miércoles, 25 de diciembre de 2013

Crónica peruana (3): Nazca


Uno puede llegar a descubrir la existencia de los lugares más enigmáticos y místicos del planeta de formas tan variopintas como curiosas. En mi más tierna infancia, la principal fuente sobre culturas extranjeras en mi tiempo libre la constituían los cómics y la literatura infantil. Las misiones que les encomendaban a Mortadelo y Filemón entrañaban a veces auténticas odiseas rumbo a países allende los mares, mientras que en su larga singladura Jim Botón y Lucas el maquinista entraban en contacto con civilizaciones como la china.

Los videojuegos, por aquel entonces, ya habían ido perfeccionando sus gráficos y tramas lo suficiente como para transportarte a aquellos mundos desconocidos. A veces el entorno del juego estaba formado por un universo ficticio y único, pero en otras ocasiones se basaba en lugares o bien existentes, o bien pertenecientes a leyendas y mitos.

Illusion of Gaia, uno de mis juegos favoritos y, probablemente, en el que más me zambullí de cuantos jugué, se inspiraba en varios sitios existentes en nuestro mundo real para el desarrollo de su línea argumental. Un joven infante no tarda mucho tiempo en ser partícipe de la fama que rodea a monumentos tales como las pirámides o la gran muralla china, pero Angkor Wat o las líneas de Nazca son mucho más sorprendentes por no ser tan conocidas para todo el mundo.



De ahí procede el sobrenombre que he venido utilizando durante muchos años, que da nombre a una constelación. Es la c también de mi dirección de correo. La otra parte de la dirección es, precisamente, nazca. Este era uno de los objetivos del viaje, los geoglifos patrimonio de la UNESCO desde 1994 que solo se podían observar en los sobrevuelos en avioneta que organizaban las aerolíneas locales.



Salimos del hostal por la mañana temprano: el plan inicial era hacer el sobrevuelo nada más y partir hacia Arequipa en el bus diurno, porque mi compañero de viaje temía no poder conciliar el sueño en los buses nocturnos. No teníamos nada reservado y desconocíamos si era algo que se podía contratar al llegar, pero necesitábamos una cierta seguridad. En la estación, uno de los empleados de Cruz del Sur nos dijo que él podía contactar con una de las aerolíneas para llevarnos allí desde la estación de bus, hacer el sobrevuelo y coger el bus de las 14:00, pero cuando nos llegamos al hostal, el gordo seboso que lo regentaba nos dijo que era imposible, algo que a la postre fue verdad, debido a lo que tuvimos que esperar antes de alzar el vuelo. Aun así, era técnicamente posible, pero mereció la pena hacer el tour que nos recomendó, sobre todo por Arturo, un guía fantástico. Ahora bien, lo que no recomendaría a nadie es contratar el tour a través del gordito, porque el precio en sí es una estafa (130 soles), es mucho mejor contactar con Arturo y hacerlo directamente. Lo malo es que la dirección que me ha dado no parece funcionar, porque no ha contestado un correo electrónico que le he enviado, pero espero que sí esté disponible en estos números de teléfono que me dio:

 

 Nosotros hemos caído en las fauces de ese Jabba el Hutt peruano, pero si ustedes pueden evitarlo, háganlo.

Esta es, sin duda, la parte más cara del viaje. Nosotros pagamos 100 dólares por una avioneta para dos personas con el ala por encima de la ventana, probablemente la mejor opción porque no tienes a más gente que pueda molestarte y siempre puedes ver por tu propio lado, porque los pilotos dan vueltas de forma que cada uno de los pasajeros puedan ver todas las figuras. A raíz de los accidentes aéreos del pasado, ahora hay muchas menos aerolíneas que antes. Esto tiene su lado bueno y su lado malo. La parte positiva es la mayor seguridad que conllevan medidas de Perogrullo como tener a un copiloto (algo que no era norma anteriormente) y unos mayores controles; la parte negativa es el alza de los precios, aunque esta no es una situación en la que uno quiera regatear mucho, pese a que todas las aerolíneas actuales deberían ofrecer una plena seguridad.

