Me encanta comenzar series distintas de entradas sobre un tema en concreto, para así sembrar caos, confusión y pánico (a veces). En realidad no es más que un reflejo de mi hábito de empezar varias cosas a la vez (libros, películas, etc.). Así la estructura del blog es menos lineal y nunca sabes lo que vas a tener la desgracia de leer. Lo único asegurado es que será un tostón de tomo y lomo, pero por algo será, querido lector, que te empeñas en volver aquí sin que te lo pida de rodillas. ¡Allá tú!
Al grano. Como prácticamente todo allegado que se precie sabe perfectamente, he vuelto a Japón. A cualquiera que venga aquí le llamarán la atención muchas cosas, pero yo me he fijado últimamente en una en especial: el toque japonés (a veces exclusivo de los nipones, otras veces asiáticos) de cosas tan comunes como una gasolinera, la forma de contar, la forma de conducir, la de comer... Parece que lo hacen todo justo al contrario que nosotros. Al principio había titulado esta serie "Japón, todo al revés", pero no es muy exacto, salvo en algunas ocasiones que parecen hacerlo justo a la inversa.
Hoy empezamos pues con las gasolineras japonesas. Fijaos en el detalle...
¿Qué las diferencia de las españolas o europeas? ¿Qué sistema os parece mejor?
miércoles, 27 de mayo de 2009
sábado, 23 de mayo de 2009
Sanja Matsuri: el festival de los tres santuarios / 三社祭
El pasado domingo la agenda era completita. Empezábamos la mañana asistiendo al Sanja Matsuri y terminábamos el día con una sesión de bunraku, el teatro de marionetas japonés. Procuraré dar la información más precisa posible, por eso me ha llevado un tiempo escribir el artículo.
¿Por qué se llama así? Pues porque san significa 'tres', ja (más bien jinja, pero en este caso solo ja) significa 'santuario' y matsuri 'festival'. Así pues, es el festival de los tres santuarios. Pero ojo, nos referimos a los tres santuarios principales, ya que en total se pasean por ahí alrededor de un centenar de ellos. Hay versiones medianas y versiones pequeñitas. Como estamos en Japón y aquí siempre les encanta lo pequeñito y adorable (el cute inglés que en japonés se podría traducir como kawaii), también hay minisantuarios llevados por niños pequeños. Como sé que algunos de vosotros no podéis leer ideogramas en vuestro ordenador, fijaos simplemente en los tres que aparecen en rojo en la foto de arriba. Son tres kanjis relativamente básicos, pero si no conocéis ninguno seguro que ya nunca olvidaréis como escribir "3" en japonés: efectivamente, por así decirlo, son tres rayacas de ná.
¿Por qué se llama así? Pues porque san significa 'tres', ja (más bien jinja, pero en este caso solo ja) significa 'santuario' y matsuri 'festival'. Así pues, es el festival de los tres santuarios. Pero ojo, nos referimos a los tres santuarios principales, ya que en total se pasean por ahí alrededor de un centenar de ellos. Hay versiones medianas y versiones pequeñitas. Como estamos en Japón y aquí siempre les encanta lo pequeñito y adorable (el cute inglés que en japonés se podría traducir como kawaii), también hay minisantuarios llevados por niños pequeños. Como sé que algunos de vosotros no podéis leer ideogramas en vuestro ordenador, fijaos simplemente en los tres que aparecen en rojo en la foto de arriba. Son tres kanjis relativamente básicos, pero si no conocéis ninguno seguro que ya nunca olvidaréis como escribir "3" en japonés: efectivamente, por así decirlo, son tres rayacas de ná.
Este es uno de los mikoshi principales. Se nota porque era más difícil acercarse. En kanji se escribe 神輿: el primer ideograma significa 'dios' y el segundo 'palanquín'. Por si os habéis olvidado de lo que es esto último, se define como una 'especie de andas usadas en Oriente para llevar en ellas a las personas importantes'. En este caso vendrían a ser la versión española de las andas españolas que vemos en Semana Santa, por ejemplo. Las personas que se encargan de llevarlo a hombros se llaman ujiko (氏子).
