domingo, 28 de febrero de 2010

Vuelta a España

El próximo 27 de marzo aterrizaré de nuevo en la tierra que me vio nacer (espectáculo nada agradable para el ojo humano, ni para el partero ni especialmente para la parturienta). Será después de una semana viajando por China, con escalas básicamente en Shanghái y Pekín, acompañado de mi amigo chino, Kosakushu, Ko-kun para los amigos.

Saldré de Pekín por la mañana del 27, haré escala en Moscú para llegar a Madrid a eso de las 22. ¡Que San Pancracio nos proteja de posibles huelgas de controladores aéreos! Cogeré el bus para llegar a Lugo a las 6 y pico de la mañana. Así que desde el 28 de marzo hasta el 6 de abril estaré en Galicia. Espero tener tiempo para ver a todos los amigos, parientes y allegados.

viernes, 26 de febrero de 2010

Últimos despropósitos culinarios

Una vez dominado el noble arte de la tortilla y demás cocina fácil, he empezado a adentrarme en el apasionante mundo de la gastronomía desconocida, con discretos resultados hasta el momento.
Lo cierto es que los platos no lucen nada bien, pero estaban ricos.


Komatsuna (espinaca japonesa) con nabo japonés, gambas (me quedaron algo crudas, ejem), romero, un tomate, un poco de ajo, dou ban jiang (salsa picante de habas fermentadas, soja, sal arroz y especias)

Trufas, basada en la receta de mi compañero de piso francés. ¡Cojonudas!


Toppoki, un plato coreano, con un poco de cebolla.


Mapo doufu, tofu con la susodicha dou ban jiang (para el komatsuna lo utilicé porque me dio la gana, aquí forma parte de la receta), cebolla, carne picada, shiitake (seta japonesa) y puerro.

viernes, 19 de febrero de 2010

Viaje navideño (3/5) - Malasia: Malaca

Malaca no llega a sorprender del todo hasta que se disfruta de su paseo a la orilla del río tocayo.

No fue ninguna inocentada: el 28 de diciembre volvimos a Malasia para visitar una ciudad que habíamos dejado pendiente: Malaca.

De reciente inclusión en la dilatada lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO (2008), es uno de los lugares con mayor legado histórico del país malayo. Lejos queda su glorioso pasado como el mayor puerto comercial del sudeste asiático, allá por el siglo XV, cuando las grandes potencias de la navegación se afanaban por hacerse con el control de este sitio estratégicamente situado en el Estrecho de Malaca: tan idóneo emplazamiento la convertía en un punto neurálgico para el comercio con China, India, Siam (la antigua Tailandia) e Indonesia.

Un florecimiento que empezó con la llegada de un príncipe hindú procedente de Sumatra, llamado Parameswara a este otrora simple pueblo pesquero. En 1405 empezarían a llegar los colonos chinos, y el tercer soberano de la ciudad, el marajá Mohammed Shah (1424-1444) se convirtió al islamismo. Su hijo se convertiría posteriormente en sultán y declararía el islam la religión oficial.



Tarde o temprano tenían que llegar los colonizadores de la vieja Europa, y los primeros en hacerlo, como se podría deducir, fueron los portugueses. Lo hicieron en 1509, en son de paz, pero en 1511 Afonso de Alburquerque conquistó la ciudad y construyó la fortaleza de A Famosa. Hasta aquí se desplazó el ínclito misionero español San Francisco Javier para implantar el catolicismo.



Malaca era un pastel jugoso con demasiados comensales ávidos de hacerse con toda la tarta. En 1641, tras un asedio de ocho meses, los holandeses se hicieron con el control de la ciudad, que mantuvieron hasta que Francia ocupó Holanda en 1795. Así pues, ambas ex potencias dominaron Malaca durante siglo y medio cada una. De esta última destaca la iglesia cristiana de la plaza mayor, de laterita roja, materia prima local.

El dominio británico acabaría en 1963, cuando Malasia se convirtió en un país independiente.