El sobrevuelo dura una media hora y en él ves, por este orden, los siguientes geoglifos: la ballena, los trapecios, el astronauta, el mono, el perro, el cóndor, la araña, el colibrí, el alcatraz, el papagayo, el árbol y las manos. En las siguientes fotos se pueden apreciar algunas de las representaciones. Para hacerlo más entretenido, escribiré los nombres en blanco, para que tratéis de adivinar de qué figura se trata. Podéis seleccionar la palabra con el ratón para verla mejor.



El mono.

Naturalmente, se pueden encontrar fotografías en internet donde las figuras son mucho más visibles, jugando con los contrastes, pero estas han sido hechas al natural. Uno de los aspectos más curiosos de estas líneas es su delicado estado de conservación: de hecho, se han tenido que dar una serie de factores para que aún hoy en día podamos observar estas líneas:

1) En Nazca (o Nasca para los peruanos) solo llueve de media hora cada dos años. De hecho, y aunque parezca mentira, nos encontramos ante uno de los lugares más secos del planeta. Bastaría una hora de lluvia continua para deshacer estos geoglifos tan místicos.

2) Esta zona (como pudimos comprobar en Chauchilla) se ve azotada por fuertes vientos que transportan mucha arena de un lugar a otro y a veces impiden los sobrevuelos. Sin embargo, la propia orografía de la planicie apenas presenta oposición para tales vendavales, con lo que dicha arena se acaba depositando cien kilómetros más al norte. Tanto es así que Nazca es el lugar idóneo para practicar el sandboarding, puesto que aquí se encuentra la segunda duna más alta del mundo (cerro Blanco, 2078 m) y la que ofrece el descenso más largo del mundo: duna Grande o cerro Marcha.

3) El color oscuro del suelo y el sol de justicia que incide sobre estos terrenos disminuyen la velocidad de dicho viento, al formar una capa de aire caliente protectora.

4) El yeso, presente en el suelo, contribuye a fijar todo elemento superficial al entrar en contacto con el rocío matinal.

Así pues, la elección de este emplazamiento por la cultura de Nazca no fue fortuita.


El cóndor.

Si bien las figuras de Nazca son las más famosas, el elemento más numeroso es el de las líneas (de ahí el nombre por el que se conoce al conjunto), que llegan a alcanzar cientos de metros de longitud. Se atribuye la autoría a la civilización nasqueña por los motivos encontrados en su cerámica.


Las manos y el árbol.

Según los últimos estudios, basados en la cantidad de C14 presente en materiales orgánicos que han quedado atrapados en el barniz de roca, los geoglifos se realizaron en algún momento entre los años 550 y 650 d. C. Si bien María Reiche es la arqueóloga que más tiempo dedicó a estudiar las líneas, no fue la descubridora, ni tampoco el primer arqueólogo en interesarse por el lugar. El Dr. Kosok, de hecho, fue quien le propuso a la señora Reiche investigar las misteriosas líneas.


Las manos y el árbol.

Todo el mundo piensa que las líneas solo son apreciables desde un avión, pero lo cierto es que también se pueden divisar desde las colinas adyacentes, como hizo en su día el arqueólogo peruano Toribio Mejia Xesspe. Desde el avión se ven algunas de ellas. En el trayecto en bus a Nazca también pudimos verlas a ras de suelo: como se puede ver, algunas están tan cerca de la autopista panamericana que se podrían vandalizar con cierta facilidad, pese a los puestos de control presentes. Claro que... ¿a quién le interesa destruir estos vestigios milenarios? Me vienen a la cabeza los budas de Bāmiyān, volados por los deficientes mentales de los talibanes. Pero aquí estamos ante un supuesto calendario astronómico, hipótesis que ya sostenía Kosok, secundada posteriormente por Reiche, en cuyo honor hay una fundación y un museo en Nazca.


El colibrí.

Tampoco hay que olvidar la existencia de otras teorías, como la que postula como propósito de la construcción el culto a los dioses del agua. Esta es, de hecho, la conclusión para otras líneas no tan conocidas como las de Nazca, pero no por ello menos enigmáticas o impresionantes: las líneas de Palpa.
Hay muchas razones para visitarlas: son más numerosas y antiguas que las de Nazca. Además, algunas de ellas presentan una mayor complejidad, como la gran familia.



