables: entre ellas, el quedar absuelto de realizar cálculos y reparaciones caseras. A pesar de devorar novelas a un ritmo endiablado (para un número total de libros vergonzosamente superior al de servidor), no cabe duda de que tiene la suerte de ser un hombre de ciencias. Esas personas que reparan cualquier cosa y discurren de forma analítica. ¿Alguna vez han probado a darle un abrelatas clásico a uno de letras? Yo hice el experimento conmigo mismo y la profesora de inglés que vive en mi piso. Será mejor que no vean las posiciones absurdas en las que la pobre herramienta llegó a ser colocada antes de que su simiesco usuario exclamase "¡eureka!". Hay que aceptar el destino, a pesar de que mi interés por la ciencia sea genuino, y responde a mi curiosidad por lo desconocido (siempre que tenga un rigor científico o valor histórico).

Los hombres de ciencia son capaces de rescatar esos conocimientos oxidados y ponerlos en práctica para, por ejemplo, explicar a sus hijos la lógica de las ecuaciones y el despeje de incógnitas. ¿Pero qué hacer cuándo tu hijo ya ha cogido el camino de las letras y no acaba de comprender las ecuaciones de primer y segundo grado? No les puedo asegurar que funcione, pero algó estimuló mis neuronas cuando mi padre, desesperado, golpeó dos veces la mesa de la cocina a la voz de:
—SÍ AQUÍ TIENES UN HOSTIÓN, Y AQUÍ OTRO, ¿QUÉ TE QUEDA?

De repente, vi la luz. Su forma de representar las dos "x" de la ecuación con sendos puños activó algo en mi cerebro. En el siguiente examen de Matemáticas saqué el único 10 que recuerdo haber conseguido en tal materia. Mano(s) de santo.

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Estos son unos padres muy especiales. Esta es la generación que convirtió la pobreza en el bienestar que ahora tengo la fortuna de disfrutar. Estar aquí, y ahora, es más fácil si has contado siempre con el apoyo paterno para dar rienda suelta a tus aventuras en países ajenos. Esta generación, esta juventud, ha quedado sin anécdotas de la mili que relatar, y la siguiente sin poder escucharlas. Por eso no me importa recordar cómo el vasco se reía del recluta ignorante, o que el padre Díaz resucite constantemente para echar sin despeinarse al bostezador. Si me reencarnase, seguiría haciendo el salto de la rana al aprender a conducir o contaría en voz alta para aumentar el hándicap de la paella.

Por eso, aunque siga prefiriendo que coma él las lentejas, no ha cambiado un ápice mi respeto y admiración por la figura de ese padre... y muy señor mío.

¡Feliz cumpleaños!

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Cosmos: un viaje personal

Hace ya dos años se publicó una entrada en Pulso Digital que resultó ser de gran utilidad. En ella se recogían los enlaces en donde poder ver los 13 capítulos de la serie Cosmos, de Carl Sagan. Lo he estado viendo estos días, en mis pocos ratos libres, y debo recomendarla encarecidamente a cualquiera con una mínima curiosidad científica. Esto ha dado pie a que comience a ver otras series bastante interesantes como The Ascent of Man, Civilisation o Connections.

Pero vayamos sin más prolegómenos al plagio descarado de esa entrada, enmendando la entrada sobre el capítulo número dos, cuyo enlace no funcionaba, para regocijo de todos aquellos que ardan en deseos de aprender.

Cosmos: Un viaje personal (en inglés Cosmos: A Personal Voyage), es el título de esta obra de divulgación científica producida por Carl Sagan y Ann Druyan para difundir la historia de la astronomía, el origen de la vida, nuestro lugar en el universo, las modernas visiones de la cosmología y las últimas noticias de la exploración espacial; en particular, las misiones Voyager. Fue editada en 1980, junto con un programa de televisión en trece episodios que contó con música incidental de Vangelis. Se ha emitido en 60 países y ha sido vista por más de 500 millones de personas. Basándose en esta serie de documentales escribió el libro Cosmos.

