domingo, 14 de marzo de 2010

Viaje navideño (4/5) - Indonesia: Yogyakarta


Cuanto más viajo por los países del sudeste asiático, más me enamoro de sus gentes. Creo que Camboya e Indonesia son buenos exponentes de la acogedores que llegan a ser los lugareños. Yogyakarta parece un lugar ideal para experimentar la curiosa sensación de ser observado con curiosidad y hasta simpatía. Basta con pararte un par de segundos en cualquier calle de Yogyakarta, y no tardará en caer sobre ti el indonesio angloparlante de turno para darte indicaciones, acompañarte a cualquier lugar o ofrecerte incluso su propio recorrido turístico. Lo curioso es que, al contrario que lo que me sucedió en Marruecos, no hay tarifa oculta hasta el final del trayecto. El buen hombre que nos guió al palacio del sultán trabajaba cerca de allí, pero no fue hasta llegar y darnos a todos la mano, uno por uno, que nos dimos cuenta de la verdadera bonhomía de este simpático individuo. El turista cantón camina receloso y se muestra suspicaz de cualquiera que se ofrezca sin pedir nada a cambio. En todos lados hay aprovechados, pero en Yogyakarta, para tener dos joyas arquitectónicas de tamaño calibre en sus alrededores, los turistas escasean parecen despertar simpatía. Junto con los camboyanos, me han parecido los más amables.


Es curioso el número de combinaciones posibles para convertir a una bicicleta en un medio de transporte. Digamos que, en este caso, se podría considerar más bien un triciclo. ¿Y dónde va el conductor? Lo primero que pensaría cualquiera es en la configuración estándar, con el ciclista delante y los pasajeros detrás, ya sea con un diseño funcional o más profesional, como en Málaga. En Malaca nos encontramos una versión más rara, con el conductor situado a uno de los lados, y en Indonesia, para variar, el conductor va detrás. Este fue el medio de transporte más usado durante nuestras visitas por la ciudad de Yogyakarta. ¿Qué hay que ver aquí?



Desde luego, nada comparable a Borobudur o Prambanan. Quizá el palacio del sultán (foto superior), la curiosa mezquita subterránea o el castillo del agua (Taman Sari). Del palacio del sultán recuerdo detalles como esa especie de sincretismo religioso, que se puede apreciar en detalles como esa columna de la foto:

  • Islamismo: el color verde es el color del islam. Según leo en un sitio web, las almas de los mártires del islam entrarán al paraíso bajo la forma de aves de color verde. También leo que se debe a su asociación con la naturaleza.
  • Budismo: la flor de loto roja, que hace las veces de trono para el Buda, es un símbolo de divinidad. A pesar de no ser exclusivo del budismo (dioses egipcios como Ra también están asociados a esta flor), se suele relacionar con él.
  • Hinduismo: el color azul debajo de la flor de loto representa a esta religión, pero ahora mismo no me acuerdo por qué, ja, ja.
Estas explicaciones son obra de uno de los maravillosos guías que acompañan a todos los turistas en su paseo por el palacio. Me cayó tan bien que, como siempre, no me pude resistir a pedirle que posara para una foto con nosotros. Nos dio indicaciones para conseguir batik de calidad y habló con el carretero para que nos llevara al sitio idóneo.



En otra ocasión, buscando desesperados el palacio del agua, quien parecía un indonesio cualquiera nos indicó cómo llegar. Cuando arribamos a nuestro destino, este gran conocedor de todos los recovecos y atajos de la ciudad ya estaba allí, como por arte de magia. Él mismo fue quien nos guió a la mezquita subterránea que aparece retratada en la siguiente foto. La verdad es que era un buen material para fotos curiosas. Aquí esperamos a que escampara durante al menos una hora. Y cuando nos decidimos a salir, aún sin haber amainado el temporal, el pobre hombre seguía esperando allí. Al final le dijimos que nos llevase a Jalan Malioboro (calle Malioboro), para poder iniciar un sinfín de regates en pos de la baratija o camiseta de turno.

Sin embargo, la auténtica atracción de esta ciudad se encuentra a 40 kilómetros al noroeste de la ciudad. Borobudur sobrecoge. No en vano es la atracción turística más visitada de Indonesia. Mi amiga italiana Marta, versada en todo lo concerniente a hinduismo y budismo, lo pudo apreciar aún más pero lo disfrutó mucho menos. El gran error del tour fue no tener en cuenta los frecuentes diluvios que se producen. "Gracias" a uno de ellos, solo tuvimos apenas media hora para ver esta auténtica maravilla. Tiempo insuficiente para disfrutarla y apreciarla, al igual que Prambanan. Se sentía tan resignada que se negó a caminar bajo nuestros paraguas, con la lluvia empapando su frustración. Para ella, era el clímax del viaje. Siento que hayamos tenido tan mala suerte.



Una vez más, creo que sería una pérdida de tiempo empezar a enumerar todos los datos relativos a esta estupa budista, pudiendo acudir inmediatamente a Wikipedia u otras fuentes más profesionales. Quedémonos con los datos básicos: data del siglo VIII-IX y es el monumento budista más grande del mundo (Angkor Wat es la "mayor estructura religiosa", aunque en este caso es mayormente hinduista). Al igual que sucedió con Angkor Wat, fue redescubierto siglos más tarde. Concretamente por el británico Thomas Stamford Raffles, figura muy importante para la isla de Java e ilustre fundador de Singapur.


Hay una estatua de Buda en cada estupa, pero solo una de ellas está al descubierto. Nueve estupas quedaron dañadas a causa de las bombas, aparentemente en una acción dirigida por un predicador musulmán ciego. ¿Puede haber un líder mejor que alguien que no ve ni torta?

No hay mal que por bien no venga. El mal tiempo nos permitió detenernos en otros aspectos interesantes: pudimos fijarnos en un árbol del apestoso durian o contemplar el curioso mecanismo de defensa de la planta conocida con el nombre de sensitiva o Mimosa pudica: simular estar muerta para ver si le dejan de tocar los peciolos.



Y, para rematar la visita, Prambanan. Ni uno, ni dos, ni tres: 240 templos dedicados a la deidad hinduista Shivá. Lamentablemente hubo que verlo a toda prisa, pero merece la pena visitarlo e investigar la historia y, en definitiva la simbología hinduista para poder apreciarlo en todo su esplendor. Los que hemos llegado a la capacidad máxima de la tarjeta de memoria cerebral y ya no podemos retener más datos, mientras tanto, nos conformamos con un buen kopi luwak servido con una sonrisa indonesia marca de la casa.


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