Por lo que nos dijeron, algunas de ellas se pueden ver junto con las de Nazca alargando el sobrevuelo a una hora. A mí de todas formas me llegó con las de Nazca, pero ya que estás allí, y por un precio un poco más alto, ¿por qué no ver las otras? De haberlo sabido con anterioridad, lo habríamos hecho. Ahí os queda ese aviso para navegantes.



Después del sobrevuelo volvimos al hostal y, después del sablazo en dólares, preferimos comer en un restaurante bastante modesto un caldo de res y un arroz con pollo. Después fue cuando vino Arturo y nos llevó a visitar otros sitios en Nazca que merece la pena visitar. El primero fue el cementerio de Chauchilla.


Este es el tipo de momificación que se practicaba antiguamente, consistente en deshidratar el cuerpo lo máximo posible, abrirle la parte del abdomen para extraer las vísceras e introducir el algodón. Todas están colocadas en posición fetal, mirando hacia el este (hacia el lado oeste de la ciudad de Nazca). En su viaje al más allá les acompañaba cerámica de uso doméstico, dentro de la cual había alimentos que podrían utilizar en la otra vida. Para poder tapar las tumbas utilizaban madera de un árbol típico de Perú: el guarango.


En marzo de 2014 los arqueólogos tienen planeado abrir otras dos tumbas y taparlas con algún vidrio para evitar la descomposición de las momias que, pese a estar en las tumbas todavía, permanecen expuestas a la intemperie y al fortísimo viento que siempre sopla en este lugar. El día en el que fuimos me impresionó la ventolera, pero más me impresionó que el guía la calificara con menos de 1 en una escala del 1 al 10. A veces, de hecho, es imposible bajarse del coche. 



El otro gran peligro al que están expuestas las momias son los huaqueros o saqueadores de tumbas. Estos son capaces de profanarlas relativamente rápido en busca de tesoros, mientras que a los arqueólogos les lleva unos cuatro meses abrir una debidamente.


De camino al cementerio de Chauchilla se pasa por otro más modesto en donde se entierra a los lugareños, que no se pueden permitir los nichos del cementerio de Nazca (entre 3500 y 4000 soles). Lo hacen en posición horizontal, a dos metros y medio y mirando hacia el frente, pero claro: entre 25 y 30 años después el cuerpo termina hecho polvo, literalmente. Estas momias tienen más de 1100 años y la conservación es muy buena. Si bien el sistema de modificación era el mismo para todos, se dice que los colores de los tejidos podían representar su clase social: rojo para la más alta, marrón para la clase media y blanca para la plebe.

Después le tocó el turno a los acueductos de Cantalloc, también obra de la cultura de Nazca/Nasca.


Lógicamente, teniendo en cuenta el clima reinante y su pertinaz sequía, los acueductos poseían una importancia fundamental. Construyeron más de cuarenta de ellos y se denominan puquios, término que se utiliza en Perú y Chile para estos manantiales de agua. Lo que vemos en las fotos son las chimeneas helicoidales que tenían como función la ventilación y facilitar el acceso para tareas de limpieza y mantenimiento en general. Obra maestra de la ingeniería nasqueña, cuya construcción requirió de ingentes esfuerzos y mano de obra.



El Telar de Cantalloc es otro de los restos arqueológicos importantes de Nazca, junto con los paredones. Se llama así por la forma en cuadrícula que presenta. Se compone de tres partes: en la primera fotografía se puede observar el propio telar y parte de las agujas.



En esta segunda se aprecian de nuevo las agujas y el ovillo.


Y, por último, los paredones, edificados con piedras, barro y adobe en la parte alta. Gran parte de esta construcción, de 500 metros de ancho por 1 kilómetro de largo, está compuesta de material nuevo, restaurado hacía solo dos meses antes de nuestra llegada (noviembre de 2013), con apoyo del arqueólogo italiano Giuseppe Orefici y la municipalidad de Nazca, en un esfuerzo por intentar restaurar este patrimonio histórico, después del derrumbe provocado por el terremoto de 1996. El material original se encuentra en el centro, totalmente destruido. En la parte más alta, conocida como el torreón, pernoctaba el representante del inca, cuyo cometido consistía en supervisar las zonas agrícolas. Aquí llegaron a vivir 150 personas.