Malaca es muy probablemente uno de los lugares más turísticos de Malasia, y el encanto que destilan sus calles, edificios coloniales y la mezcla de culturas china, malaya y musulmana se intensifica aún más cuando uno se da un garbeo como pasajero en estas bicicletas tan... churriguerescas. El bochorno raya el paroxismo cuando el conductor es un bacala (prefiero no poner el vídeo), pero si uno se monta encima por la noche, desde luego no puede esperar pasar desapercibido.





Malaca bien merece una visita si uno se pasa por Malasia y no se conforma con la insulsa Kuala Lumpur. Historia, solera y la comida típica del lugar os espera, como en este restaurante cercano a Jonker Walk / Jonker Street / Jalan Hang Jebat (nombres diferentes para el mismo lugar), situado en el barrio chino de la ciudad.





Sin duda lo mejor es recorrer el paseo que bordea el río, o bien navegarlo en un pequeño tour de 45 minutos. Así tendrás la oportunidad de ver in situ ejemplos de casas tradicionales de camino a Kampung Morten.


domingo, 14 de febrero de 2010

jueves, 11 de febrero de 2010

Viaje navideño (2/5) - Camboya: Chong Kneas y Angkor Wat de nuevo

Las enigmáticas y serenas caras de Bayón, representaciones de Avalokiteshvara, la deidad de la compasión.

No creo que haya mucha gente que vaya a Camboya dos veces en un período de solo un año, pero lo mío, además de devoción por este país de gente tan amable y mi admiración por Angkor Wat (nunca me cansaré de verlo), fue debido a una coincidencia: mis amigas italianas y el amigo turco no habían estado, así que les acompañé. Recordad, para entrar al país se necesita un visado que se hace al llegar (20 dólares del ala) y, lo que muchos no saben, y lo que te deja un mal sabor de boca del país, que hay que pagar 25 dólares para salir. Inaudito. Pero tienes que pasar por el aro.
Siempre que voy me da pena perderme la oportunidad de disfrutar de una estancia más auténtica, como Kampung Phluk.



Me alojé como el año anterior en el Babel Siem Reap, que recomiendo encarecidamente. Después de "celebrar" la navidad Kuala Lumpur, llegamos a Siem Reap el 26, y aquí estuvimos hasta el 28.



El primer día fuimos a Chong Kneas, una aldea flotante. No tengo buenas fotos, porque suelo negarme a sacar fotos a la gente como si fueran monas de feria. Es lo que hacen otros blogueros sin piedad, yo prefiero mirar y quedarme con el recuerdo, en vez de exhibirlos. Aunque quizá sea un poco recatado de más, ciertamente no me hace gracia ser el turista que llega con su cámara y que, cuando se va, vuelve a su mundo desarrollado lleno de tecnología y bienestar, mientras esta gente las pasa canutas. Los habitantes de esta aldea en concreto, tienen que mudarse según la afluencia del río. Esta foto de la "mudanza" no es mía, pero creo que lo ilustra bien.




Chong Kneas está situado cerca de Tonlé Sap ('gran río de agua dulce' en camboyano), el lago de agua dulce más grande del sudeste asiático. La verdad es que es tan enorme que, cuando llegas allí, a pesar de ser consciente de dónde estás, llegas a pensar que lo que tienes ante ti es la mar. Al final resulta simplemente que es la mar... de grande. Huelga decir que su importancia es vital, no en vano fue designado como biosfera de la UNESCO en 1997.



En esta pequeña aldea hay una iglesia (siempre listos para adoctrinar allende los mares) y una escuela, que tuvimos el honor de visitar. Mi amiga Doris compró unos lápices simbólicos en la tienda de souvenirs y se los entregó a los niños. Al principio no comprendíamos muy bien qué teníamos que hacer, y yo, como siempre, era reticente a todo lo que implicase ser un poco condescendiente con los menos favorecidos. Pero al final no me pude resistir. Más que nada porque, a fin de cuentas, este sí parece una buena forma de invertir el dinero. Si estos niños tienen acceso a una educación, por muy básica que sea, y acaban hablando un inglés tan aceptable como el de muchos camboyanos que conocimos (siempre me ha sorprendido que un camboyano con una formación pobre sea capaz de hablar mejor inglés que un español medio, con años de inglés a sus espaldas). La respuesta habrá que buscarla en la necesidad, que lo puede todo. Espero que me perdonen por mostrarlos aquí.