Capítulo 1. En la orilla del océano cósmico

Capítulo 2. Una voz en la fuga cósmica

Capítulo 3. La armonía de los mundos

Enlace: http://video.google.com/videoplay?docid=1326378519951026856

Capítulo 4. Cielo e infierno

Enlace: http://video.google.com/videoplay?docid=-6079126603606341082

Capítulo 5. Blues para un planeta rojo

Enlace: http://video.google.com/videoplay?docid=-3118443194832623740

Capítulo 6. Historias de viajeros

Enlace: http://video.google.com/videoplay?docid=5224119494872922274

Capítulo 7. El espinazo de la noche

Enlace: http://video.google.com/videoplay?docid=-2111462913128220506

Capítulo 8. Viajes a través del espacio y el tiempo

Enlace: http://video.google.com/videoplay?docid=-5793664581217894180

Capítulo 9. Las vidas de las estrellas

Enlace: http://video.google.com/videoplay?docid=3454475413281636598

Capítulo 10. El filo de la eternidad

Enlace: http://video.google.com/videoplay?docid=-235229016838691504

Capítulo 11. La persistencia de la memoria

Enlace: http://video.google.com/videoplay?docid=4606804063656958942

Capítulo 12. Enciclopedia galáctica

Enlace: http://video.google.com/videoplay?docid=1280216467119430035

Capítulo 13. ¿Quién habla en nombre de la Tierra?

  • Los Tlingit y el viaje de descubrimiento de La Perrouse.
  • La destrucción llevada a cabo por los conquistadores españoles.
  • Una visión de Sagan (descrita como un sueño) en la cual el mundo es destruido en una guerra nuclear.
  • El "balance de terror" de la Tierra hoy día.
  • La destrucción de la Biblioteca de Alejandría y la muerte de Hipatia.
  • El inicio del universo y los logros de nuestra civilización.
  • Una súplica de Sagan para que amemos la vida y continuemos nuestro viaje por el cosmos.

Enlace: http://video.google.com/videoplay?docid=3393395672445980013

domingo, 22 de noviembre de 2009

Japón, la otra vía: volumen 6

Tengo muchas cosas que comentar, como la visita de mis amigos gallegos (en su mayoría lucenses) y la cena de Acción de Gracias a la que asistiré hoy, pero como no tengo ni un segundo libre para escribir, tendré que limitarme hoy a dejar que los vídeos hablen por sí solos.

Es uno de los avances japoneses que raramente he visto en otros países. El primer vídeo lo grabé en mi primer viaje por Japón, en 2006. El segundo, en una cafetería de Shinjuku a la que suelo ir con mis amigos para estudiar japonés. Hay baños más sofisticados con secador anal/vaginal, etc. Los más simples, como el de mi residencia, solo incluyen el "calientatazas".




Baño de la casa de Masahiro, víctima del gorroneo ajeno y amigo intermitente de nivel 2 (amigo de amigo).




Baño del Blue Square Cafe en Shinjuku.

martes, 17 de noviembre de 2009

Tori no ichi / 酉の市


El pasado 12 de noviembre fui con Chika a un pequeño festival en Shinjuku que se celebra dos o tres veces al mes al año en noviembre: es el tori no ichi. Si bien el más famoso es el del santuario Ootori (鷲神社, 'santuario del águila') en Asakusa, optamos por ir a uno más cercano, el Hanazono (花園, 'jardín de flores') de Shinjuku.

Este festival, cuyos orígenes se remontan al período Edo, se celebra todos los días del gallo (es decir, cada doce días según el horóscopo chino) del mes de noviembre, razón por la que a veces tiene lugar en tres ocasiones. Sin embargo, la primera de ellas es considerada la más importante. Como ichi significa uno, en caso de haber tres se denominan de formas distintas: ichi no tori, ni no tori y, en caso de haberlo, san no tori.

En sus orígenes representaba el primer festival para dar la bienvenida al año nuevo. Los que se encontraban bajo la protección de la deidad local ofrecían un gallo a Hanamata Washidaimyojin y, tras el festival, acudían al templo Senso-ji de Asakusa para liberar a los gallos frente al templo.

También se le llama "festival del gallo" o "festival del rastrillo", por los rastrillos (kumade, 熊手, que significa 'mano de oso') decorados que se venden en ella. Algunos llegan a alcanzar precios astronómicos de un par de millones de yenes. Al comprarlos, los vendedores aplauden para desear buena suerte. Es lo que se conoce como tejime, 手締め. Como el festival tiene su origen en el período Edo, se utiliza el estilo de esta época para aplaudir. Es decir, que hay tres tipos de aplausos, dependiendo del precio del rastrillo en cuestión:

Ippon-jime (一本締め): tres series de tres palmadas y una final (3-3-3-1)
Nippon-jime (ニ本締め): seis series de tres palmadas y una final (3-3-3-1 3-3-3-1)
Sanbon-jime (三本締め): nueve series de tres palmadas y una final (3-3-3-1 3-3-3-1 3-3-3-1)

Así se agradecía antiguamente la cosecha del año: después de comprarlo, se entregaba al sacerdote para bendecirlo, y se mantenía en casa hasta el año siguiente, cuando se traía el viejo y se reemplazaba con la compra de uno nuevo, a poder ser todavía más suntuoso que el anterior.


