Escribo estas líneas desde el aeropuerto de Singapur, esperando al avión que me llevará a Fráncfort, después de varios años.
Esta no es una huida en toda regla. Es un cambio de planes y de itinerario. Lo cierto es que yo ya no pintaba nada en Japón desde el 12 de marzo, el día en el que supuestamente iba a debutar como doblador en un corto de animación japonesa, pero ese es uno de los tantos planes que se han ido al traste con este suceso tan inesperado. Una vez graduado en la escuela, había cumplido mi objetivo aprender japonés intensamente (aunque nunca dejaré de aprender) y mi visado expiraba, así que tenía que marcharme igualmente.
Pero si inesperado es el suceso, por coincidir justo con un viaje secreto que tenía pensado realizar, el terremoto no es algo que haya pillado precisamente de sorpresa a la Agencia Meteorológica Japonesa. En un período que oscila entre los 100 y 150 años se registra siempre un gran terremoto en Japón. Se le conoce como terremoto de Tokai, ya que suele afectar a esta zona del país nipón. Ocurrió en 1498, 1605, 1707 y 1854. Estaba claro que el siguiente podría aparecer en cualquier momento, y de hecho el porcentaje de posibilidades apuntaba a un 80% en los próximos años (considerando como "próximos años" aquellos a partir de hace algunas décadas). Pero si esperado era en Tokai, las posibilidades apuntaban a un 99% en la región de Iwate, según me dijo ayer una japonesa en el hostal de Singapur. Es decir, estaba claro que tarde o temprano iba a ocurrir, y ya se sabe que un terremoto de esa magnitud con el epicentro en el mar traería consigo lo realmente destructivo: el tsunami.
Las estructuras de los edificios japoneses están realmente preparadas para terremotos de magnitud devastadora, seísmos que serían letales en prácticamente cualquier otro país. Sin embargo, lo cierto es que nada puede detener a un tsunami.
Tenía pensado realizar un viaje por Filipinas, Brunéi y Singapur (donde me encuentro ahora, pero en donde no he realizado ningún tipo de actividad turística), para acabar con un maravilloso viaje por Vietnam. Sin embargo, hay una extraña maldición que me impide ir a ese país. En 2008 el pueblo tailandés se ocupó de cortar mi vía para poder acceder a Hanoi desde Bangkok. Este año, prácticamente cuando estaba ya finiquitando las reservas, se produjo el gran terremoto de los cojones. Prácticamente coincide con el momento en que pulso el botón de "Pay", que bien podría convertirse en un "Pray". En cuanto reservo algo en Vietnam, se produce la tragedia. Mi amigo francés, que se iba a hacer cargo de mi maleta, me escribe un mensaje el lunes por la mañana:
"Servando, tomo el primer avión del lunes para París, así que no podré hacerme cargo de tu maleta. Te aconsejo que salgas lo antes posible de Japón".
Ya estaba atrapado. Qué bella forma de empezar la semana con energía y vitalidad :-)...
Los últimos días en Tokio fueron extraños. Me despedí de mis amigas Chika y Masako comiendo en la planta más alta del edificio Lumine de Shinjuku. Todo parecía normal, todos comentaban con normalidad sus impresiones del terremoto, y confiaban en que el problema se solucionaría pronto. Sin embargo, no solo es preocupante el aumento de la radiactividad. En realidad, en mis últimos días tuve que vivir con la angustia que me proporcionó un dato aterrador: había un 70% de posibilidades de que se produjese un terremoto de magnitud 7. En realidad no me quedó claro si se referían a la escala japonesa o a Richter, pero en el primer caso huelga decir que las consecuencias hubiesen sido devastadoras. El terremoto del viernes fue de 7 en esa escala nipona (el grado más alto), y si tenemos en cuenta que el epicentro se estaba desplazando hacia el sur, con fuertes réplicas en Chiba (al norte de Tokio) e incluso en Shizuoka, cerca del monte Fuji (al sur de Tokio), lo cierto es que uno no podía dormir tranquilo. Un volcán en el sur ha entrado en erupción, y yo tampoco descartaría que se produjese actividad en el monte Fuji que, por si muchos no lo saben, es un volcán activo que, simplemente, no ha registrado actividad en un período largo de tiempo. Desgraciadamente, la falta de actividad no indica que esté muerto.