Este es un ohayashi (お囃子) o matsuribayashi (祭囃子). La primera palabra se compone del prefijo honorífico o (お) y hayashi, que significa 'acompañamiento musical (con instrumentos tradicionales japoneses). La segunda palabra es prácticamente lo mismo, pero precedido de la palabra matsuri (festival). El de la foto es estático, pero los hay con ruedas; estos son transportados por las calles en las que se realiza el festival.
Contrariamente a lo que muchos creen, los kimonos (ki 着: 'vestir', mono 物: 'objeto, cosa') no son exclusivos de las mujeres. En la foto de la geisha podéis ver a un hombre vistiendo un precioso kimono blanco. Este que veis aquí es una versión más cara, ya que además del kimono lleva una hakama (la falda gris). Es la ropa que usaban lo samuráis en la antigüedad (hay una versión con dos perneras que se usaba para poder montar a caballo con más facilidad).
Aunque no tenga que ver estrictamente con el evento, me llamó mucho la atención el arfefacto ideado por este señor, seguramente con muchos festivales ya a sus espaldas. El tío no pierde detalle de todo lo que sucede, gracias a los dos espejos que usa para mirar la pantalla de su cámara digital. ¡Menudo aguililla! (Mary, aquí tenemos a un Juan de la vida, ¿no? ;-P)
He aquí los pequeños de la casa (o de la calle, porque con esta crisis uno ya nunca sabe) portando la versión en miniatura de un santuario. Deduzco que se llama komikoshi (porque ko significa 'niño')
No se confundan como yo, amigos, eso que ven ahí no es un dragón. Esta es la llamada danza del león, en japonés shishimai (獅子舞). Los "baterías" tocan los taiko (太鼓), tambores tradicionales japoneses, y ejecutan esta danza para ahuyentar a los malos espíritus. La especie de estandartes que portan los dos jóvenes situados a ambos lados del dragón se llaman matoi (纏). Los bomberos del período Edo (1603-1868) portaban esa especie de varas alargadas, que tenían dos funciones: identificación (saber qué grupo era) y comunicación (para alertar de un incendio, por ejemplo). Sin embargo, hoy en día solo se utilizan en actos ceremoniales.
Aquí vemos la danza del león en acción.
Y aquí a uno de los mikoshi.
sábado, 9 de mayo de 2009
La vuelta al Báltico en cinco días (1)
El año pasado mi fiebre personal por los viajes alcanzó cotas nunca vistas, hasta el punto de llegar a plantearme el emprender un viaje alrededor del mundo mundial. Sin embargo, si uno se embarca en un viaje antológico por doquier durante unos cuantos meses, ¿qué le queda por ver después? No cabe duda de que esa no puede ser una excusa, porque ni aún viajando continuamente podríamos ver siquiera gran parte de lo que este planetilla tiene que ofrecernos. Hubo otros factores que me hicieron descartar la idea, o al menos aparcarla provisionalmente. Sin embargo, me picaba la curiosidad por comprobar las dos caras de la moneda y así me empeñé el año pasado en probar ambas versiones. Pensaba que el viaje en solitario iba a ser el claro perdedor, pero la verdad es que resultó ser una grata experiencia.
En mayo me propuse aprovechar los vuelos baratos disponibles desde Alemania y, ni corto ni perezoso, me cogí un avión a Kaunas (Lituania) para iniciar un recorrido de cinco días por los tres países (Lituania, Letonia y Estonia) para poner la guinda final con una visitilla a mi amiga María, que vive en Helsinki.
Así pues, el primer país visitado fue el de gran talento baloncestístico. La calidad de las muchachas que por allí pululaban era tal que sentí una inmensa alegría cuando vi por fin a la primera fea sin paliativos. De lo contrario, me habría quedado allí llorando y lamentándome de no haber nacido en este noble país, cuyas principales ciudades son Kaunas y Vilna. Casualmente esta última es, junto con la austríaca Linz, la capital cultural europea de este año 2009. Nótese que debe escribirse Vilna en español y no el nombre lituano Vilnius (me acabo de enterar).