Los rastrillos varían en diseño, desde el más sencillo al más sobrecargado. Puede haber todo tipo de figuras, pero suele destacar entre todas la de una mujer de grandes mofletes: se llama okame お亀 u otafuku お多福. En realidad, Okame es la diosa del regocijo, y al parecer tuvo un papel trascendente en los mitos creacionistas registrados en el kojiki (sus kanjis sugieren el significado de 'antiguo' y 'registro', y su pronunciación coincide curiosamente con la de 'mendigo'). La historia viene a ser así:

Amaterasu Omikami (la diosa del sol en el sintoísmo y probablemente la deidad más importante en Japón) se recluyó en una cueva a causa de las diabluras de su hermano, Susano-no o Mikoto, lo cual sumió a mundo en una completa oscuridad. Los ocho millones de dioses* se reunieron para idear la forma de hacer salir a Amaterasu de la cueva. Mediante un espejo y unos serpentines de fibra de planta colgados de un árbol sagrado, e hicieron que Ame no Uzume no Mikoto, una hábil bailarina, bailase hasta entrar en trace y dejar sus pechos al descubierto. Los dioses se desternillaron de risa con tal actuación, y esta danza tan delirante estimuló la curiosidad de Amaterasu, que se asomó para ver a qué se debía tanta fiesta jolgorrrio. Entonces, uno de los dioses consiguió sacarla de la cueva, mientras que otra deidad colocaba una soga de paja de arroz para impedir que entrara de nuevo. Esta cuerda recibe el nombre de shimenawa, y es la que cualquier turista habrá visto en casi cualquier santuario sintoísta. En la imagen inferior podemos ver un ejemplo con granos de arroz reales colgando.



Tal vez la más famosa sea la de Meoto-iwa (las rocas casadas), que representa el ideal de una boda divina, es decir, un casamiento entre dioses, concretamente Inazagi e Izanami. Se ve como una representación del hombre y la mujer, unidos por la cuerda de la fidelidad. Dicho así no es una imagen muy romántica que digamos, si tenemos en cuenta que la roca grande está considerada mayormente como la masculina. Vamos, que la cuerda puede interpretarse como amor eterno o falta de confianza ante posibles infidelidades :-D.


Es una buena forma de desviarnos del tema principal: la fiesta en sí.

Pues bien, okame no es el único adorno. También hay otros motivos, como los koban (antiguas monedas doradas del período Edo), los tai (鯛, 'besugo'), un pez que se utiliza en este tipo de eventos porque coincide con el final de la palabra omedetai ('buen augurio', 'felicitación'), barriles de sake, fardos de arroz, los Siete Dioses de la Fortuna (la marca de cerveza Yebisu está inspirada en el dios más conocido de estos siete: Ebisu) y su barco del tesoro (Takarabune, 宝船), réplicas de minisantuarios (mikoshi, 神輿), etc.

Aproveché para comprar un Kirisansho (切り山椒) para los amigos lucenses que vuelven de su periplo nipón el jueves: son unos dulces con pastel de arroz deliciosos. Con Chika cené, entre otras cosas, lo retratado más arriba: un tomato nikumaki (rollo de tomate con carne), puerro, unas setas shiitake, unos pimientillos verdes dulces llamados shishito, típicos de aquí, y tofu.



En este festival no había langostinos, pero lo que es langostas apetitosas, pues sí.

Por último, una curiosa danza del león, llamada shishimai (獅子舞). Ya la mencioné en la entrada sobre el Sanja Matsuri (el festival de los tres santuarios). ¿Cuál es la diferencia? Pues que en esta ocasión, por el módico precio de un billetito de 1000 yenes, el mismísimo león te desea buena fortuna acercando sus fauces a tu cabeza. Helo aquí en plena acción, con la bajita Chika como invitada estelar.




