viernes, 14 de junio de 2013

Física de lo imposible

He aquí algunos de los apuntes que tomé en la lectura del interesantísimo libro de Michio Kaku, Physics of the Impossible.

  • La computación cuántica: en principio, un ordenador cuántico sería capaz de descifrar cualquier código de todo el mundo, lo cual pondría en entredicho la seguridad informática tal y como la conocemos actualmente. Ni que decir tiene, el primer país que lo logre podría revelar los secretos mejor guardados de otros países u organizaciones. Hasta ahora, el progreso en la tecnología informática se guiaba por la ley de Moore, pero se estima que en 2020 habremos llegado o, al menos, estaremos divisando el horizonte de esa fuerza bruta. Los escollos son colosales, ya que para construir un ordenador cuántico eficaz sería necesario que cientos de millones de átomos vibrasen al unísono, algo muy por encima de nuestras capacidades hoy en día.
  • Detectores de mentiras: Daniel Langleben, de la Universidad de Pensilvania, tuvo la idea de utilizar imágenes por resonancia magnética para detectar mentiras. Según su teoría, para contar una mentira deliberadamente tenemos que esconder la verdad, con lo cual la actividad cerebral es mayor, al tener que realizar estos dos procesos. Si bien la gente se puede entrenar para evitar subidas de pulsaciones o la sudoración, no es tan fácil inhibir esa actividad cerebral. Sin embargo, tampoco es infalible, ya que no se detecta la mentira en sí, sino el aumento de dicha actividad, que podría ser debida a la presión que estaría sufriendo el sujeto.
  • La historia de Alan Turing: el gran matemático británico se puede considerar el fundador de la inteligencia artificial. Hoy en día los ordenadores digitales obedecen las leyes estrictas establecidas por él. Su trabajo pionero en el campo del desciframiento de códigos salvó miles de vidas de soldados aliados y tuvo una influencia decisiva en el devenir de la segunda guerra mundial. El final de su vida no pudo ser más injusto y desgraciado, tratándose además de alguien que había dado tanto. Uno de sus legados más famosos es la prueba de Turing, mediante la que se demuestra la existencia de inteligencia artificial.
  • El mundo que plantea Yo, robot es aún muy distante. La inteligencia de los ordenadores actuales es comparable al de una cucaracha. En realidad es peor, ya que una cucaracha es capaz de sortear obstáculos al caminar. Por ejemplo, cuando entramos en una habitación, reconocemos inmediatamente los objetos presentes en ella: suelo, sillas, muebles, etc. Pero cuando un robot escanea toda esta información no ve nada más que toda una gama de líneas, que convierte a píxeles. Después de un cálculo computacional considerable, es probable que el robot reconozca esas líneas como una mesa, pero bastaría con moverla para tener que empezar el proceso de nuevo. La victoria de Deep Blue ante Kasparov en 1997 no fue nada más que una demostración de fuerza bruta computacional, cálculo puro y duro. Pero eso no hace a Deep Blue más inteligente que Kasparov. Un robot ve, pero no entiende lo que ve. De la misma forma, un robot calcula, pero no entiende qué está calculando.
  • Somos un planeta realmente suertudo un planeta Ricitos de Oro. El astrónomo George Wetherhill estima que, sin la presencia de Júpiter o Saturno en nuestro sistema solar, la Tierra habría sufrido mil veces más impactos de asteroides, algunos de ellos tan peligrosos como el que exterminó a los dinosaurios hace 65 millones de años. Tenemos también la suerte de contar con una luna grande que ayuda a estabilizar la rotación de la Tierra. El astrónomo francés Jacques Lasker estima que, sin esa ayuda, el eje del planeta podría oscilar entre 0 y 54 grados, lo cual provocaría condiciones climáticas extremas. De hecho, el pequeño tamaño de las dos lunas de Marte podría ser la razón de su inhabitabilidad. En tercer lugar, gracias a nuestro robusto campo magnético podemos desviar rayos cósmicos y una radiación que sería letal para la vida en nuestro planeta. La propia velocidad de rotación es ideal: de ser muy lenta, la Tierra sería demasiado árida en un lado y helada en el otro. Si rotase muy rápidamente, los huracanes y demás fenómenos meteorológicos extremos estarían a la orden del día.
  • La triste historia de Ludwig Boltzmann: en el siglo XIX, la existencia del átomo todavía era un tema objeto de acalorado debate, hasta el punto de que, de hecho, científicos prominentes de la época como Ernst Mach tildaba esa noción de ridícula. Para los antiatomistas, cualquier cosa que no se pudiese medir no existía, incluyendo los átomos. Para más inri, las investigaciones de Boltzmann eran rechazadas por el director de una revista científica alemana, porque para él los átomos y las moléculas no eran más que herramientas teoréticas: no existían en la realidad. Probablemente hastiado y deprimido por ser tan vilipendiado por la comunidad científica, Ludwig Boltzmann se ahorcó en 1906 sin saber que, un año antes, un brillante científico llamado Albert Einstein había escrito el primer trabajo que demostraba la existencia de los átomos.

1 comentario:

  1. Muchacho, me acordé de ti hace muy poco. Soy Luis A.K.A. Tha Nintendo chubby whacky guy. Dónde paces? Dónde andas? mándame un mail aunque sea, anda. Un abrazo!

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