La calle Vilnius de Kaunas (arriba) es la más bonita del casco antiguo, con edificios del siglo XVI. Por supuesto, como no podía ser de otra forma hasta una ciudad como esta tiene sus propias plusmarcas. ¿Cuál? Pues, en este caso, disponer de la calle peatonal más larga de Europa del Este: La Laisvės alėja (Avenida de la Libertad) se extiende a lo largo de 1,6 km. Aparentemente, la más larga de Europa es la Strøget de Copenhague.
Me recorrí la avenida de cabo y rabo hasta la hora del almuerzo. Decidí hacer caso a la maravillosa guía que obtuve en el aeropuerto (¡en español!) y probar la gastronomía local.
El llamado cepelinai es un plato típico lituano pero, corrígeme Elena si me equivoco, común a otros países de Europa del Este. Comí estos zepelines con kvass, una bebida hecha a base de pan y uvas pasas. Pasable.
La gran avenida o bulevar acaba aquí, en la Iglesia del Arcángel San Miguel.
Tras subir la colina de Aleksotas con el funicular más barato que recuerdo (50 litas = 14 céntimos). Desde lo alto se divisa Kaunas y el puente de Aleksotas. Y aquí estamos ante otro récord lituano. Porque este es el puente más largo del mundo. Evidentemente tal estadística tiene trampa. ¿Cuál? Bueno, antiguamente la parte al otro lado del río Nemunas pertenecía al norte de Rusia, que utilizaba el calendario juliano, mientras que la parte desde la que saqué la foto integraba el reino de Polonia, que empleaba el calendario gregoriano. Por lo tanto, al cruzar el puente uno se encontraba con el curioso dato de que habían pasado nada más y nada menos que trece días. Justo a la izquierda del puente se puede ver la Iglesia de Vitautas, el duque del siglo XV omnipresente en esta ciudad. Es la más antigua de la ciudad y lo curioso es precisamente eso, que no está dedicada a un santo, sino al héroe de Kaunas. El edificio blanco situado detrás de la iglesia es el ayuntamiento (apodado el "cisne blanco") con la Iglesia de San Francisco Javier adyacente. Y por último la catedral: es el ubicado en la parte superior derecha, al lado del puente. Creo que nunca en la historia ha habido alguien que en un blog ha proporcionado información tan exhaustiva sobre esta ciudad. Pero es lo que tiene viajar solo, que no te queda más remedio que leer todos los panfletos sobre la ciudad ;-D.
En mayo me propuse aprovechar los vuelos baratos disponibles desde Alemania y, ni corto ni perezoso, me cogí un avión a Kaunas (Lituania) para iniciar un recorrido de cinco días por los tres países (Lituania, Letonia y Estonia) para poner la guinda final con una visitilla a mi amiga María, que vive en Helsinki.
Así pues, el primer país visitado fue el de gran talento baloncestístico. La calidad de las muchachas que por allí pululaban era tal que sentí una inmensa alegría cuando vi por fin a la primera fea sin paliativos. De lo contrario, me habría quedado allí llorando y lamentándome de no haber nacido en este noble país, cuyas principales ciudades son Kaunas y Vilna. Casualmente esta última es, junto con la austríaca Linz, la capital cultural europea de este año 2009. Nótese que debe escribirse Vilna en español y no el nombre lituano Vilnius (me acabo de enterar).
La calle Vilnius de Kaunas (arriba) es la más bonita del casco antiguo, con edificios del siglo XVI. Por supuesto, como no podía ser de otra forma hasta una ciudad como esta tiene sus propias plusmarcas. ¿Cuál? Pues, en este caso, disponer de la calle peatonal más larga de Europa del Este: La Laisvės alėja (Avenida de la Libertad) se extiende a lo largo de 1,6 km. Aparentemente, la más larga de Europa es la Strøget de Copenhague.
Me recorrí la avenida de cabo y rabo hasta la hora del almuerzo. Decidí hacer caso a la maravillosa guía que obtuve en el aeropuerto (¡en español!) y probar la gastronomía local.
El llamado cepelinai es un plato típico lituano pero, corrígeme Elena si me equivoco, común a otros países de Europa del Este. Comí estos zepelines con kvass, una bebida hecha a base de pan y uvas pasas. Pasable.
