jueves, 15 de octubre de 2009

Corea: tensión y distensión (5/7)

Este 2009 ha sido un año infortunado por lo que a ex presidentes de Corea del Sur se refiere. Si en mayo era Roh Moo hyun, predecesor del actual primer mandatario, quien se suicidaba al no poder aguantar la deshonra y el sufrimiento causado por las investigaciones de corrupción contra él, este 18 de agosto era Kim Dae Jung el que nos decía adiós, víctima de un paro cardíaco. Sin entrar en comparaciones, Kim Dae Jung entrará en los anales de la historia como uno de los grandes líderes y de Corea del Sur, batallador incansable en pro de la reunificación e impulsor de la Sunshine Policy, una política de acercamiento al país vecino continuada por Roh Moo hyun. Sus esfuerzos le valieron el Premio Nobel de la Paz en el año 2000. Buena muestra de su talante pacifista es su petición de indulto para Jeon Du-whan Rok (también conocido como Chun Doo-hwan), el mismo hombre que le había condenado a muerte 20 años antes.

Seguimos con nuestra cada vez más vieja historia. El 24 de junio, haciendo caso omiso de ciertos consejos, partí hacia la frontera con Corea del Norte movido por una irrefrenable curiosidad. Mi hado siempre me lleva encontrarme en cualquier lugar en el peor momento posible, sirva de ejemplo mi "encarcelamiento virtual" en Bangkok el año pasado (impidiéndome mi ansiado viaje por Vietnam). En este caso, me dirigí hacia la frontera en un momento de supuesta máxima tensión entre los dos países, con los norcoreanos haciendo continuas pruebas de lanzamientos de misiles, el presidente Lee myung-bak pidiendo el compromiso de los Estados Unidos por la causa, Japón en alerta, la condena unánime de la comunidad internacional...

Corea del Norte es el patito más feo de los que existen en el mundo. El odio irracional hacia todo lo estadounidense se fomenta desde la más tierna infancia. En un país que parece sacado de la novela 1984 de George Orwell no hay lugar para la libertad de expresión, de prensa o de libre circulación. Los norcoreanos están atrapados en un país paranoico, que vive por y para la lucha armada, con ostentosas paradas militares y emisión interrumpida de programas del género bélico en la pequeña pantalla. Se puede defender el comunismo de muchas formas, pero cuando uno no puede salir de su propio país, no existe libertad. Para un servidor, no dejarme salir de España sería lo mismo que pegarme un tiro. Este blog ni siquiera existiría, ni por el nombre ni por los contenidos.

Creo que el tema "Corea del Norte" podría dar para horas y horas de conversación, pero nunca con los propios norcoreanos, claro. Si ya es difícil entrar como turista en Corea del Norte, la idea se torna casi en una quimera para los surcoreanos. De hecho, muchos de ellos se irán de este mundo sin haber visto o hablado en su vida con uno de sus vecinos. Si queréis aprender cosas sobre este país, os recomiendo dos reportajes: Amarás al líder sobre todas las cosas, de Jon Sistiaga, y Corea del Norte: acceso al terror. El primero es muy entretenido, aunque quizá algo amarillista y tendencioso. Sin embargo, ambos os permitirán aprender muchas cosas sobre el país que así evito limitarme a plasmar aquí por escrito.

La primera parada de la visita fue Imjingak, un complejo turístico con varios monumentos conmemorativos sobre la Guerra de Corea y el conflicto subsiguiente y eternamente actual. Más de tres millones de surcoreanos visitan este lugar para rezar por la reunificación de dos países que, en teoría, aún se encuentran en guerra porque en 1953 lo que se firmó fue un armisticio, no un tratado de paz, ratificado en cierta medida por la declaración conjunta de 1972, que marcaba las bases sobre las que debía asentarse la paz en la región. En la foto se puede observar el Puente de la Libertad, construido para intercambiar 12.773 prisioneros durante la Guerra de Corea.

