lunes, 11 de agosto de 2014

Fotocrónica toscana (2/3)


Una vez que abandonamos Siena nos dirigimos a los siguientes pueblos entrañables de la Toscana que habíamos apuntado. Comenzamos por Arezzo.



Sin duda, el lugar más emblemático de este pequeño pueblo es su plaza mayor, denominada Piazza Grande. Lo que más llama la atención son los numerosos escudos que adornan las casas de la plaza. Por lo visto, tuvimos suerte, ya que esa decoración guarda relación con la recreación histórica de la justa del sarraceno, una festividad donde se evoca el pasado medieval del pueblo celebrando una justa entre los cuatro barrios de la ciudad. Se celebra dos veces al año: la de Giostra San Donato en junio y la de Giostra de Septiembre en... septiembre. Y como nosotros llegamos allí a principios de ese mes, tuvimos la suerte de inmortalizar esos símbolos heráldicos. Como curiosidad, este tipo de acto no es exclusivo de Arezzo, ya que también se celebra en otros pueblos toscanos como Sarteano o Montepulciano (en este último caso de llama Giostra de San Biagio).



Si Arezzo se ha hecho famosa en la última década, un gran porcentaje de esa fama probablemente se la deba a una de mis películas favoritas: La vita è bella, de Roberto Benigni. Muchas escenas están rodadas aquí y, de hecho, el fenómeno es tal que hay incluso un tour de La vita è bella. Si caminas por el pueblo prestando atención, encontrarás unas señales con fotogramas de la propia película, para que compares y reconozcas diversos sitios. Esta es la foto que aparece en una de esas señales, de la Piazza Grande.



Paseando por la Piazza del Duomo ('plaza de la catedral') observamos la delicadeza y disimulo con la que los lugareños cuelgan la ropa de lado a lado de la calle.


Vale, tiene trampa. En realidad formaba parte de una curiosa iniciativa cultural llamada icastica, y esta era la obra de la artista finlandesa Kaarina Kaikkonen. Sus obras son muy interesantes (véase sitio web) y tienen la ropa usada como leitmotiv.


Entre los cuarenta artistas contemporáneos de todo el mundo se encontraba incluso la famosa Yoko Ono, y España también estaba bien representada por Alicia Martín. Aquí, en vez de ropa, el material utilizado son libros usados. Y también lo vimos en nuestro paseo por el pueblo.


Nuestro siguiente destino fue Cortona, cuyo lugar más icónico sea quizás la acogedora plaza de la República, con su palazzo comunale. El ayuntamiento, pa entendernos.


Nos dedicamos, cómo no, a recorrer sus callejuelas, pasando por la concattedrale di Santa Maria Assunta hasta llegar al santuario di Santa Margherita.



La historia del santuario es interesante, pero me costó caro, porque reduje la calidad para fotografiar el cartel informativo y luego me olvidé de restablecer la calidad máxima, con lo cual toooodas las fotos siguientes, hasta que me percaté de mi error en Orvieto, tienen una calidad paupérrima.


Resulta que la pobre santa Margarita murió el 22 de febrero de 1297, y el pueblo de Cortona decidió erigir un lugar de culto como Dios manda, mejor que la pequeña iglesia de San Basilio, donde había pasado la seña Margarita sus últimos nueve años de vida. El nuevo templo (sic), obra de Giovanni Pisano, se inauguró en 1302 y fue objeto de diversos retoques a lo largo de los siglos, siendo el más importante de ellos el de la mitad del siglo XVIII, por mandato del rey de Portugal, Juan V.


Pero el templo que se contempla ahora es el resultado de una serie de intervenciones y proyectos llevados a cabo por los cortoneses (me recuerda a un amigo de Lugo) para conjurar una epidemia de cólera che afectó a toda la provincia toscana en 1855. Lo más antiguo es el rosetón (siglo XIII) y el campanario (siglo XVII). Hmmm, quizás no haya sido tan interesante la historia.