La gran avenida o bulevar acaba aquí, en la Iglesia del Arcángel San Miguel.
Tras subir la colina de Aleksotas con el funicular más barato que recuerdo (50 litas = 14 céntimos). Desde lo alto se divisa Kaunas y el puente de Aleksotas. Y aquí estamos ante otro récord lituano. Porque este es el puente más largo del mundo. Evidentemente tal estadística tiene trampa. ¿Cuál? Bueno, antiguamente la parte al otro lado del río Nemunas pertenecía al norte de Rusia, que utilizaba el calendario juliano, mientras que la parte desde la que saqué la foto integraba el reino de Polonia, que empleaba el calendario gregoriano. Por lo tanto, al cruzar el puente uno se encontraba con el curioso dato de que habían pasado nada más y nada menos que trece días. Justo a la izquierda del puente se puede ver la Iglesia de Vitautas, el duque del siglo XV omnipresente en esta ciudad. Es la más antigua de la ciudad y lo curioso es precisamente eso, que no está dedicada a un santo, sino al héroe de Kaunas. El edificio blanco situado detrás de la iglesia es el ayuntamiento (apodado el "cisne blanco") con la Iglesia de San Francisco Javier adyacente. Y por último la catedral: es el ubicado en la parte superior derecha, al lado del puente. Creo que nunca en la historia ha habido alguien que en un blog ha proporcionado información tan exhaustiva sobre esta ciudad. Pero es lo que tiene viajar solo, que no te queda más remedio que leer todos los panfletos sobre la ciudad ;-D.
Mentira: en Holanda los estupefacientes no se anuncian pero todo quisqui sabe que se venden sin problemas. Sin embargo, los lituanos no se andan con sutilezas.
Verdad: Si para imitar al idioma alemán añadimos "en" a final de palabra, en lituano se hace lo mismo con "as", y se acierta no pocas veces. Ejemplos de ello son "internetas" o "baras" (bar). "Ratas", sin embargo, significa rueda :-P (y no, no es una tienda de suvenirs para aquellos que andan cortos de presupuesto)
Verdad: Si para imitar al idioma alemán añadimos "en" a final de palabra, en lituano se hace lo mismo con "as", y se acierta no pocas veces. Ejemplos de ello son "internetas" o "baras" (bar). "Ratas", sin embargo, significa rueda :-P (y no, no es una tienda de suvenirs para aquellos que andan cortos de presupuesto)
Y qué mejor manera de terminar este pequeño recorrido por la ciudad con un pequeño vídeo sobre el castillo de Kaunas.
No os perdáis la próxima entrega, aún en Lituania: Vilna y el castillo de Trakai.
martes, 5 de mayo de 2009
La dura vida del borracho nipón
Ser un borracho de pro en Japón no es ninguna bicoca. En este período vacacional denominado "Golden Week" (semana dorada), en el que se acumulan días festivos por valor de una semana, incluyendo el Día de la Constitución o el Día de los Niños (hoy 5), los beodos no descansan. Y por aquello de que los japoneses hacen huelga trabajando aún más, este ejemplar de edad avanzada y sin duda amplia experiencia ponía todo su ahínco y tesón ejecutando sus medidos pasos de baile al ritmo (o más bien arritmia) de la música eika: un estilo híbrido entre música tradicional japonesa y occidental.
Un baile espontáneo sin ton ni son no debería llamar mucho la atención (perdóneseme el pareado), pero no cabe duda de que estar bailando sin parar hasta la noche no es moco de pavo. Efectivamente, cuando volvimos a la estación de Nakano después de estar con nuestro amigo Hiroki, ahí seguía tan campante, pero esta vez bailando al compás del otro grupo callejero.
En este pequeño vídeo grabado con el móvil japonés, de calidad ciertamente lamentable, se puede vislumbrar la tremenda castaña que llevaba este pobre hombre. En estos tiempos de crisis, no hay nada como ahogar las penas en alcohol (aunque este sujeto parecía haberse bañado él mismo en todo tipo de licores). No se pierdan los pasos laterales de soberbia ejecución.
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