viernes, 9 de mayo de 2014

Crónica peruana (6): Cuzco y el Valle Sagrado


Por las recomendaciones de amistades y lo que habíamos leído, teníamos entendido que Arequipa era la ciudad más bella de Perú. Siempre es complicado catalogar un sitio como "el más...", pero al evitar reflexionar sobre la hermosura de Cuzco, nos llevamos una grata sorpresa.



Además de todos los lugares de interés turístico que alberga, nos pareció que también se podía disfrutar perdiéndose por sus calles adoquinadas, solos o en compañía de una chica española que conocimos en el tour de la ciudad, con la que cenamos en un restaurante con pinta de tradicional y económico, medio chifa. Por supuesto, siempre probando algo nuevo: en este caso chicha morada.



Nos alojamos en el Pisko & Soul, despertando al recepcionista de su letargo. No tardó en volver a caer rendido en brazos de Morfeo, roncando de lo lindo, después de proporcionarnos la clave de ese internet inalámbrico que tanto necesitan los viajeros 2.0. Me gustaba la decoración del hostal, pero no tanto los precios de los tours, un poco caros con respecto a los precios que se pagan buscándolos por tu cuenta. De todas formas, esto suele ser así en todos los sitios y las diferencias tampoco son tan grandes con respecto a tu moneda. Si quieres ahorrar al máximo, tienes que indagar. Eso sí, al menos en temporada baja no suele haber problema para apuntarte a un tour hasta en el último momento. Si encima te apuntas justo cuando el autobús está a punto de arrancar y todavía quedan sitios libres, entonces el gol es por toda la escuadra, como les sucedió a unos argentinos, que pagaron 18 soles por el tour a Maras y Moray (muchísimo menos que nosotros). Quizá sea una buena táctica, pero tiene más riesgo, claro.


Nos centramos primero en los lugares de interés en el propio pueblo de Cuzco. Empezamos por la catedral, cuya explicación me ahorraré para no acabar siendo esclavo de la longitud de la entrada.



Después fuimos al Coricancha, (qori significa 'oro' y cancha, 'recinto'). El imperio inca, en su momento de mayor apogeo, llegó a tener unas dimensiones de más de tres millones de kilómetros cuadrados. Sus territorios venían desde la zona sur de Colombia e iba por la zona costera 4000 kilómetros hasta Chile. Cuzco (o Cusco para los incas) era la capital administrativa, política y religiosa del imperio inca. El poder, por así decirse, partía de esta ciudad, donde vivían los nobles. Teniendo en cuenta esta consideración, es lógico que aquí se encuentre el templo más importante. Según el cronista Garcilaso de la Vega, aquí se rendía culto a Illapa, la divinidad inca del rayo, trueno y relámpago. Hay partes que se conservan bien, con muros originales de más de 500 años y las típicas hornacinas incas con forma de trapecio (para mejorar la estabilidad y proteger frente a terremotos), pero los conquistadores españoles decidieron que este era un lugar idóneo para construir el convento de Santo Domingo (que no resistió tan bien el terremoto de 1650, precisamente por la ausencia de esas estructuras trapezoidales). Y claro, al visitar este templo donde otrora las estatuas y paredes estaban recubiertos de oro, algunas veces incluso oro macizo, uno se encuentra con una mezcla de dos culturas e imperios bien diferentes: cristianismo y animismo, conquistadores y vencidos.



Los incas usaban diversos cinceles para tallar la piedra y darles forma, algunas de forma tan curiosa como la famosa piedra de 12 ángulos que se puede encontrar en la ciudad. Las dos técnicas principales para la elaboración eran la percusión y la abrasión.




La visita más interesante del día sería la que nos llevaría a Sacsayhuamán. Empezamos por el centro arqueológico de Kenko. Este nombre, 'laberinto' en quechua, no se corresponde con el nombre original,
caído irremisiblemente en el olvido. Se le llama así porque alberga en su interior un camino sinuoso con destino a una mesa donde probablemente se celebraban ritos, sacrificios y ofrendas (en la foto). Se trata, no en vano, de un lugar sagrado. Pero su función aún es objeto de debate y se especula incluso con que se tratase de la tumba de un inca, tal vez Pachacútec, cuya estatua preside la plaza de Armas de Cuzco.