El día siguiente fuimos a Angkor Wat para contemplar el amanecer. Es lo que me había perdido el año pasado, una espinita que se me había quedado clavada y no esperaba sacarme. Por supuesto, merece muchísimo la pena. Saqué muchas fotos con mi cámara del año de la polca. Una vez más, lo que importan realmente no son las fotos, sino el haber estado allí y vivir ese espectáculo. Bien es cierto que lo peor de Angkor Wat es que te estarán acosando por todas partes para que compres piñas, pulseras, postales, libros, etc. Le quita magia a la visita, y a la misma vez te hace pensar lo afortunado que eres. Lo malo es que nunca sabes para quién es realmente el dinero. Ojalá los 25 dólares de la salida del país se repartieran entre ellos (y ya puestos, los 20 de la entrada).




Por cierto, la fruta en Camboya hay que probarla sí o sí. El mango, la piña o la pitahaya. Esta última se conoce en Asia con el nombre de dragon fruit (fruta del dragón). También os aconsejo que probéis un zumo de coco. Nada de aditivos ni otras zarandajas: el coco en sí, fresco y dulce. Tanto que no lo pude terminar.



Y ya que nos ponemos con gastronomía, no podéis dejar de probar el amok, plato típico camboyano. Os aconsejo el Khmer Kitchen Restaurant. Fui los dos años. Al parecer, allí fue donde comió Angelina Jolie cuando visitó este país para el rodaje de Tomb Raider.


Por lo que veo en las imágenes de internet y leo en Wikipedia, el amok de pescado requiere de jengibre chino y moras de la India. Lo que este llevaba seguro es la inconfundible leche de coco. El sabor es indescriptible. Como acabamos yendo dos noches, pedimos casi todo lo exclusivamente camboyano con nombre raro: ternera lok lak, curry jemer, sopa korko, etc. Os puedo asegurar que es delicioso, y el amok en concreto es apto para todos los públicos. Es uno de mis platos favoritos. Tengo ganas de probarlo en el restaurante Angkor Wat de Tokio. Algo me dice que será completamente diferente.


Doris, Marta, Ugur y servidor con nuestros conductores; el que está a mi lado era un cachondo. Estos vehículos no se llaman tuk-tuk, ya que ese nombre se refiere a los tailandeses. Me dijeron un par de veces el nombre camboyano, pero al no apuntarlo lo he olvidado :-(.

Una vez más, la experiencia camboyana fue apasionante. Es reconfortante comprobar la sinceridad en las sonrisas y las bromas de los empleados del hotel, todos chicos muy jóvenes, que se oponen frontalmente a la sonrisa forzada con voz de pito de cualquier dependiente en Japón: será muy formal, educado y atento, pero no deja de ser falso. Me acuerdo con cariño de las risas de las chicas que estaban encerando el impoluto parqué del hostal, cuando pasaba saltando por medio sintiéndome culpable y diciéndoles "sorry, sorry". O de esa anciana en bicicleta por Angkor Wat: cuando nuestras miradas se cruzaron, no hubo miedo, ni rechazo, ni timidez... Solo una sonrisa preciosa que aun tengo impregnada en mi mente.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Setsubun

Vaya... Quería escribir una entrada sobre el setsubun, pero se me han adelantado. Kirai explica esta tradición japonesa en su última entrada, aunque lo mejor es que una japonesa de verdad nos lo cuente con pelos y señales. Interesante lectura:

El setsubun

Esto forma parte de las numerosas supersticiones japonesas, sobre las que escribiré una entrada uno de estos siglos. Son tantas que parecerá una enciclopedia.

"¡Vade retro, diablo! ¡Bienvenida seas, buenaventura!"