Empecemos por algunos datos curiosos sobre este país:
- Tiene una población de 90 millones y una tasa de alfabetización del 93%
- Es el mayor productor mundial de tanto anacardos como pimienta negra (un tercio del porcentaje mundial) y el segundo de arroz (alrededor de 40 millones de toneladas al año, por detrás de Tailandia, no Japón ni China). También exporta mucho café (los vietnamitas son unos sibaritas en esto), té y caucho
- En la Guerra de Vietnam se lanzaron sobre el país 15 millones de toneladas de bombas
- El alfabeto del vietnamita (llamado quoc ngu) actual fue creado por el jesuita portugués Alexandre de Rhodes y sus colaboradores en el siglo XVII, si bien se empleó el chino o el chino vietnamizado (llamado chữ Nôm) en el pasado
- Películas recomendadas sobre Vietnam: Apocalypse Now (1979), Cyclo (1995), El americano impasible (la versión de 2002 parece mejor) y El olor de la papaya verde (1993) e Indochina (1992)
Los primeros europeos en llegar, al igual que con casi todo país asiático que yo recuerde ahora mismo, fueron los portugueses, en 1516. Los franceses no llegarían hasta el año 1847, cuando la marina francesa atracó en Danang en respuesta al encarcelamiento de misionarios católicos. El plan de invasión y conquista de los franceses fue demasiado improvisado y, en general, chapucero.
En 1941 el célebre Ho Chi Minh ('portador de la luz') fundó la Liga por la Independencia de Vietnam, más conocido como Viet Minh, y el resto es historia.
HANÓI
Thang Long ('ciudad del dragón volador') es el nombre antiguo de esta ciudad fundada en el año 1010. El año pasado se celebró su milenio de antigüedad con fiestas por todo lo alto.
Una de las primeras preguntas que me hice al llegar a Hanói fue: «¿Por qué la mayoría de los edificios son tan angostos?». Luego descubrí que la razón era de índole económica. Resulta que los edificios tienen que pagar por el ancho que ocupan en la acera, lo que da pie a la táctica de hacerlo lo más estrecho y alargado posible. Así era también nuestro hotel, cuya recepción y vestíbulo debía de tener 20 metros de largo y apenas cinco de ancho. Ahora bien, una vez pasado el mostrador de recepción, se ensanchaba para subir a las habitaciones. La fotografía de arriba no está tomada en Hanói, sino en Hue, porque en la capital resultaba más complicado fotografiar a un edificio de este tipo tan solitario y que se viese con tanta facilidad. Al tomarlo desde el tercer piso de un gran centro comercial, se ve mejor.
Nos instalamos en el hotel Asian Ruby, en el barrio antiguo de Hanói (que es donde están la mayoría de los hoteles). Nada más salir del hotel te encuentras con el enjambre constante de motocicletas, ciclotaxis, coches, bicicletas, ciclomotores y peatones, que no es poco. Todo ello aderezado con la estridencia de ese claxon incesante: el conductor avisa al piloto, el piloto advierte al ciclotaxi, el ciclotaxi (a falta de bocina) suelta un improperio contra el peatón y este, el último mono, se aguanta al no haber nadie en el siguiente escalafón. En el barrio antiguo de Hanói, un paso en falso es un craso error y cruzar la calle se puede convertir en una auténtica odisea. Antes de llegar recordaba el consejo de Nosequién, que había leído nosecuándo en nosedónde: «Para cruzar en Vietnam, debes mantener un paso firme y confiar en los conductores». No se deben subestimar los casi 20 millones de motocicletas que ruedan por las calles de Vietnam. La contaminación que produce tanto tráfico en tan poco espacio es considerable, y muchos motociclistas tratan de capearla con sus máscaras de tela.
Debo confesar que el clima de la capital me sorprendió gratamente. Lejos del calor tropical constante del sur, en Hanói la temperatura rondaba los 17 ºC, y en algunos momentos llegaba incluso a hacer frío. Es un país con dos climas bien diferenciados, que podría compararse con el Cantábrico y el Mediterráneo de España, si no fuese porque en el sur de Vietnam el calor es constante, ya sea otoño o invierno. En todo caso, en Hanói la temperatura media nunca baja de 14 ºC.
El primer día en Hanói (que significa 'ciudad en un recodo del río') lo dedicamos a una rápida exploración improvisada. Cogimos el mapa y nos dirigimos al vasto lago de Hoan Kiem, cuyo nombre significa lago de la espada restituida.
Según cuenta la leyenda, a mediados del siglo XV, el cielo envió al emperador Le Thai To (anteriormente conocido como Le Loi) una espada mágica, que este empleó para expulsar a los chinos de Vietnam. Un día, después de la guerra, se topó con una enrome tortuga dorada que nadaba por el agua; la tortuga se agenció la espada y desapareció en las profundidades. Desde entonces, el lago tiene ese nombre porque se cree que la tortuga devolvió la espada a sus antiguos dueños.
El desfase horario acumulado en el vuelo de Madrid a Singapur y el no haber dormido nada en el aeropuerto de Changi, aprovechando incluso su maravillosa infraestructura para trabajar hasta las 5:30, motivó mis constantes bostezos durante ese primer día. Fue después de comer cuando el ritmo de bostezos se incrementó de tal forma que apenas pasaba algún minuto entre cada boqueada. Tamaña frecuencia llega a hacerte pensar que padeces casmodia. La cuestión es que, por lo menos, padeces gilipollas, como bien demuestra la foto que me sacó Mika de un bostezo real. Su foto favorita del viaje. ¡Hay que joderse!
Tan grave era la cosa, aunque es posible que mis propias fotos me pareciesen soporíferas.
Este artículo se me ha hecho largo y también se me ha hecho tarde. De hecho, ya empiezo a bostezar. Seguiremos con Hanói en nuestra próxima entrada. ¡Hasta la vista!