martes, 27 de julio de 2010

Vacaciones estivales

En estos momentos me encuentro de vacaciones en Tapia de Casariego (Asturias). Estaré hasta el 19 de agosto por Galicia, Asturias, Barcelona y Londres, de modo que muy probablemente no tendré tiempo para actualizar. Así pues, ¡este blog se toma unas merecidas vacaciones de verano!

Hasta pronto.

miércoles, 21 de julio de 2010

Solaz en la solana


El pasado domingo tuve la inmensa fortuna de poder dedicar mi tarde a uno de mis placeres favoritos: los parques acuáticos. Tras cuatro largos años de ausencia, fui capaz de convencer a Mika y aprovechar uno de esos días en donde el propio solano parece susurrarte al oído que no te queda otra opción si deseas aplacar la ira del dios Ra. ¿Qué mejor remedio que con chapuzones a gogó, toboganes traicioneros, jacuzzis descomunales y niños que apartar a empellones? Es uno de esos lugares donde uno vuelve a dar rienda suelta a su espíritu más infantil, una especie de limbo para volver a aquella época de sano e inocente recreo.



Le debo mucho a este tipo de recintos prácticamente sagrados para mí. Recuerdo perfectamente mi primera incursión, en aquel verano mallorquín con mi familia. En aquellos tiempos yo era todavía un cagueta para esto de las atracciones, pero los parques acuáticos siempre fueron una excepción. La sensación refrescante de remojar el pompis en bajadas a toda velocidad montado sobre un flotador compartido, los gritos hilarantes de pavor, la merienda de negros propia de los charcos intermedios en los toboganes con flotador...

Entre las anécdotas más famosas se encuentran las graciosas declaraciones de mi padre al bajar por los toboganes menos pronunciados. Eran cuatro ejemplares de color blanco y forma ondulada, pero diseñados de tal forma que solo acostado y en posición perfectamente aerodinámica se podía bajar hasta el final. Cualquier incorporación de cualquier miembro era fatal, y toda la familia incurrió en el mismo error. Probablemente queríamos evitar tener que bajar todo el rato con los ojos cerrados; lo hicimos sentados y, pobres de nosotros, nos paramos a medio camino. Esto dio pie a una imagen que no por repetida anteriormente dejaba de ser penosa: henos aquí todos tratando de avanzar ayudándonos de las manos y arrastrando nuestros respectivos traseros. En ese momento me giré a mi padre para ver la forma en la que copaba con tan desafortunado incidente, y fue entonces cuando dijo aquellas famosas palabras:

«¡Ai, non podo...!».

No resulta en absoluto gracioso si uno no asocia estos términos a la cara empapada y en pleno esfuerzo de mi amado progenitor. Fueron tres vocablos unidos perfectamente con un valor incalculable para el humor. De hecho, ayer recordándolo antes de subir al tren en Akihabara me entró un ataque de risa que hizo fruncir algún ceño.



La otra anécdota no es menos graciosa; así lo atestigua Mika cuando se la conté. El protagonista es otro entrañable y eterno aficionado a los parques acuáticos: Diego Pino.

Madrid es una de esas ciudades donde este tipo de sitios son prácticamente un oasis en el desierto. Huir del mundanal ruido y el infernal calor para empaparse de diversión es una idea que suele tener una gran acogida. Diego se apuntó y hacia allí partimos.

La anécdota se produjo en la atracción llamada Río Lento: mi favorita por su duración, el caos que se produce y las risas potenciales que puede proporcionar. Cada uno se tira con su propia rosquilla flotadora encomendándose a San Telmo, patrón de los marineros y los domingueros. Probamos de todas las maneras, con un clásico: tirarse unidos de la mano hasta que un buen hostión te separe.

En una de esas ocasiones, Diego partió delante de mí y, haciendo gala de una conducción lamentable, volcó en la primera curva. En este tipo de casos, el procedimiento estándar es deslizarse sin remedio y sin flotador hasta el siguiente gran charco, en donde se acumulan los demás náufragos y uno puede recuperar sin problemas su compañero de viaje de plástico. Sin embargo, la reacción de Diego ante la caída sorprendió a propios y a extraños. Ni corto ni perezoso, desafío a las más elementales leyes de la física para erguirse raudo como un resorte y empezar una desenfrenada persecución de su añorado flotador corriendo de pie por el tobogán. Mis ojos no daban crédito, y mi mandíbula se desencajaba de la risa. La consecuencia caía de cajón: con mi destreza al volant... manilla... mi destreza al asa alcancé a Diego en cuestión de segundos y nos pegamos un porrazo tan cómico como entrañable. Le estoy eternamente agradecido por haber emulado a Usain Bolt en pos de un dispositivo de flotación. Aun hoy recuerdo su silueta, en una mezcla de desesperación y sano disfrute propios de un rapaz. Porque en eso consisten los parques acuáticos, una ventana que los adultos atraviesan para volver a los deleites más juveniles: regodeo en la canícula estival, solaz en la solana.