De vuelta al hostal, pudimos presentar dos espectáculos ligeramente esperpénticos antes de coger el bus nocturno.

1) Perros coprófagos: el cachorro que correteaba por el hostal, ni corto ni perezoso, soltó un zurullito tan cuco como él y, atraído por el hediondo aroma de su propio excremento, decidió catarlo con un mordisquito. «¡Está en su punto!», debió de pensar el chucho, porque lo cogió con la boca y lo transportó a otro sitio que formaba prácticamente el centro geométrico perfecto del vestíbulo del hostal. Y allí, atraído por ese banquete frugal pero deliciosamente fétido, acudió otro chucho para deglutir la cagarruta, ¡y no dejar ni la viruta! A eso le llamo yo el súmmum del reciclaje. Después, hablando con una persona que entiende mucho más de cánidos que yo, me enteré de que no era algo tan especial. Y yo me pregunto, ¿cómo se quejarán los perros entre ellos cuando el excremento no esté al dente?

—¡Guau!, ¡esto es una mierda!
—Guau, no me digas...

2) Gordos comeplátanos: Nosotros seguíamos en plan ahorro, así que fuimos a un centro comercial para comprar la cena. Nos quedaba un plátano, pero no contábamos con el apetito insaciable de ese dueño del hostal tan inconmensurable (literalmente, es que medirlo a lo ancho era una utopía). King Kong se acercó y nos preguntó, con alguna que otra baba deslizándose por la comisura de sus labios, si podía comerse parte de nuestro plátano. No queríamos acabar siendo devorados por sus enormes fauces, así que cedimos y ayudamos a saciar el bandullo de este capullo.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Crónica peruana (2): Ica y Paracas e itinerario general

En mi entrada anterior me había olvidado de mencionar el itinerario aproximado que seguimos durante nuestro viaje, por si sirve de referencia. Creo que viene a ser el básico de un viaje por el sur de Perú y, lamentablemente, nos dejamos muchas cosas en el tintero, como todo el norte (ruinas de Chan-Chan, Caral-Sulpe, Trujillo, Kuélap, etc.), Pachamacac (cerca de Lima), la selva (Puerto Maldonado era la opción más accesible y cómoda) o incluso la estancia con la familia en Amantaní. Aunque fuese un viaje, iba aprovechando las conexiones de los hostales en donde nos hospedábamos para realizar los encargos que me llegaron. No fueron muchos, pero sí hermosotes y mereció la pena llevarme el trabajo, porque no me molestó tampoco gran cosa. Gajes y ventajas del traductor on the move.

He aquí pues el itinerario básico:
Madrid - Miami - Lima - Ica - Paracas - Arequipa - Puno - Cusco - Aguas Calientes - Cusco - Lima - Miami - Madrid.

El primer paso por Miami fue una mera escala de dos horas, pero el segundo fueron 12 y aprovechamos para visitar los Everglades y la zona de South Beach, con sus edificios de art decó.



Sigamos con el viaje. Después de llegar a la estación de autobuses in extremis, nos esperaba un viaje de tres horas con Cruz del Sur, la afamada compañía de buses interurbanos peruana. La fama le precede e hizo honor a ella, porque tanto este como el resto de buses que cogimos me parecieron superiores a la basura de Alsa, que además de cobrarte bastante para lo que te dan, te estafan con estos puntos que nunca te permiten canjear. Recuero que un trayecto en un bus nocturno, con sus cómodas butacas reclinables, mantita, comida, televisor individual y Wi-Fi, costaba unos 29 euros, y eso toda la noche de viaje. El Alsa del mismo recorrido, sin Wi-Fi ni nada de nada, 38. Independientemente del coste de la vida de cada país, en Perú parece haber una sana y fuerte competencia entre compañías, porque hay otras que parecen ofrecer servicios a la altura. Nosotros, de las otras, solo probamos Julsa, bastante más barata, eso sí.