*八百万 yaoyorozu. En japonés significa "ocho millones", pero sólo debería interpretarse así cuando se lee happyakuman. En el caso de yaoyorozu, quiere decir simplemente "un número muy grande". De ahí que con frecuencia se diga que en la religión sintoísta existen 八百万 の神 yaoyorozu no kami, "muchísimos dioses". Sin embargo, más de una vez oímos decir que los japoneses tienen "8 millones de dioses", lo cual es una traducción literal y bastante desacertada. Numerosos libros, páginas web y bloggers van por ahí hablando de los "8 millones de dioses japoneses" (se deben de pensar que alguien ha contado todas las leyendas japonesas para ver cuántos dioses salían, o que están registrados en algún censo...), y hasta los traductores de El viaje de Chihiro (「千と千尋の神隠し」) optaron por esta fórmula: "Es una casa de baños donde ocho millones de dioses vienen a descansar sus doloridos huesos". Como opción de traducción, la respeto, pero yo habría dicho "miles y miles" o "millones".

Fuente: http://lenguajaponesa.blogspot.com

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Corea: tensión y distensión (6/7)

Y seguimos con el viaje. Si queréis conocer la opinión de otros españoles que viven en Corea del Sur, he aquí el programa de TVE "Españoles en el mundo" (edición Seúl). Veréis que aparecen varias cosas de las mencionadas en esta crónica.

Una de las que no se analizan en profundidad (tampoco hay tiempo en ese programa) es una experiencia muy interesante, probablemente típica entre los turistas realmente interesados en conocer más sobre Corea que los que se limitan a ir de compras: la estancia en un templo budista, en inglés Temple Stay. Es el término que usan ellos, y la única palabra que comprendía en la conversación que manteníamos con el monje que nos explicaba los ritos y las reglas de este lugar sagrado.


"Bla bla bla bla... Temple Stay... Bla bla bla... mnida.". De poco sirve saber que el "mnida" equivale al suru japonés, y el summnida al shimasu, más formal. No me enteré del templo de la mitad (refrán adaptado a la situación, entiéndase). Así pues, lo primero es lo primero: rellenamos el formulario, tomamos el té correspondiente y, como diríamos Diego y yo, "hablamos" con el monje. Este es el llamado plural causativo dovalpiniano, mediante el cual el hablante transmite una orden indirecta al poseedor de los conocimientos lingüísticos necesarios para llevar a cabo la acción deseada. Es decir, si estamos en Bulgaria y hay que comprar unos billetes para el bus, Diego puede decir:

-Vamos a comprar los billetes o Va a haber que comprar los billetes... (más formal, impersonal dovalpiniano)

Esto quiere decir:

-Liliana, cómpranos los billetes. (Liliana: persona que lleva 10 años viviendo en Bulgaria)

En fin, la cuestión es que aprendimos muchas cosas:

1) Las reglas de la buena mesa, sin ella. Al comer disponen de cuatro tazas de diferentes tamaños, y hay que verter agua en la mayor de ellas para lavar todas las demás. Hay un orden establecido para el sitio en donde se sientan, pero se podría resumir todo en que la pulcritud, el orden y la disciplina se ve ya en esta simple ceremonia. Todos ellos son valores confucianos muy arraigados en la sociedad coreana.

2) Los ritos para el rezo budista. Hay que arrodillarse y tocar prácticamente el suelo con la cabeza mientras se sostienen ambas manos con las palmas hacia arriba, después levantarse llevándose primero al pecho... ¿la mano derecha y luego la izquierda? Por supuesto, como había dos posibilidades, siempre lo hacía al revés, a destiempo. Menos mal que no me entró la risa fácil. La cuestión es que un amable budista, probablemente hartillo de ver cómo destrozaba de cualquier manera todos los pasos a pesar de poner toda la carne en el asador, me ayudó a corregir los pasos.


Por el templo correteaban estos perritos blancos de mirada tan dócil, tan entrañables y... ¿por qué no decirlo? ¡APETITOSOS! Me hubiera encantado hincarles el diente una vez fritos. Si Corea es famosa por algo, y más a raíz del mundial de fútbol, es por el hecho de que comen perro. Pues sí, y esta clase de perro blanco que se ve arriba es un perro criado para eso. Realmente, es como tener a una gallina correteando por ahí. Sabes que en cualquier momento llegará tu día. Dicen que es una comida muy energética. De todas formas, voy a mencionar este tema de nuevo en la próxima y última entrada, así que aquí lo dejamos.