miércoles, 14 de julio de 2010

Sasuga... Japón

Sasuga es uno de esos términos del idioma japonés cuya traducción resulta difícil condensar en un solo vocablo. Qué mejor forma de ilustrarlo que con un ejemplo.

El pasado martes, en vez de la clase normal de comprensión oral y escrita, tuvimos el honor de recibir la visita de un profesor que nos vino a ilustrar sobre la etiqueta, los buenos modales en el mundo de los negocios, siempre dentro del ámbito nipón.

Comenzó su sermón con la inestimable ayuda de un DVD y unos actores lamentables. En la primera escena, el japonés que descuelga el teléfono para recibir la llamada de otro compañero más veterano (senpai, al cual se le debe respeto) incurre en varias faltas de respeto respecto a su interlocutor:

-Dejar sonar el teléfono más de tres veces.
-Descolgar y no decir su nombre a continuación (en el ámbito empresarial, sería el nombre de la empresa).
-Utilizar el pronombre personal ore para referirse a mismo (solo debe utilizarse con personas de rango inferior o muy buenos amigos).
-Beber durante la conversación.
-Colgar antes que el senpai.

En el vídeo siguiente, el mismo joven díscolo se reúne con su senpai para hablar sobre la oferta de trabajo que este último le ha conseguido. A pesar de ello, el joven:

-Llega tarde.
-Entra antes que el senpai.
-Se sienta antes y en el sitio incorrecto.
-Pide la bebida antes que el senpai.
-Se empecina en seguir utilizando ore y empieza a beber antes de que llegue el café de la otra persona.

Por todos es sabido que los japoneses hacen gala, por lo general, de unos modales y educación exquisitos. Pero nadie nace aprendido, y por eso es necesario instruir a las mentes necias sobre este noble arte.

Sin embargo, probablemente mis estimados lectores (al final sí que son varios, ¡gracias Casper!), debido a su condición mayormente adulta, se considerarán sobradamente preparados para aquellos actos donde impera la formalidad. En ese caso, les propongo el siguiente ejercicio:

Piensen cuál es la prioridad en los asientos para las tres situaciones expuestas en la foto inferior. La primera es una sala de reuniones en una empresa, la segunda un taxi y la tercera un tren. ¿En dónde se sienta la persona de mayor rango? ¿Y la de menor?



Pues bien, en el caso de la imagen de la izquierda, la persona de mayor rango se sentaría en la parte más alejada de la puerta. Es decir, la parte izquierda del sofá. La siguiente persona por orden de rango se sentaría en la parte derecha del mismo sofá. Las personas tercera y cuarta reposarían su trasero en el sillón de arriba y el de abajo, respectivamente.

En el taxi, el asiento de mayor nivel es, sorprendentemente, el de esa especie de Hitler japonés, detrás del conductor. El segundo sería detrás a la derecha. El tercero en el medio y, por increíble que parezca, el de menor rango se sentaría delante (y apoquinaría al final).

En el tren, el bigotitos vuelve a ser el jefe, mirando en la misma dirección en la que avanza el tren. La segunda posición sería para el que tiene enfrente, ya que el asiento al lado de la ventana es el más deseado. El tipo a la derecha del bigotitos sería el número 3, y el que tiene enfrente, el número 4.



Y después están las famosas reverencias (お辞儀, ojigi), claro.

·La primera, de 15º, se llama eshaku (会釈), usada para un saludo breve a un conocido.
·La segunda, de 30º, recibe el nombre de keirei (敬礼), la reverencia estándar para un saludo respetuoso.
·La tercera, de 45º, se denomina saikeirei (最敬礼), la reverencia profunda de máximo respeto, utilizada también para pedir disculpas humildemente.

Es al ver este tipo de cosas cuando los extranjeros o españoles suelen exclamar:

Japonés tenía que ser // Cómo se nota que es japonés // Con razón es japonés. // Japonés de pura cepa.

Ese, amigos, es precisamente el significado de sasuga.