A continuación nos adentramos en uno de los lugares más curiosos que servidor haya conocido: la zona desmilitarizada. Un lugar en el que, como su nombre indica, las armas están prohibidas, pero en cuyo suelo se encuentran 700.000 minas. O al menos esos eran los datos oficiales, pero según un soldado amigo de la guía hay 10 veces esa cantidad, es decir, millones de minas. Durante el viaje en autobús cualquier foto o grabación estaba terminantemente prohibida, pero recuerdo perfectamente las omnipresentes cintas que demarcaban las parcelas de terreno a ambos lados de la carretera, una incesante sucesión de señales de advertencia con la palabra "minas". A cada lado de la línea de demarcación se hayan 2 kilómetros de un espacio en el que, desde hace ya más de 50 años, nadie ha puesto un solo pie. Esto ha permitido que más de 2.900 especies vegetales, 70 tipos de mamíferos y 320 clases de aves campen a sus anchas en esta reserva natural involuntaria.

El siguiente lugar de la visita me ofreció datos interesantes y jocosos. Se trata del tercer túnel, prueba fehaciente de la omnipresente Guerra Fría entre ambos países. Se descubrió el 10 de junio de 1978 en Jeomwon-ri. Consta de 1.635 m de extensión, 2 m de altura y otros 2 de ancho, a tan solo 435 m de la línea sur de la zona desmilitarizada. Lo más gracioso es, sin duda, las tres reacciones diferentes de los norcoreanos ante tal descubrimiento.

1 . "¿Qué túnel? Bah, seguro que lo hicisteis vosotros". Una afirmación difícilmente sostenible a tenor de la inequívoca dirección hacia la que apuntan las perforaciones para la dinamita (Corea del Sur) y la estupidez que supone descubrir tu propio túnel.

2. "Esto... bueno, es nuestro. Pero en realidad forma parte de una mina de carbón". Razón por la cual pintaron de negro las paredes, en un pueril intento por aportar veracidad a su excusa.

3. "¡Queremos nuestra parte!". Después de derribar su parte del túnel (a pesar de que probablemente nadie esté interesado en escapar de Corea del Sur hacia el norte por un cochambroso pasadizo subterráneo), los norcoreanos se enteraron de que sus vecinos estaban haciendo pasta con las visitas de los turistas y reclamaron su parte, en el colmo de la hipocresía.

Corea del Norte es un país tan mentiroso como ingenuo. Especialmente ridículo es el caso de los secuestros de ciudadanos japoneses (tan imbuido en la sociedad japonesa que la palabra 拉致 rachi se usa casi exclusivamente para este tipo de secuestros). Cuando Corea del Norte permitió a cinco secuestrados viajar a Japón en 2002, les impuso como condición regresar al país. Lógicamente se quedaron en Japón. ¿Quién querría vivir en ese... "paraíso socialista"?




Después nos dirigimos al Observatorio de Dora, desde el que se puede contemplar Corea del Norte a través de unos prismáticos. Sin embargo, no es una zona muy representativa, por lo que solo se alcanza a vislumbrar las calles de Gaeseong-si y la estatua de bronce de Kim Il Sung, el fundador de la nación. Quizá una visita más interesante sea Panmunjeom, el lugar en donde se firmó el armisticio. Sin embargo, la visita a tal emplazamiento requería un día entero de excursión, y yo solo tenía una mañana disponible. Aproveché para hacerme una foto con un soldado surcoreano, cuyo inglés parecía impecable, a todo esto.


El viaje finalizó en la Estación Ferroviaria de Dorasan, visitada por el presidente George W. Bush en febrero de 2002. Se trata de la más septentrional de Corea del Sur. No puedo evitar lamentar la inutilidad actual de tamaña demostración de modernidad y lujo, obra del mismo arquitecto del aeropuerto de Incheon en Seúl. Hoy por hoy es un lugar prácticamente desierto; sin embargo, de lograrse una eventual reunificación o paz permanente, viajar en tren hasta Europa podría ser un sueño convertido en realidad.

Bueno, bueno, parece que la entrada se ha hecho demasiado larga. Así que tendré que cambiar el número de entradas para el viaje a Corea del Sur de 6 a 7. ¡Hasta el próximo y penúltimo capítulo!

1 comentario:

  1. Estoy aprendiendo a hacer blogs asique voy a competir contigo dentro de nada,aunque para una entrada como ésta última necesitaría un mes........por lo menos. Besos.

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