La experiencia me gustó mucho, sobre todo por el sabor de boca que me dejó al final. Nos dieron de comer, estuvimos confeccionando un rosario, paseando por el bosque para ir a beber agua de un manantial cercano riquísima, vimos el ritual del gong (si no recuerdo mal, tenían que tocarlo 24 veces)... Y lo mejor de todo es que, con los regalos incluidos, no costó nada. Todo gratis. Pasar toda una tarde con nosotros (de 14 a 19) a cambio de nada. El monje nos explicó que lo único que quería era mostrar el budismo, no lo hacía por dinero. Esto me dejó impresionado, por eso porto en móvil con orgullo el colgador que nos regalaron :-). Al contrario que Japón, un país con abundantes templos en donde hay que apoquinar hasta por el más insignificante, aquí parecen tener una devoción más verdadera. De todas formas, no suelo opinar sobre asuntos religiosos, aunque admito que la religión a nivel filosófico es interesante (a nivel científico, una estupidez).


El colofón a un gran día fue poder cenar en casa de Crystal, (segunda por la izquierda), con su madre y su perra incomestible y coqueta. La amabilidad y las atenciones dispensadas por la maravillosa madre de Crystal me recordó a la hospitalidad japonesa. Nos preparó una cena riquísima, llevó a la perra a la peluquería para recibir al invitado de honor (servidor), al día siguiente nos preparó un desayuno copioso y, no contenta con ello, nos dio comida para el camino (¡¡todo delicioso!!).


Durante la cena tuve la ocasión de comprobar la habilidad de Minji en el gonggi (también llamado konginori y de muchas mil formas más). Se trata de lanzar esta especie de dados con bolitas metálicas dentro, primero cogiendo una cada vez, después dos, después tres... Bueno, lo mejor es que lo veáis vosotros mismos :-).

domingo, 1 de noviembre de 2009

El poder de la leche de soja / 豆乳の力

(Entrada dedicada a Ariadna, que cumple años hoy. ¡Un beso!)

Todavía me acuerdo de aquel anuncio en el que la marca Don Simón la emprendía sin ton ni son (o, ya puestos, sin comerlo ni beberlo) contra Minute Maid, en una especie de guerra sucia basada en datos supuestamente objetivos (lo contrario está penado por la ley) que mi mente mezquina y tergiversadora ha ido cambiando, cual juego de teléfono roto, hasta acabar convertida más o menos en esto:

En el frigorífico de su tienda de alimentación usted podrá encontrar: Minute Maid, esa especie de orina acuosa más falsa que el carné de conducir de Farruquito, o Don Simón, una auténtica delicia 100% natural, cuya marca de vino nunca se ha usado en ningún kalimotxo.

A todo esto, un respeto a Don Simón. Ahí donde lo veis, es el vino que más se vende en España. Semos unos auténticos sumilleres.

El mundo de los anuncios subjetivos relativos a los supermercados no volvió a ser el mismo hasta la irrupción de un ilustre calvorota, grabado por sorpresa en un día laboral cualquiera durante su denodado afán por enviar al supermercado única y exclusivamente los productos de la mejor calidad. Desgraciadamente, he aquí otro ejemplo de anuncio fácilmente parodiable, bien cambiando radicalmente los diálogos hasta convertir al protagonista en un ser mezquino y deslenguado:

- ¡Joder, ese queso huele a mierda! ¡A LIDL!
- Déjame probar ese vino... Mmm, sabe a hostias en vinagre. ¡A LIDL! Total, esas marujas de pacotilla tienen el gusto en el culo.
- A ver el pescado ese... Puaj, más rancio que una reposición de Cine de Barrio. Marchando para LIDL, que con la crisis la gente ya no se puede permitir ni tener paladar.

O bien más elaboradamente en forma de vídeo.




Pues bien, por lo que respecta al frigorífico de su tienda de alimentación japonesa, desde luego usted PUEDE encontrar leche de soja de mil y un sabores, a no ser que se apellide Rompetechos.


Sabores de izquierda a derecha, empezando por arriba: café, cacao, té verde, té negro (inglés), plátano, "extra espesa", sésamo negro, aojiro (bebida vegetal a base de col verde), multifrutas, albaricoque y fresa. El verde de debajo es simplemente leche de soja normal y el amarillo de la derecha solo alcanzo a leer "delicioso".

Mi último descubrimiento. El sabor de este es boniato (o batata: patata dulce para entendernos) frito.

Habrá que probarlos todos...