lunes, 18 de julio de 2011

Vietnam: Sapa (2/2)


El segundo día en Sapa fue cuando me enamoré de este lugar. Emprendimos el camino por la mañana y Danny nos llevó desde lo alto de las colinas hasta la propia vaguada, con una parada en el río para un masaje de pies relajante y balsámico. En cuanto vi aparecer las terrazas de arroz, supe que había merecido la pena llegar hasta aquí.



En nuestro recorrido pasamos por muchas de estas terrazas, acompañados de numerosos miembros de la tribu de los hmong negros, que aprovechaban la ocasión para ofrecernos su ayuda como expertos en el descenso a cambio de comprar algunas de sus baratijas al final del periplo (cosa que no sabes hasta el final, pero que se puede intuir). La verdad es que, de todas formas, es entrañable ver cómo cuidan de los niños extranjeros mientras estos se aferran a su mano.



Mi amigo Jorge (don Foto) se habría quedado extasiado ante estas vistas, disparando sin parar, en una sucesión interminable de instantáneas con las que tratar de capturar tan singular paisaje. Sin embargo, las fotos no le hacen justicia. La quietud se conjuga con la abrumadora superposición de terrazas que adorna los valles. Las de Banaue (Filipinas) son también famosas, y creo que empiezo a entender la devoción que suscitan por cómo impresionan y cómo se quedan impregnadas en la retina, cómo pasan a engrosar esa serie de imágenes de tu memoria.






Al final del camino visitamos un colegio y nos hicimos una foto con los alumnos y nuestro guía, Danny. La verdad es que los chavales apenas se inmutaron ante nuestra presencia.


El programa era apretado, por lo que después de comer a la vuelta (la mejor sopa de verduras que he probado jamás y otros platos riquísimos) pusimos rumbo a Hanói de nuevo, no sin antes deleitarnos con el omnipresente café vietnamita.


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