Pues entonces pongamos rumbo a nuestro siguiente destino: Montepulciano. Con unos cuantos pueblos ya en nuestro bagaje viajero toscano podíamos esperar dos cosas.


 Primero: la plaza mayor sería la Piazza Grande. Pues sí.


Y segundo: es posible que hubiese alguna muestra de arte. También.


En este caso el denominador común eran mujeres entraditas en carnes. ¡Fuera dietas! ¡Celulitis al poder! Está claro que cierta canción de la Orquesta Mondragón caló hondo en el artista chino Xu Hong Fei.


Si bien la primera jornada en la Toscana nos la tomamos con cierta calma, lo cierto es que este día tuvimos la agenda bien apretada. No queríamos perdernos todo lo que esta maravillosa región italiana nos podía ofrecer. Aprendí mucho durante mi labor de investigación, con joyas más o menos conocidas. Entre las primeras debería encontrarse nuestra siguiente visita: Pienza. Y por una razón de peso: es patrimonio mundial de la UNESCO desde 1996.


Naturalmente, no quedó rincón sin explorar, sobre todo aquellos que mejor se prestaban a mis fotos chorras. El tiempo estaba de nuestra parte, con la temperatura perfecta de septiembre para no sufrir por el calor, ni el frío ni la lluvia, ausente durante el viaje hasta Asís.



El papa Pío II era natural de aquí, y el arquitecto Bernardo Rossellino construyó esta plaza en su honor, que integra la catedral con los palacios de los Piccolomini y los Borgia. Como se aprecia en la foto, todo día tiene su alba y su ocaso; se estaba poniendo el sol y necesitábamos llegar a nuestra siguiente parada para pasar la noche: Orvieto. Esto marcaba el fin del periplo toscano y suponía el comienzo de nuestra odisea umbra.


Podría poner varias fotos de nuestros paseos por Orvieto, pero no le harían justicia y no acabaría nunca, así que voy a variar para no estar mostrando mis adoradas callejuelas adoquinadas una y otra vez. La cuestión es que nos alojamos en un sitio donde, en vez de tratarse de una simple habitación en un hostal, nos llevaron a un apartamento en otra calle. La habitación era enorme y representaba una buena base para patear la ciudad a base de bien.


Mapa en mano, recorrimos lugares de interés turístico de la ciudad, como el pozo de San Patricio. Un lugar fotografiable al 100 %. Esta foto con Diego de protagonista me recordaba en cierta manera a la mezquita subterránea Taman Sari de Yogyakarta. Se construyó entre 1527 y 1537 para disponer de un abastecimiento autónomo de agua ante el peligro de un asedio por parte de las tropas... ¡españolas! Y la ubicación no es aleatoria, ya que se encuentra encima del manantial de San Zeno. Lo más curioso: las escaleras helicoidales que impiden el cruce entre las personas que suben y las que bajan. Una idea muy ingeniosa para permitir que las mulas pudiesen transportar el agua sin estorbarse ni entorpecer sus respectivos caminos.



Otra visita interesante es la de Orvieto Underground. Los orígenes de la ciudad se remontan a la época etrusca, y en esta serie de cavernas horadadas de forma un tanto caótica y sin un plan bien meditado se hallan un buen número de palomares (entre otras cosas). En esta foto se aprecian en esos orificios. Hay estancias que se utilizaron como refugio en la Segunda Guerra Mundial.



La catedral de Orvieto, de estilo gótico, también merece la pena. Se trata de una ciudad con mucha historia: aunque los primeros asentamientos se remonten al siglo VII a. C., probablemente el lugar ya estaba habitado en la Edad del Hierro o incluso en la Edad del Bronce.