El dueño del Ica Wasi nos vino a recoger y de camino al hostal nos fue mostrando parte de la ciudad. A pesar de que la mejor forma de conseguir tours baratos es pasarse por las plazas de Armas de las ciudades respectivas, llegamos muy tarde por la noche y queríamos ir a las islas Ballestas el día siguiente, así que contratamos el tour en el hotel y, después, por pura vagancia, contratamos el del buggy y el sandboarding también. Al final la compañía con la que fuimos resultó ser la recomendada por Lonely Planet, y la verdad es que quedamos muy contentos con ambos tours.




Antes de llegar a las islas Ballestas se puede divisar el misterioso geoglifo del candelabro, cuya antigüedad se estima en unos 2500 años. Su significado no está del todo claro y circulan muchas hipótesis al respecto. Algunos dicen que es la figura de un cactus, símbolo de poder en el Perú antiguo. Los astrólogos de otrora utilizaban el jugo de los cactus y otras plantas como alucinógenas para mantener el contacto con seres superiores, en su calidad de oráculos. Otra teoría dice que es una cruz de navegación (la cruz del sur), hecha por piratas o navegantes, mientras que otros afirman que fue obra de uno de los dos libertadores de Perú: el general José Francisco de San Martín y Matorras (el otro es, lógicamente, Simón Bolívar). Este llegó con sus tropas aquí el 7 de septiembre de 1820 y desde este lugar comenzó la campaña libertaria del país. Por eso Paracas o Pisco son ciudades históricas para los peruanos. Quizá esta figura sea un símbolo de libertad, parte de una táctica militar o un símbolo de masonería, ya que San Martín y los libertadores americanos han pertenecido a la logia secreta de los francomasones. La hipótesis más extravagante es la que le atribuye una autoría extraterrestre, puesto que el candelabro también apunta a las líneas de Nazca y, como todos es sabido, la única forma de ver dichas líneas es a vista de pájaro. Pero lo cierto es que lo más lógico sería que la cultura Nazca fuese la autora del geoglifo.

Si bien no se ha creado de forma natural, la madre naturaleza sí es la artífice de su conservación. La dirección a la que apunta el candelabro, junto con los vientos alisios que la azotan, el agua marina y la falta de lluvia, ha permitido que siga allí intacta, dejando a todo espectador tan perplejo ante su contemplación como con las líneas de Nazca. De hecho, la propia María Reiche (la mayor experta en las líneas de Nazca) investigó también este geoglifo.

 


Las islas Ballestas son todo un santuario para ciertas especies de aves, lobos marinos y pingüinos. Sí, lo habéis leído bien. Aquí se pueden encontrar pingüinos de Humboldt. Esta es la única especie que hay en Perú. Se han adaptado a la temperatura del mar, que sigue siendo frío debido a la corriente costera peruana, también llamada corriente de Humboldt. En las islas Ballestas habitan unos 280 ejemplares, mientras que la población de todo el Perú se estima en unos 20 000. De hecho, está considerada como una especie en peligro de extinción. En los años 1850 se las consideraron aves productoras de guano y, por aquel entonces, había casi 1 millón, así que su número se ha visto seriamente mermado con el paso de los años y los siglos debido, entre otras cosas, a factores como las consecuencias del contrato Grace.


 La población de aves de las islas Ballestas quita el hipo.

Fue genial pillar precisamente a esos pingüinos justo en el momento en el que caminaban con su genuina torpeza entre el terreno escarpado hasta llegar al borde y lanzarse con arrojo para darse un buen chapuzón. Fuimos enormemente afortunados al poder captar ese momento mágico tanto en vídeo como en imagen.



Los pelícanos también tienen su importancia en lo que respecta al guano, pues son la tercera ave productora en importancia de estos excrementos. En estas islas también se pueden encontrar otras especies, como los piqueros peruanos (blancos y grises), cormoranes negros (también llamados cuervos de mar o cormoranes neotropicales) o soles de mar, entre otras.





El guano tuvo y sigue teniendo una importancia fundamental para Perú. La explotación empezó en el año 1840. En 1879 Perú tuvo un conflicto armado con los vecinos del Sur y acabaron perdiendo la denominada guerra del Pacífico (también llamada guerra del guano y salitre). Como resultado, el tratado de Ancón permitió a Chile explotar los yacimientos de guano de toda la costa del Perú.

 Estos cargadores sirven para depositar el guano en los barcos.

