Me ha parecido muy grata la lectura de Química al alcance de todos, un libro de la editorial Pearson del 2006, ya descatalogado o de difícil obtención: otra razón más para valorar el favor que nos hacen nuestras bienamadas y nunca bien ponderadas bibliotecas. Gracias a la milenaria técnica del préstamo interbibliotecario me he hecho con el otro título de la colección: Física al alcance de todos. Mi ignorancia supina no conoce fronteras y la física es otro de mis numerosos puntos débiles, a pesar de que una de mis aficiones son los documentales sobre ciencia.
Durante mi lectura me he quedado con unos cuantos apartados que me han parecido de especial interés, ya que personalmente desconocía estos hechos. Helos aquí:
Compuestos del azufre
Sulfuro de hidrógeno, un gas venenoso con
mal olor (responsable por ejemplo del olor que emite la materia orgánica en
putrefacción), el dióxido de azufre, empleado como fungicida y para fabricar el
famoso ácido sulfúrico, compuesto con el que se fabrican sustancias tales como
fertilizantes o detergentes.
¡Qué bien te conservas!
El nitrógeno se obtiene a partir del aire
y es esencial para los organismos, por encontrarse en moléculas clave como
proteínas, vitaminas o ácidos nucleicos. Por su escasa reactividad se emplea
para sustituir al aire durante el procesado y empaquetado de alimentos. Por eso
muchos paquetes como los de las patatas fritas están rellenos de gas nitrógeno
para conservarlas frescas más tiempo, ya que se pondrían rancias si quedase
oxígeno en el interior.
El cloro, ¿héroe o villano?
Su uso para la potabilización del agua
(al evitar el crecimiento de algas y ser tanto germicida como antibacteriano)
ha permitido evitar enfermedades tales como el cólera, la gastroenteritis y la
disentería. Se dice que su uso ha evitado más muertes de seres humanos que las
provocadas por todas las guerras de la historia. Por otra parte, está presente
en la fabricación de ocho de cada diez medicamentos. Pero también es venenoso
en sí mismo, y se usó como tal en la Primera Guerra Mundial, donde mató o dejó
inválidos a muchos soldados.
Un necrodiamante es para siempre
Los restos carbonizados de cualquier
sustancia orgánica, que serán esencialmente grafito, se pueden transformar en
diamantes. Por eso técnicamente los restos humanos obtenidos por incineración
de cadáveres pueden convertirse en diamantes, pero no compensa. De la misma
forma, hay mucho oro presente en el agua, pero obtenerlo sería inviable
económicamente.
Los químicos más sosos
A nivel de personajes históricos, me
parecen muy relevantes las figuras de los químicos Nicolás Leblanc y Ernest de
Solvay, conocido también por su labor filantrópica. El vínculo que une a ambos
científicos es la sosa (también se puede decir soda en español, aunque este es
más bien el término inglés). El nombre del compuesto es carbonato sódico y era
una sustancia ya empleada en el antiguo Egipto para fabricar vidrio o las
momificaciones (de hecho, el nombre del elemento químico, Na, proviene del lago
Natrón africano, de donde se obtenía).
El grisú
Este gas que suele abundar en las minas
de carbón se inflama con la más mínima chispa en aquella zona donde se acumule.
Lo curioso es que, antiguamente, los mineros llevaban consigo canarios para
detectar el gas, puesto que es inodoro. La muerte de los canarios era todo un
aviso para los mineros.
Temperaturas dispares
En climas desérticos, la ausencia de
vapor de agua hace que la superficie terrestre pierda con más facilidad la
radiación infrarroja que genera, motivo por el cual se enfría más rápidamente
por la noche (de ahí la mayor diferencia entre temperaturas en climas más
secos).
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