Cerca de Orvieto estaba uno de los grandes objetivos del viaje. Un pueblo del que mi amiga Chika me había hablado en una ocasión, hacía ya años, y que recordaba en esa nota donde me había dibujado el extraño efecto que se producía cuando la niebla lo rodeaba, como si fuese un castillo en el aire. Recuerdo que traté de recordar en varias ocasiones el nombre, le pregunté incluso a una amiga italiana, pero no le sonaba lo que le decía. Tampoco le sonó cuando se lo escribí bien, y pensaba que podía tratarse entonces de una de esas joyas desconocidas, o al menos no tan conocidas como para formar parte del patrimonio de la UNESCO o haber figurado como escenario en cierta película. ¡Bendito sea el desconocimiento! Cuando llegamos allí, comprendí perfectamente a qué se refería Chika, y la imagen que encontré en postales e imanes me recordó a Saint Michel, por la forma en la que destaca respecto a lo que hay alrededor: la nada.



Es un lugar único en el mundo, donde solo viven 14 personas todo el año, donde no existen los coches porque solo se puede acceder a través de una pasarela peatonal en cuesta. Se alza imponente en medio del valle, ajeno a su destino, ya sellado irremisiblemente por quienes se refieren a él como il paese che muore (el pueblo moribundo).


Antes de que tan calamitoso porvenir se haga realidad, tuvimos el privilegio de explorar a fondo el lugar, con todo el tiempo del mundo a nuestra disposición. Esperaba encontrarme con un buen número de turistas, pero la verdad es que eran muy escasos. Al bajar nos encontramos con dos chicas japonesas que se encaminaban hacia allí, y me pregunté si, por alguna circunstancia, era conocido en Japón más incluso que en la propia Italia, fuera de los propios orvetenses. Si la respuesta es afirmativa, la incógnita se suele despejar hallando la película o el documental de turno. Por ejemplo, Jiufen es famosa por la película Ciudad doliente.



Agradecí a Chika haberme hablado de este sitio: nunca sabes quién te puede descubrir rincones remotos o pueblos pintorescos. A veces no tienen por qué ser ni las guías ni los lugareños. Unas cuantas fotos valen más que mil palabras, pero no le hacen justicia, de todas formas, a este paraje tan singular. ¡Larga vida a Civita di Bagnoregio!





La siguiente etapa tenía un aliciente especial, además de otro pueblo con encanto: Pitigliano.


Si era poca la gente que había en Civita di Bagnoregio, esta localidad parecía desierta y casi lo estaba. Sus únicos habitantes parecían ser los gatos, lo cual era un auténtico filón para Diego y un agotamiento constante para la batería de su cámara.







El contraste con San Gimignano era notable. De tener que navegar entre hordas de turistas a errar sin rumbo fijo por las calles, callejuelas y callejones de Pitigliano. Nuestras razones teníamos: el hotel se encontraba a unos kilómetros de allí y era la antesala del colofón de la jornada: las termas de Saturnia.


Lo confieso: podía haberme quedado aquí durante alguna horita, disfrutando con el masaje gratuito de estos baños termales naturales. Bueno, en realidad esto es gratuito en todos los sentidos. No tienes más que venir en tu coche, aparcar cerca y bajar toalla en mano y bañador en cuerpo. Lo malo de estar bañándose aquí es que te puedes volver algo estrábico por tener siempre un ojo controlando tus pertenencias (limitadas a la llave del coche y la toalla). Pero al final haces tuyo el lema gallego y entonas un "malo será" a la vieja usanza, mientras el agua recorre todos los recovecos de un cuerpo con unos cuantos kilómetros a la espalda.



Cuando el sol se despide hasta el alba y empiezas a vislumbrar las primeras estrellas, dan ganas de decirse a uno mismo: "Este día no ha podido ser más completo". Con una contaminación lumínica tan escasa, no puedo imaginarme un lugar mejor desde el que contemplar las Perseidas de esta noche y de mañana.

1 comentario:

  1. Hablando de San Michel; me gustaría que mencionase en su blog en algún momento, la visita que sin duda haría Ud a sitios tan emblemáticos como San Petesburgo, Moscú e incluso el anteriormente mencionado de San Michel. Gracias

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