El guano se recolecta al cabo de 5 o 7 años. Solo en las islas Ballestas pueden llegar a acumularse unas 11 000 toneladas. Aquí llegan unas 250-400 personas y se quedan en este lugar entre dos y cuatro meses, dependiendo del guano acumulado. Solo usan manos, picos, palas, cuerdas, escobas y escobillas. La tonelada de guano en el Perú (20 sacos de 50 kilos cada uno) tiene un precio de unos 400 dólares americanos. 




Y, permítaseme la expresión, ¿cómo puede tener tanta importancia y valer tanto un inmenso montón de mierda? Pues porque el guano es uno de los mejores fertilizantes que existen, gracias a sus altas concentraciones de nitrógeno y fósforo, además de tratarse de un producto natural. Después de las guerras que devastaron Europa, resultaba fundamental disponer de buenos fertilizantes para potenciar la agricultura. Y aquí entró en acción el guano. Su importancia fue tal que un saco llegó a valer 50 dólares. Y eso no es todo. Los Estados Unidos llegaron a aprobar el acta de las islas guaneras, que permitía a los ciudadanos de EE. UU. tomar posesión de las islas que contuvieran ese codiciado montón de excrementos. Lo cierto es que sigue siendo un gran negocio para el Gobierno peruano.

 Los lobos marinos de las islas Ballestas.

 Después de la edificante excursión en las islas Ballestas volvimos al hostal y entonces reparé en algo que ya me había dejado algo mosca. De camino a la habitación oía ladridos procedentes del exterior y me parecía curioso que sonasen tan cercanos, como si no hubiese pared de por medio. Y es que no la había. El perro que ladraba era de la simpática raza del perro calato (una palabra que significa 'desnudo' en Bolivia y Perú). También lo llaman simplemente "perro sin pelo del Perú". La cuestión es: ¿por qué en Perú se ven tantas casas sin pintar, con el ladrillo a la vista, sin techo o como si les faltase algo? Y la razón es: para evitar pagar el impuesto sobre la propiedad inmobiliaria (una especie de IBI). Mientras que el edificio no esté terminado del todo, no se paga este impuesto, y en Perú se aprovecha este vacío legal para no apoquinar. Estas y otras anécdotas más terroríficas nos las comentó la dueña del hostal de Arequipa.



 La tarde del mismo día la dedicamos a surfear por las dunas del desierto de Atacama, primero con el frenesí desenfrenado (realmente parecía que no llevase frenos) del buggy y luego tirándonos desde las dunas con una tabla rociada de cera por debajo para practicar el denominado sandboarding.



Fueron dos actividades que nunca había practicado y me parecieron harto divertidas y emocionantes. Cuando te acercabas con el buggy a una duna a un cambio de rasante, siempre te acosaba la incertidumbre: ¿será solo un pequeño repecho o nos estaremos encaminando a una pendiente de tomo y lomo? Pues el segundo caso se dio en bastantes ocasiones, y nosotros tan contentos de poder disfrutarlo.





Por desgracia, no puedo poner vídeos de esos momentos, debido a su excesivo tamaño, pero son muchos los minutos grabados y numerosos los recuerdos que impregnarán nuestra memoria, como ese atardecer en el desierto, cuyo fin no se puede alcanzar con la vista.   




domingo, 8 de diciembre de 2013

Crónica peruana (1): Lima

Llegamos a Lima por la noche y, siguiendo los consejos del dueño del albergue Miraflores, cogimos el taxi de la compañía Taxi Green, en un trayecto más largo de lo esperado por la periferia de Lima, hasta adentrarnos en el barrio de Miraflores, supuestamente más selecto y seguro. Ya habíamos decidido que Lima no presentaba un gran atractivo, comparado con el resto de sitios de Perú, así que nuestro plan consistía en marcharnos el día siguiente por la tarde para llegar por la noche a Ica y pernoctar allí.


Con Francis, el dueño.

