lunes, 4 de octubre de 2010

Fauna barraquera 2: San Froilán 2010

Es un panorama sobrecogedor. La migración de anguilas y salmones, ñus y antílopes, gansos y cisnes... Todos ellos recorren grandes distancias con el único objetivo de la supervivencia, la reproducción o ambas cosas. Son los grandes conocidos de la migración animal, pero hoy dedicamos a este espacio a una especie menos conocida, pero cuya hazaña resulta igualmente loable por su tesón, su talante de viajero impenitente que deja atrás su añorada tierra y su bienamado ganado. Son los homo aldeensis, más conocidos como aldeas.

Resulta difícil imaginarse un San Froilán sin estos individuos tan campechanos, de mejillas sonrosadas, piel hirsuta, manos callosas y ceño poblado. Cuando nos deleitan con su presencia en otras épocas del año, se concentran en su lugar predilecto, al amparo de la Marina Española. Noches de impacto, de arrebato y de como se llamen los demás baretos de esa calle.

No nos llevemos a engaño; sin el sacrificado trabajo de sol a sol por parte de muchos miembros pertenecientes a esta especie, nuestras vidas no serían lo mismo. El que carezca de sangre aldeana que fluya por sus venas podrá moverse en la ciudad como pez en el agua, pero se ahogará sin remisión ante la hombrada que se le antoja el matar a un animal. El rostro del ciudadano fuera de su elemento se torna macilento ante la matanza que presencia, y a los ojos del recio labrador ese otrora impasible y voraz consumidor de carne no es más que un lechuguino, un pazguato que, como tal, se pasma ante el milagro que presencia cuando ase la tetilla de una ubre para exprimir sus contenidos. Es entonces cuando el noble hombre del campo esboza la misma sonrisa que merece el hallar su presencia, el reparar en su porte y el escuchar sus palabras. ¿Qué diría un hombre refinado de antaño, un individuo de hogaño y un homus aldeensis ante la misma situación? No he podido evitar mojarme y plasmar mis conjeturas en negro sobre blanco:



—¡Voto a bríos que ese bellaco pagará cara su osadía!
—¡Maldita sea su estampa!
—¡Cajo na cona co pariu!

—Sin palabras me hallo ante tamaño desaguisado.
—Vivir para ver.
—¡Manda carallo!

—¿Me concede este baile vuesa merced?
—¿Quieres bailar conmigo?
—¿Jastas pista, moza?

—¡Ah, de la puerta!
—¿Podría abrirme, por favor?
—¿Abres ou non?

—¡Alabado sea Dios!
—¡Dios mío!
—¡¡Cajondiola!!

3 comentarios:

  1. ¿Por qué tanta negatividad hacia Lugo?
    Da la impresión de que esta ciudad te debe algo, no puedo continuar, me siento demasiado herido.

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  2. Ja, ja, ¡todo lo contrario! Me gustaría estar ahí disfrutando del San Pailán, pero por razones obvias no puedo. De todas formas, tengo entendido que está lloviendo todos los días.

    Solía detestar Lugo en la adolescencia y la época universitaria, pero más que nada porque estaba cansado de él. Sin embargo, a medida que pasan los años crece la vinculación emocional con tu ciudad de origen, supongo que de alguna forma necesitas sentirte identificado con un lugar. Me encanta pasarme por Lugo, pero claro, supongo que ese sentimiento cambiaría si estuviera los 365 días del año. Se valora más algo cuando no lo tienes contigo todo el tiempo.

    Mis disculpas a los lectores lucenses por herir sensibilidades, realmente es un homenaje.

    ¡Ya me dirás que tal va tu recopilación fotográfica!

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  3. Sí que llueve.
    La recopilación está casi terminada, mucha melena al viento se ve, jaja.
    Ya te informaré.

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