Ahora mismo Diego y yo nos encontramos en Sofía, capital de Bulgaria, en donde Liliana ha tenido la gentileza de hospedarnos e incluso irnos a recoger al aeropuerto. Ni cortos ni perezosos, lo hemos convertido en nuestra especie de centro de operaciones, desde el que viajaremos a Rumanía, Serbia, Macedonia y Turquía. Ya hemos cubierto nuestra primera escala con la visita a Bucarest, que dejaremos para otra entrada, cuando dispongamos del material necesario, verbigracia fotos y vídeos. Por lo pronto, creo que esta ciudad y su gente se merece un capítulo aparte.
Bulgaria ha sido, junto con Rumanía, el último país en integrar esa gran hermandad de estados denominada la Unión Europea. Y si bien su supuesto esfuerzo por llevar a cabo tal hazaña no deja de ser encomiable, no deja de transmitir una continua sensación de que todavía queda mucho por hacer.
En el círculo rojo pone "Tú estás aquí" (en la Unión Europea se entiende). Las intenciones son buenas, desde luego.
Es el país de la tergiversación: se niega asintiendo y se afirma negando. ¿Qué quiere decir eso? Que mover la cabeza a los lados significa 'sí', mientras que agitarla de arriba abajo quiere decir 'no'. Las comidas y los cafés se toman bien templaditos, ni siquiera con un "very, very, very... very hot!!!" se consigue, tanto aquí como en Rumanía, un café bien calentito. Hoy hemos aprendido la expresión en búlgaro (gracias Liliana) y sí que ha funcionado. Claro que nos han mirado como bichos raros y nos han dicho que tendrían que calentarlo en el microondas. ¿Pero cómo se hace el café en este país?
Uno de los aspectos negativos del país es la corrupción. Al parecer Bulgaria ha dejado de recibir ayudas de la UE porque el dinero destinado a construir puentecicos y fondos para otros proyectos acababa en las manos equivocadas, y es que cuando los propios taxistas te dicen "Cuidado con la policía", nada bueno se puede esperar. La corrupción es tal que los policías se inventan sanciones para tratar de recaudar. Si tu permiso de residencia caduca el 20 de noviembre y tú vas el 15 a renovarlo, te dirán que se te va a imponer una multa por no hacerlo con una semana de antelación (ley no escrita), y pasarán a dejarse en evidencia ellos mismos poco después diciendo que 10 euros de multa no es tanto para un español (es decir, nosotros somos un euro andante para ellos).
El transporte deja mucho que desear. Tardábamos tanto en sacar un billete de tren que decidimos dar una vuelta hasta que la funcionaria de turno lo tuviese preparado. Pero cuál sería nuestra sorpresa que cuando volvimos la muy inútil ya lo había cancelado. Puedes pagar con tarjeta en los putiferios, pero no puedes utilizarla para sacar un billete de tren... ¡internacional! Y los taxistas son un mundo aparte... Llega un momento en sus vidas en donde deben decidir seguir el lado oscuro de la fuerza o mantenerse al lado de la justicia. En Sofía solo hay que hacer caso a los taxis con un distintivo en la parte trasera del coche, al lado del conducto del depósito y con un número de teléfono impreso que empieza por 973. Esos son los taxis Skywalker, mientras que casi todos los demás son Darth Vaders en potencia, que llegan a cobrar un precio final que quintuplica como mínimo el habitual. Vamos, que puedes entrar vestido en un taxi y salir en gallumbos como no andes al loro.
Los búlgaros parecen vivir en un permanente estado de mala leche. Nada más llegar al aeropuerto cogimos un taxi para ir a casa de Liliana. El taxista, ya de por sí con cara de pocos amigos, abrió el maletero y yo me dispuse a encajar la maleta en el receptáculo, pero según mis cálculos no había sitio suficiente y yo me quedé mirando con cara de resignación. El taxista me miró como si fuese un auténtico deficiente mental y la colocó a hostia limpia en su posición adecuada. Diego fracasó asimismo en su intento por colocar la maleta y el hastiado conductor volvió a hacer lo propio. No es el único ejemplo: cuando compramos unos bocadillos para tener algo que comer en el tren de camino a Bucarest, la encargada nos los vendió con una cara que parecía decir "¡coged los bocatas y largaos con viento fresco, cabrones!". Ciertamente me recordó a ese capítulo de Los Simpson en donde dos personas están jugando al ajedrez y, tras acabar la partida, el perdedor tira todas las fichas como si montase en cólera pero diciendo "¡Buena partida! ¿Jugamos otra?". Bulgaria es la quintaesencia del mal humor. Sirva como ejemplo nuestra "conversación" con el revisor del tren a Bucarest, un amante de las frases compuestas por una sola palabra.
(Diego y Cygnus suben al tren y, en dirigiéndose a su compartimento, oyen una sutil y delicada vocecilla a sus espaldas)
-TICKET!!!
(Diego y Cygnus le entregan los billetes)
-TOMORROW TICKET TO YOU!!! (quicir, mañana te devuelvo el billete)
(1:00 AM, frontera búlgaro-romana)
(Toc-toc-toc)
-PASSPORT!!!
(2:00 AM frontera romano-búlgara)
(Toc-toc-toc)
-PASSPORT!!!
(5:55 AM, cerca de Bucarest)
(Toc-toc-toc)
-TICKET!!!
(el revisor nos devuelve los billetes)
(6:05 AM, estación de Bucarest)
(Tras haber consultado el reloj de la cámara, perfectamente adaptado a la hora española y no a la búlgara, pensábamos que nos quedaba todavía una hora para llegar al destino, así que nos volvimos a la cama. La consecuencia fue lógica:
Toc-toc-toc)
-BUCAREST!!!
El revisor, pues, quería hacernos salir amablemente de nuestro error. Y así llegamos a Rumanía. Claro que eso será objeto de otra entrada.
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