El día siguiente aprovechamos para realizar una visita muy interesante a Huaca Pucllana, para aprender cosas sobre la cultura lima (200-700 a. C.) y la wari. Al contrario que los incas y su adoración al sol (y animales como el puma, el cóndor o la serpiente), en la cultura limeña eran recurrentes los símbolos marinos, como se puede ver en su cerámica, donde abundan figuras como los tiburones. Debido a la corriente de Humboldt, en la zona abundan los peces pequeños y no suele ser habitual ver a estos escualos, pero el fenómeno del Niño trae consigo corrientes más cálidas y, por ende, a estos peces tan agresivos o incluso delfines.  

 Otra de las características que las diferencian de otras culturas es la forma en que enterraban a las personas más ilustres: en posición horizontal, recostadas sobre camillas hechas de bambú o carrizo, porque ellos entienden que la persona no muere, sino que va a continuar en otra vida después de la muerte. En las tumbas estas personas suelen estar rodeadas de ofrendas, como cerámicas, artefactos, conchas de nácar, etc. Todo dependía del oficio del difunto: si era pescador, le acompañarían al más allá anzuelos de cobre, redes de pescar hechas de fibra vegetal, etc.; si era tejedora, se encontrarían espinas de cactus, alpaca, agujas, lana, etc.

 En los años 700, todo cambia. Los waris invaden a la civilización limeña y, en vez de utilizar la huaca pucllana como templo, lo emplean como cementerio. Y aquí los cementerios son diferentes, porque los waris proceden de los Andes. En este caso, las sepulturas se van a hallar en la parte superior y los difuntos se enterrarán en posición fetal, porque entienden que la persona no muere, sino que vuelve a nacer. Como llegó al mundo de esa forma, de la misma manera tendrá que regresar. Este método es el mayoritario en otras civilizaciones sureñas y andinas, como los paracas, los nazcas, los incas o los propios waris, en contraposición con la cultura lima o chimú.


Debido a la frecuencia de movimientos sísmicos en esta zona, estas construcciones empleaban la técnica del librero, por esos espacios vacíos que quedan entre cada bloque (parecido a un libro), para liberar la onda sísmica. El ingreso de esta pirámide de tierra y arena se encontraba en la parte superior. Esta quedaba reservada para los chamanes y sacerdotes, mientras que la inferior era la destinada a la plebe. 



En primer lugar pisaban el barro para hacer la mezcla. Utilizaban arena, tierra arcillosa, conchas marinas (trituradas con piedras más grandes para obtener el calcio)... No usaban moldes, así que le daban forma con las manos y lo secaban al sol. Estas condiciones tan precarias disminuían enormemente su esperanza de vida, llegando a fallecer en la mayoría de casos a edades comprendidas entre los 35 y 40 años, sobre todo por problemas respiratorios. No hacían toda la pirámide de adobe, porque eso podía llevarles incluso mil años, sino que lo rellenaban con piedras y otros materiales, para acortar el tiempo de construcción.


Para evitar los terremotos (lógicamente en aquella época se desconocía que eran provocados por la fricción de placas tectónicas), los lima adoraban a un dios que llamaban Pachacámac (en quechua pacha significa 'tierra' y camac 'movimiento'). Trataban de calmarlo con ofrendas como algodón, maíz morado, cerámica y hojas de coca.  


Después de la visita guiada pasamos de taxi y decidimos coger el bus “A” hacia el centro, mucho más económico y genuino. Estábamos muy atentos para procurar bajar antes del puente que lleva a Rímac, el Bronx limeño. 


El distrito del Rímac, supuesto territorio comanche.

 Las indicaciones de Francis, el propietario del hostal, nos habían parecido curiosas, cuando menos: había marcado con X una especie de zonas limítrofes que separaban las zonas seguras de aquellas en donde era mejor no aventurarse. 


Esto concuerda con lo que nos dijo el guía de Nazca. Por lo que parece, Trujillo es la ciudad más peligrosa de Perú y Lima la capital más peligrosa de Sudamérica. Pero bueno, lo mismo que te pasa en Lima te puede pasar en Madrid, sinceramente. Todo depende de por qué zonas te pasees.
 Nosotros nos bajamos a la altura del parque de la exposición para tomar un par de fotos simpáticas (véase Facebook).

