Sí es cierto que récord dista mucho de ser imprescindible, ya que disponemos de plusmarca o simplemente marca para tal acepción. Sin embargo, si eliminásemos récord también deberíamos hacer lo propio con los calcos fútbol, básquet o voleibol, ya que tenemos palabras de nuestra propia cosecha: balompié, baloncesto y balonvolea. ¿Es realmente necesario?
Será mejor olvidarse por un momento de tales digresiones y disfrutar con un breve relato, obra del escritor Nelson Verásategui, que analiza en clave de humor el intenso e interesante debate sobre este aspecto de nuestra lengua:
El leitmotiv del presidente Hurtado
Ni los politólogos más astutos y clarividentes entendían cómo había sido posible la elección de este señor a la presidencia de la república. Su programa de gobierno giraba alrededor de la defensa de la lengua, de la pureza de las tradiciones y costumbres y de la lucha contra todo lo que fuera extranjero. Decía que reforzando todo esto el país mejoraría su economía y su importancia mundial. Los partidos de oposición muy divididos no se dieron cuenta de la fuerza que estaba tomando y del apoyo que recibió para su campaña electoral. Cuando ganó quedaron groguis y noqueados durante meses mientras el nuevo mandatario imponía su ley.
Prohibió la importación de productos que no estuvieran escritos en la lengua de Cervantes ni tuvieran nombre castizo. Los whiskys tuvieron que nombrarse güisquis, la Coca-Cola se volvió Cola Loca, el vodka se llamó agüita, el Nintendo mudó en Noentiendo, el PC se transformó en CP con sus soportes lógicos y físicos reemplazando al software y hardware, los teclados sin eñe fueron prohibidos y las teclas K y W suprimidas de todos los que quedaban en funcionamiento. La gente tuvo que decidirse de una vez a pesar en quilos, ser caratecas, navegar en cayaques, olvidarse de los grados kelvin y conectarse a la güeb. Estas primeras decisiones produjeron trabajo en las aduanas y en el comercio en general pues tuvieron por un lado que vigilar las importaciones y por otro cambiar todos los avisos, empaques y publicidades. Quien no estuviera conforme a la ley perdería su mercancía y su licencia de venta. El desempleo pareció disminuir.
Después el presidente prohibió la entrada a su territorio a toda persona que no hablara español y expulsó a los que se atrevieran a hablar otro idioma. Además todo nombre extranjero quedaba reemplazado por el equivalente castizo más cercano aún para los turistas que recibirían una etiqueta con su nuevo nombre temporal convirtiendo a John Smith en Juan Herrera, Pierre Dupont en Pedro del Puente, Silvio Berlusconi en Silverio Verluzcón y Hu Jintao en Hugo Untado. Los embajadores protestaron y regresaron a sus países para consultar con sus respectivos ministros de tutela la actitud que se debería tomar al respecto.
Cuando la Academia de la Lengua se atrevió a mostrar al presidente las palabras que ella aceptaba en su diccionario, el mandamás decretó que sólo los diccionarios que se publicaron hasta el año de su nacimiento, por allá a mediados del siglo XX, serían los válidos y mandó a quemar todos los diccionarios más recientes incluyendo cualquier diccionario bilingüe que se atravesara en el camino. By the way, el grito de batalla del Comando Especial de Limpieza Lingüística (CELL) era: «¡Fuera *pizza* del *DRAE*!» Además ordenó que todas las palabras anticuadas y en desuso volvieran a tener vida propia e instó a la población a resucitarlas. Suprimió la enseñanza de idiomas extranjeros excepto de las lenguas muertas que consideraba inofensivas. Así las clases de latín, griego y sánscrito se salvaron. Evidentemente todas las páginas güeb y los mensajes electrónicos eran traducidos automáticamente al aterrizar del extranjero en cualquier servidor de red del país, lo mismo que las conversaciones telefónicas, las canciones y la radio y televisión extranjeras (ça va de soi!).
Como los hablantes no le ponían mucho caso, hizo instalar micrófonos y cámaras conectadas a sistemas sofisticados de reconocimiento de la voz y del lenguaje de señas para que transmitieran al CELL la transcripción de todo lo que se hablaba en el país. Así se descubrió que los jugadores de scrabble eran los más recalcitrantes y sus reuniones fueron prohibidas. Los militares fueron sorprendidos hablando de Mirages en vez de Espejismos o de fusiles rusos Kalashnikov en lugar de Calasnicomes como él había ordenado.
No contento con estas medidas pidió a lingüistas famosos un estudio sobre las secuencias fonéticas y morfológicas típicas del castellano y una lista de secuencias que debían proscribirse. Así se llegó a la conclusión de que las únicas consonantes que se podrían duplicar serían las de la palabra CAROLINA y con esta decisión nadie más pudo comer pizza, usar la letra griega kappa, ni los rayos gamma, cerraron las boutiques y no hubo más stop, spray, sprint ni striptease.
Al resolver los problemas léxicos, prosódicos y morfológicos a su manera, se ocupó después de la sintaxis y la semántica. Prohibió escribir frases que empezaran con Y o que no tuvieran como es debido un sujeto un verbo y un complemento para que los titulares de la prensa fueran de una vez por toda claros. Las oraciones no debían tener más de diez palabras y el punto y coma debería usarse más a menudo. Siguiendo los principios de un ministro brasileño para agilizar la administración pública y reducir la burocracia, suprimió el pospretérito y rehabilitó el copretérito en desuso.
