Dolors Bramon, profesora de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Barcelona, decía ayer en el Telediario que nunca había encontrado referencia alguna en el Corán sobre la prohibición de representar a Mahoma, del que se conservan de hecho pinturas en iconografías y manuscritos persas, mongoles y otomanos de la Edad Media.
Su hipótesis es que tal vez el error proceda de una mala traducción de una palabra en árabe que significa 'piedra de altar' o 'ídolo', según el contexto. La frase es esta:
"¡Creyentes! El vino, el maysir (juego de azar), las piedras de altar y las flechas no son sino abominación y obra de Satanás. ¡Evitadlo, pues! Quizás, así, prosperéis".
Estas "piedras" han sido a menudo traducidas como "ídolos'' y, como en la tradición griega los ídolos solían ser representaciones humanas, se ha interpretado en ese sentido. Pero para interpretarlo así "habría que echarle mucha imaginación", según Bramon. Es decir, para deducir que de "evitad" se pasa a "os prohíbo" y las piedras de altar pasan a ídolos y estos a "cualquier tipo de imagen o representación". Según Bramon, «el verso conmina a "evitar" pero no prohíbe, cuando el Corán no tiene reparos en prohibir de forma tajante otros asuntos como el matrimonio con la madre o el consumo de cerdo, por ejemplo».
Tratando de profundizar sobre el tema, encontré un revelador artículo de Gemma Saura para El Colombiano en el que aparece la opinión de Javier Rosón, que también intervino en el telediario. La seguna parte del artículo dice así:
Con estas afirmaciones, la experta en el islam admite que ha dejado boquiabierta a más de una audiencia musulmana.
Invitada
en alguna mezquita catalana, Bramon ha mostrado a los creyentes
diapositivas de bellísimas miniaturas persas, mongolas y otomanas que
representan a Mahoma, a veces a rostro descubierto, otras cubierto con
velo o sin rasgos, que desmienten la supuesta prohibición.
“Es en la cultura árabe donde nunca ha habido tradición de retratos ni de estatuas”, señala Bramon.
Javier Rosón
, analista de Casa Árabe, señala que fue después del siglo VIII cuando
se dejaron de representar imágenes humanas en el arte islámico-árabe, a
medida que las escuelas jurídicas suníes fueron viendo prohibiciones
categóricas en los hadices (los hechos del profeta, narrados por
terceras personas y no siempre considerados fiables).
“Por eso
tantos musulmanes árabes creen que está prohibido, aunque los que son
cultos saben que no existe ninguna base religiosa. Y por lo que respecta
al resto de musulmanes (los árabes sólo son el 20 por ciento de los
creyentes), antes de que estallara la polémica de las caricaturas hace
unos años ¡nunca se lo habían ni planteado!”, exclama Bramon.
“Es
cierto que el Corán no lo prohíbe, pero no por ello va a resultar menos
insultante para los árabes la representación de su profeta. No tiene
por qué estar escrito, si tu tradición no lo permite te lo vas a tomar
como un ataque”, reflexiona Rosón.
Por lo visto, el error de traducción se perpetuó en posteriores ediciones y la tradición lo conservó, lejos de enmendarlo. ¿Será toda esta polémica achacable a un traductor con mucha imaginación y pocos conocimientos o a la ignorancia generalizada de los lectores? No lo quiero llamar estrechez de miras, porque eso ya lo es, se mire como se mire. Si nos ponemos rigurosos, el mero hecho de creer en pleno siglo XXI que existe Dios, Alá, Yahvé, etc. ya es, de por sí, motivo de risa. Pero peor aún es perder los estribos y montar en cólera matando gente y poniendo precio a la cabeza de un pobre desgraciado que lo único que merece es una crítica mordaz sobre su bodrio de vídeo que no he visto, pero que no será una obra de arte, mucho me temo.