Posteriormente nos adentramos en el casco histórico de la ciudad y fuimos recorriendo sus calles fijándonos en la guía de Lonely Planet para llegar a uno de los restaurantes recomendados. Pero en esto nos abordó un checo que llevaba muchos años trabajando como ¿traductor? en unas ¿minas?, y después de entablar conversación con él le pregunté si conocía algún sitio recomendable para comer en la ciudad, teniendo en cuenta que llevaba bastantes años viviendo allí. Nos llevó a una calle que daba a la plaza de Armas donde tenían un menú bastante económico y ahí nos despedimos. Siempre que me abordan por la calle en un país extranjero suelo andar con cuidado, y lo cierto es que debería haberme librado del capullo este para tratar de buscar un restaurante adecuado por nuestra cuenta, porque al final la comida resultó ser bastante decepcionante. Ya no solo por la comida, sino también por la camarera, que debido al bajo precio del menú trataba de timarnos con las bebidas. Esta taimada arpía nos trajo una jarra de cerveza, cuando realmente habíamos pedido una botella para uno (aunque sean grandes). Después le pedimos una Inca Kola para probar y nos trajo las botellas grandes. Le pregunté si no tenía pequeñas y dijo que solo le quedaban de ese tamaño, mirando para otro lado. Podía disimular un poquito más las mentirijillas. Esperamos a que viniese otra camarera y le dijimos que se llevase el botellón ese. Nos contestó que no entendía por qué habían traído la grande y nos puso una pequeña. Pero no acabó ahí la cosa. Después la mala pécora esa hizo la cuenta y nos puso 20 soles por la jarra de cerveza. Les preguntamos, de nuevo, a otras camareras que si había algo mal en el precio, porque no pensábamos pagarlo, y nos dijeron que en realidad eran 15, corrigieron la cuenta y nos pidieron que no le dijésemos nada a la bruja piruja. ¿Pero qué restaurante es ese? Nada más llegar a Perú, los intentos de timo eran notables. Pero bueno, una vez habituados al sudeste asiático, ya estábamos curados de espantos y preparados para ser tomados por el pito del sereno. Y así fue. ¡Faltaría más!

Ceviche pasable (mejor el de trucha de Puno, aunque no sea el mejor lugar)


Papas a la huancaína, también típicas de Perú. Meh...



Inca Kola de tamaño pequeño


Después de ese suculento manjar seguimos con nuestro itinerario. Visitamos la catedral, cuyo coro es obra del maestro Berruguete.

 

 

También descubrimos que es aquí donde está enterrado el analfabeto de Pizarro, el cual, eso sí, murió con gallardía (sic).

 
Después del paseo por la ciudad y un cafecito, emprendimos el camino de vuelta hacia el hostal, para coger nuestras maletas y coger el taxi a la estación de autobuses. Pero el tráfico limeño nos deparaba una infausta sorpresa. Le pedimos al taxista que nos llevase al óvalo, un lugar cerca de nuestro hostal que servía como referencia, y nuestra esperanza de llegar a tiempo al hostal sufrió constantes altibajos: ahora parecía que lo podíamos conseguir, ahora todo indicaba a que nos íbamos a quedar parados un buen rato en medio del atasco... La cosa es que el taxi se detuvo cerca del óvalo y a mí me pareció ver el hostal, un edificio rojo, como un espejismo, aunque ese claramente no era el lugar correcto. Le preguntamos a un señor si estábamos en el óvalo y en esa conversación nos dimos cuenta de que debíamos hacerle dicho al taxista que nos llevase al Óvalo Gutiérrez: nos faltó ser un poco más concisos. Llegar a tiempo parecía ya una utopía, pero cogimos otro taxi de dudosa legalidad y al final el hostal resultó estar más cerca de lo esperado. Cogimos nuestras maletas y el taxista inició el viaje de su vida por las calles de Lima, tratando de recorrer siempre las calles menos transitadas a un buen ritmo, esquivando a los demás ocupantes de esa jungla automovilística y suspirando en el intento: “Miren lo que le están haciendo a mi carrito, que no está acostumbrado a esto”. La verdad es que demostró una gran pericia y, tras un viaje en donde no las teníamos todas con nosotros en muchos momentos, gracias a él conseguimos llegar a tiempo a la estación de autobuses para montarnos en el bus de Cruz del Sur, destino: Ica.