Si Pepito ha sido siempre un alumno formidable y se presenta a las oposiciones de inspector de Hacienda, en caso de aprobar sus amigos dirían:

Sasuga Pepito...

Suele emplearse mayoritariamente para expresar admiración. Es decir, en caso de que Pepito llegue tarde, como siempre, no utilizaríamos sasuga, sino yappari (ya que es algo negativo). Pero eso es otra historia.

Ya saben, amigos, encuentren su mayor seña de identidad, para que cuando vuelvan a deslumbrar con un éxito esperado, la gente exclame:

¡Sasuga, ...!

viernes, 9 de julio de 2010

Viaje navideño (5/5) - Malasia: Pangkor



A pesar de estar ya en julio, todavía estoy a tiempo de terminar la historia de mi viaje navideño. La última parada fue la isla de Pangkor, donde nos alojamos en un suntuoso resort para disfrutar de un pleno relax en un lugar lujoso con playas privadas y demás servicios que, sobre el papel, tenían muy buena pinta. Nos decantamos por el resort y respiramos aliviados al comprobar el aspecto de algunos de los demás hoteles de nombres suntuosos.


No hay mejor forma de dar la bienvenida a un palacio que ofrecer un poquito de basurilla local.

Lo cierto es que la estancia durante 5 días en este tipo de sitios acabó siendo aburridilla. El relax no está mal, pero para mí es cuestión de un día o dos. De modo que, en esta especie de afán por superar mi pasado cagón, probé todos los deportes disponibles, incluyendo el parasailing. Es una gran sensación observar el paisaje desde arriba, pero mis huevecillos acabaron maltrechos.



Lo que parece inalterable es que, un año más, el 2005 seguirá siendo el mejor fin de año de mi vida, con mi amigo Sacha y sus respectivos colegas en Edimburgo. Los mejores fuegos artificiales que he visto, el mejor ambiente, abrazos con la policía, bromas con desconocidos, acabamos en una fiesta privada y nos trataron como amigos del alma... Incluso al beber una cervecería en un pub el mismo día, un calvo con pinta de hooligan se acercó después de terminar su pinta para desearnos una feliz navidad con una educación y una amabilidad que me dejó anonadado. ¡Viva Escocia, amigos!




Al menos, durante la gala de fin de año, me tocó una cesta (bastante cutre para un hotel de estas características) y no pude contener mi éxtasis ante tamaño acontecimiento, ante el sopor reinante. Este no es un lugar adecuado para celebrar un fin de año a estas edades, ya que la mayoría de los huéspedes son personas un poco mayores y familias sin ninguna hija de buen ver que llevarse a la boca.



Atrás quedan esos buceros (pájaros parecidos a los tucanes), esos paisajes paradisíacos, esas puestas de sol que te recuerdan la nada más absoluta que te depara el día siguiente, esos niños vocingleros, esas quemaduras abrasivas.

Un día más, el sol se ponía sobre Pangkor y el arco iris aparecía tímidamente en el horizonte apuntando a ese paraíso al que nunca volveremos.


martes, 6 de julio de 2010

Gazapos de la letra ausente

A veces resulta harto sorprendente y, si cabe, digno de admiración el poder de una miserable letra. Su ausencia o su presencia puede decantar la balanza entre una traducción perfectamente normal y un auténtico bochorno de consecuencias impepinables. Una de estas pasará inadvertida ante cualquier mirada, por inocente o escrutadora que sea. La otra provocará risas o desconcierto en el usuario y cabezas rodantes en el seno de la empresa perpetradora. He aquí algunos ejemplos:

Cagando juego...
El juego se ha cagado satisfactoriamente.

Se necesita una serie de putas para tal fin.

¿Desea continuar esta parida?

Los avispados lectores (por qué pluralizaré, si solo me leo yo mismo...) habrán reparado ya sin duda en que las letras ausentes son: r, a y t.

Los ejemplos anteriormente citados son ficticios, porque al fin y al cabo a las letras invisibles se las acaba echando de menos. Sin embargo, cuando regresan a veces se dejan algo por el camino y generan groserías reales del calibre de cierto juego popular para Nintendo DS, cuyo título rezaba:

Brain Training para Nintendo DS:
¿Cuantos anos tiene tu cerebro?

Sí, amigos, una pregunta sin respuesta, anos er que mis amigos tuviesen razón cuando me decían:

Servando, a veces parece que piensas con el culo.

domingo, 4 de julio de 2010

Mariano Marianete Marranete

Parece que al final Mariano Rajoy ha aprovechado el pasado Día del Orgullo Gay para salir del armario. ¡Chapó!