Después de Kenko pusimos rumbo a Sacsayhuamán ('lugar donde se sacia el halcón'), una fortaleza ceremonial situada al noroeste de la ciudad de Cuzco. Y atención porque, por increíble que parezca, de nuevo aparecen los patrones a vista de pájaro que tanto parecían gustar a las antiguas civilizaciones peruanas (nazca, uros, incas...). En este caso Sacsayhuamán vendría a ser la cabeza de un puma cuya silueta traza el casco antiguo de la ciudad. También podría ser un chucho apestoso que ha quedado atrapado al juguetear con un cono señalizador de esos. Pero eso no suena tan majestuoso como un puma, ¡groarr!



Esta construcción es una de las mayores obras arquitectónicas del imperio inca, y un centro ceremonial dedicado al culto solar. Recomiendo la foto panorámica del artículo de la Wikipedia para contemplarla en todo su esplendor. En internet se puede encontrar más información sobre este monumento, porque me estoy quedando sin tiempo de nuevo para las otras tareas del día, ¡aaarg!



Tambomachay (deformación de Tanpumacha'y, compuesto de tanpu, 'albergue' y macha'y, 'lugar de descanso') es otro nombre moderno para lo que, según las crónicas, se llamaba Timpuc Puquiu (de timpuc, 'hervidero', y puquiu, 'manantial'). Por su arquitectura, con la técnica de engaste, se trata de un lugar religioso. El muro se mimetiza a la perfección con la roca viva, ya que los incas tenían mucho respeto por los lugares naturales. En las hornacinas se colocaban ídolos, momias y ofrendas. Se puede deducir fácilmente a quién estaba dedicado: al culto del agua, que no ha dejado de discurrir durante cinco siglos, ya sea época seca o de lluvias. Y lo enigmático es que desconoce su ojo de agua, es decir, no se sabe exactamente de dónde viene. En muchas crónicas se describe el agua como un elemento muy venerado por tanto la cultura inca como las anteriores (p.ej. la lima), porque es sinónimo de vida.


El último sitio que veríamos en nuestro itinerario sería el Puka Pukara ('fortaleza roja'), para cuya explicación no tengo tiempo. Sírvanse de investigar ;-P.

La visita del día siguiente la dedicamos a las salineras de Maras y a Moray.


Las salineras de Maras son un conjunto de 3000 pozos donde se evapora el agua salada procedente de un riachuelo subterráneo. La carretera que lleva aquí, en sus más inmediatas proximidades, no es un trayecto demasiado idílico para aquellos con vértigo, sobre todo si van sentados en la parte del autobús que mira al precipicio, ejem.



Hay tres tipos de sal natural: la sal medicinal (para reumatismo, artritis, etc.), la sal rosada (para el consumo humano) y la flor de sal. La primera es la que está en contacto con la tierra, la segunda en el medio y la tercera es la que flota, solamente en la estación de verano. Durante el estío las salineras presentan un color blanco, que se puede apreciar ligeramente en las fotos, mientras que en la época de lluvias (diciembre-abril) se vuelve marrón.


Moray, por su parte, era una especie de centro de investigación agrícola para los incas, que experimentaban aquí con diversos cultivos. De hecho, los diferentes niveles de las terrazas formaban pequeños microclimas, de forma que la temperatura ascendía desde el epicentro hasta la parte más externa. Se podían llegar a generar hasta 20 tipos diferentes.


La aplicación de esta construcción parece bastante práctica y prosaica, pero el guía decidió aprovechar el "tirón espiritual" que emanaba en el lugar para que nos cogiésemos todos juntos de las manos (como buedos herbados) para guardar dos minutos de silencio, inspirar, espirar y hacer acopio de todo el poder que insufla la Pachamama a nuestras almas. Vale.


He tenido que abreviar bastante, pero esta fue grosso modo la visita. Después nos dedicamos a disfrutar de Cuzco un poquito más. Con sus mercados, sus ajedreces de conquistadores e incas, sus carteles curiosos, sus fuentes de la plaza de Armas...





Mis disculpas a los lectores incautos por la pésima calidad de la entrada (bueno, en línea con el resto quizá), ¡pero no hay tiempo para más, amigos! Dejaré el resto del Valle Sagrado y el Machu Picchu para la última entrada sobre el viaje peruano.

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