Los partidos de izquierda despertaron de su letargo y comenzaron a criticar al dictadorzuelo del lenguaje. El presidente no se asustó y arremetió prohibiendo el uso de la palabra izquierda por ser de origen vasco y tener una forma bizarra, perdón, extraña. En su lugar se diría laeva. Los partidos levógiros se unieron cambiando de nombre y formando el Frente Laevario Unido que tuvo el apoyo de altos mandos del ejército que en secreto ayudaron a armar una conspiración. Las minorías étnicas que hablaban lenguas autóctonas y no podían expresarse normalmente participaron al plan. A partir de ese momento las reuniones fueron en la selva virgen lejos de micrófonos y satélites espías.
¿Qué hacer para volver a lo normal? ¿Qué trampa podrían ponerle al puritano? Después de mucho debate llegaron a un acuerdo. Lo atraparían por su punto débil. «¡Por la boca muere el pez!», dijo el general Mallarmé que estaba furioso de haber tenido que cambiar de nombre por Malarmado siendo un militar con muchos soles. Organizarían un concurso de belleza y lo nombrarían miembro del jurado. Conseguirían a las más bellas y más competentes lingüistas del país para elegir a la Miss Lengua, perdón Señorita Habla entre las cuáles estaría en secreto la mejor espía del país, apodada Mata Hari pero con el alias de Marta Arias en esta ocasión, que estaría encargada de llevar a cabo el plan detallado.
El señor presidente no se hizo rogar y escogió él mismo las finalistas que representarían cada una las veintisiete letras del alfabeto, excluyendo evidentemente las inútiles intrusas K y W. Las mozas deberían desfilar con diferentes trajes típicos, en vestido de noche, en traje de baño y contestar a preguntas difíciles sobre el idioma. Las preguntas se iban complicando a medida que el concurso avanzaba. Que cuál era la diferencia entre lengua, habla, idioma y dialecto, que qué distinguía esencialmente las teorías de Chomsky y Saussure, que si la frase «nos veo viajando por Europa de luna de miel» era correcta gramaticalmente, que si los adverbios qué, cuándo, dónde se podían pluralizar, que qué tenían en común un idiota y el idioma, que hicieran el esquema de la estructura sintáctica de «no comprendo porqué el chico ha robado este dinero, porque me consta que no tiene problemas económicos», que quién dijo «et in arcadia ego» o «in ictu oculii», dónde lo escribió y por qué lo dijo y otras incógnitas más esotéricas y peliagudas. Como era de esperar, la espía logró llegar hasta el grupo de las tres finalistas ya que conocía todas las preguntas y respuestas de antemano. El presidente estaba más feliz que nunca viendo cómo las jóvenes tan bonitas e inteligentes respondían sin dudar sobre casi todos los temas.
Llegó el momento de leer un trabalenguas complicado que ellas debían memorizar y repetir rápidamente: « Pabla le dio con el palo a Pablo y Pablo le dio con la tabla a Pabla, porque cuando cuentas cuentos nunca cuentas cuantos cuentos cuentas que solo el cura lo cura, pero el cura que lo cura comete una gran locura». Aquí la Mata Hari les ganó el primer puesto y el presidente quedó encantado. Él mismo subió a ponerle la corona al escenario pues como era el primer reinado no había ex reina para ello. Le dijo muy emocionado: «Las mujeres fatales son unas pobres desgraciadas: algunas actúan, otras quisieran ser hombres. No le veo la gracia a ese mito machista y repugnante. Mejor sería que, en vez de ser mujeres fatales, fuesen mujeres felices y tú lo eres. Te invito a cenar mañana en el palacio presidencial, jacarandosa».
La joven llegó puntual a la cita. Era una cena tête à tête, es decir a solas. Marta se puso muy conversadora pero el presidente no lograba descifrar muy bien lo que ella le decía. «Me apetece ingerir vino espumoso blanco o rosado originario de Francia con esa especie de torta chata, hecha con harina de trigo amasada, encima de la cual se pone queso, tomate frito y otros ingredientes como boquerones curados en salmuera con parte de su sangre, aceitunas, etcétera y se cuece en el horno, movernos de aquí al estadio donde se juega entre dos equipos de once jugadores cada uno, cuya finalidad es hacer entrar un balón por una portería conforme a reglas determinadas, de las que la más característica es que no puede ser tocado con las manos ni con los brazos, tomar mi abrigo hecho de piel de ese mamífero carnicero semejante a la nutria, con los dedos reunidos hasta más de la mitad por una membrana que se alimenta de toda clase de animales pequeños, habita en el norte de América y es apreciado por su piel, que dejé en el armario empotrado pues aquí hace más frío que en una gran masa de hielo flotante, desgajada del polo, que sobresale en parte de la superficie del mar y ya no estamos en el colegio de párvulos», dijo ella entre otras cosas raras. «¡Déjate de bobadas!, muchacha, que aquí no hay micrófonos y puedes hablar como quieras. En lugar de ese galimatías dime de una vez quiero tomar champagne con pizza, ir al foot-ball, tomar mi visón del clóset que esto está más frío que un iceberg y ya no estamos en el kindergarten. ¡Coño!», contestó enfurecido.
La joven sonrió y le mostró el micrófono que tenía colgando del cuello en forma de collar y en el mismo instante llegó el CELL para llevárselo preso y destituirlo por no respetar las leyes de la república que él mismo había impuesto. El vicepresidente tomó el cargo, renunció a favor del general Mallarmé que feliz se apresuró a recuperar su nombre, abrogar todas las leyes que se habían convertido en el Leitmotiv del depuesto dictador y llamar a elecciones prohibiendo que el lenguaje formara parte de las promesas electorales.
Y colorán colorido este cuento ya se ha ido. :-)
Nelson Verástegui, Ginebra, Suiza, 16 de agosto del 2008
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