Una de las ventajas de estar en Londres es tener acceso a una buena selección de vuelos baratos. En el pasado mes de febrero decidí quitarme una espinita clavada que tenía del último interraíl, donde un tal Álvaro, que trabajaba como ingeniero para Gamesa, nos impidió coger el tren hacia Dinamarca mostrándonos el camino hacia una estación... que resultó ser un museo del ferrocarril en Varsovia.
Evidentemente no hacía mucho calor, que digamos, a juzgar por la temperatura que marcaba este curioso termómetro al aire libre en la plaza Rådhuspladsen de la ciudad de Copenhague, lógico destino de mi visita y lugar de hospedaje.
Lo primero era marcarse un buen paseíto por Strøget, la calle peatonal más larga de Europa (me pregunto si la Avenida de la libertad de Kaunas ocupa, pues, el segundo lugar). Uno de los extremos es precisamente la plaza que mencionaba antes, mientras que el otro sería Kongens Nytorv. Siempre aprovecho el momento en el que haya menos gente para sacar las fotografías, pero lo cierto es que aquí no necesita esperar mucho, debido a este tiempo inclemente. La cosa se animaba más al caer la tarde, con artistas que hacían acto de aparición en la Højbro Plads y amenizaban con sus compases el acompasado tránsito de los transeúntes que recorrían esta zona tan entrañable.
Esta es la plaza, con su fuente de la cigüeña y su estatua de Absalon, el fundador de la ciudad.
En la plaza del ayuntamiento mencionada antes también se encuentra Tivoli, el parque de atracciones más antiguo del mundo (1843).
Lo malo es que estaba cerrado y no abría hasta abril. Por lo que parece tiene dos temporadas, la de verano y la de navidad. Otra buena razón para ir a Dinamarca cuando el clima sea más favorable y benigno.
En toda visita a Copenhague no podía faltar una foto de la estatua de La Sirenita, de Edvard Eriksen, inspirada en el cuento homómino de Hans Christian Andersen. Recuerdo que no fue una tarea sencilla, porque no paraban de llegar turistas para hacer lo propio. Justo cuando parecía que me iba a quedar solo, aparecía la silueta de una o dos personas por el horizonte, justo en el tiempo exacto para llegar después de los turistas que ya estaban delante de la estatua. Pero bueno, al final algo se pudo hacer.
Uno de los momentos más agradables fue mi visita a la iglesia de Mármol, un templo luterano de Copenhague. No había nadie dentro, hasta tal punto que parecía prohibida la entrada, como si estuviesen preparando una liturgia y todos los responsables se encontrasen en ese momento en la sacristía. No pude evitar quedarme unos minutos para meditar y reflexionar en ese silencio sepulcral en esta acogedora iglesia de planta circular, parecida al Panteón de Roma. Después vinieron los primeros turistas y feligreses, momento en el que abandoné el lugar y me dirigí a mi siguiente destino. Ahí se ve la iglesia al final. Y, al darse la vuelta, lo que uno vería sería el puerto y la ópera de la ciudad.
Esa noche cené arenque (crudo y asquerosillo) en uno de los restaurantes de Nyhavn, la pintoresca y emblemática zona del puerto, protagonista a buen seguro de infinidad de fotos por parte de los turistas que la visitan... en primavera o verano, desde luego, porque con el tiempo que yo tenía no tuve ocasión de tomar una buena instantánea. Así que me permito robar esta foto con la licencia gratuita de Wikipedia. Esto es lo que vi, pero no con este tiempo. Demasiada niebla.
- Las fotos
- Los coches particulares
- La violencia
- Chalecos antibalas (?)
- Logotipos de moteros
- Objetos robados
- Armas
Había que elegir entre la catedral de Roskilde y el castillo de Kronborg y, en vista de la pinta que tenía la catedral, no dudé en decantarme por el castillo. Es el castillo en donde se ambienta la celebérrima obra de Shakespeare: Hamlet, que aparece con otro nombre seudónimo: Elsinore.
La visita guiada fue bastante exhaustiva y llena de detalles, entre otros: ¿cuál es el alimento más caro de esta mesa? Los limones, puesto que había que importarlos desde el sur de Europa. Nuestro guía también se explayó comentando algunos cuadros y detalles sobre muchas de las instancias, incluyendo ese lúgubre sótano en donde se hacinaban los prisioneros y en donde también moraban los soldados que los custodiaban y defendían el castillo.
Beber agua en aquellos tiempos era muy peligroso, debido a su insalubridad, así que los soldados se pegaban unas tajadas criminales. Sustituían el agua por la cerveza, algo habitual en la Edad Media (ya lo hacían los monjes que vemos en Los pilares de la tierra, por ejemplo). Podían llegar a beber 8 litros al día, pero claro, tampoco tenía la graduación de hoy: solo presentaba un 2% de alcohol. En la foto de abajo se puede observar dónde guardaban la comida: pescado (arenque, más que nada), avena, grano y ciertas carnes.
Hay muchas otras cosas: la historia del castillo con sus reyes y reinas (la impronta de Cristián IV por doquier), la imponente estatua de Ogier el Danés...
Para más información, lo mejor es visitar el sitio web oficial.