Cuando escuchas ese dato, nunca estás tranquilo del todo. Duermes pensando que la siguiente vibración puede ser el terremoto anunciado, y es una angustia incesante. Yo tuve la suerte de que no ocurrió y pude salir hacia el aeropuerto. Ni que decir tiene que un terremoto tan grande habría provocado la cancelación de trenes y el acceso a los aeropuertos habría sido muy complicado. Por eso me desplacé al sur, al aeropuerto de Osaka. En realidad el tren bala ya estaba sufriendo cancelaciones parciales, por lo que una vez más tuve suerte de poder coger uno.
Mientras escribo estas líneas, leo que se ha producido un terremoto de magnitud 6 en Tokio hace unos minutos. Puede que mi cuerpo esté en Singapur, pero mi corazón sigue en Tokio. Me parece estar comiendo tranquilamente con Chika y Masako en el rascacielos, o despidiéndome de ellas en la estación para volver a casa con el regalo de Chika.
Esta no es una huida en toda regla. Es un cambio de planes y de itinerario. Lo cierto es que yo ya no pintaba nada en Japón desde el 12 de marzo, el día en el que supuestamente iba a debutar como doblador en un corto de animación japonesa, pero ese es uno de los tantos planes que se han ido al traste con este suceso tan inesperado. Una vez graduado en la escuela, había cumplido mi objetivo aprender japonés intensamente (aunque nunca dejaré de aprender) y mi visado expiraba, así que tenía que marcharme igualmente.
Pero si inesperado es el suceso, por coincidir justo con un viaje secreto que tenía pensado realizar, el terremoto no es algo que haya pillado precisamente de sorpresa a la Agencia Meteorológica Japonesa. En un período que oscila entre los 100 y 150 años se registra siempre un gran terremoto en Japón. Se le conoce como terremoto de Tokai, ya que suele afectar a esta zona del país nipón. Ocurrió en 1498, 1605, 1707 y 1854. Estaba claro que el siguiente podría aparecer en cualquier momento, y de hecho el porcentaje de posibilidades apuntaba a un 80% en los próximos años (considerando como "próximos años" aquellos a partir de hace algunas décadas). Pero si esperado era en Tokai, las posibilidades apuntaban a un 99% en la región de Iwate, según me dijo ayer una japonesa en el hostal de Singapur. Es decir, estaba claro que tarde o temprano iba a ocurrir, y ya se sabe que un terremoto de esa magnitud con el epicentro en el mar traería consigo lo realmente destructivo: el tsunami.
Las estructuras de los edificios japoneses están realmente preparadas para terremotos de magnitud devastadora, seísmos que serían letales en prácticamente cualquier otro país. Sin embargo, lo cierto es que nada puede detener a un tsunami.
Tenía pensado realizar un viaje por Filipinas, Brunéi y Singapur (donde me encuentro ahora, pero en donde no he realizado ningún tipo de actividad turística), para acabar con un maravilloso viaje por Vietnam. Sin embargo, hay una extraña maldición que me impide ir a ese país. En 2008 el pueblo tailandés se ocupó de cortar mi vía para poder acceder a Hanoi desde Bangkok. Este año, prácticamente cuando estaba ya finiquitando las reservas, se produjo el gran terremoto de los cojones. Prácticamente coincide con el momento en que pulso el botón de "Pay", que bien podría convertirse en un "Pray". En cuanto reservo algo en Vietnam, se produce la tragedia. Mi amigo francés, que se iba a hacer cargo de mi maleta, me escribe un mensaje el lunes por la mañana:
"Servando, tomo el primer avión del lunes para París, así que no podré hacerme cargo de tu maleta. Te aconsejo que salgas lo antes posible de Japón".
Ya estaba atrapado. Qué bella forma de empezar la semana con energía y vitalidad :-)...
Los últimos días en Tokio fueron extraños. Me despedí de mis amigas Chika y Masako comiendo en la planta más alta del edificio Lumine de Shinjuku. Todo parecía normal, todos comentaban con normalidad sus impresiones del terremoto, y confiaban en que el problema se solucionaría pronto. Sin embargo, no solo es preocupante el aumento de la radiactividad. En realidad, en mis últimos días tuve que vivir con la angustia que me proporcionó un dato aterrador: había un 70% de posibilidades de que se produjese un terremoto de magnitud 7. En realidad no me quedó claro si se referían a la escala japonesa o a Richter, pero en el primer caso huelga decir que las consecuencias hubiesen sido devastadoras. El terremoto del viernes fue de 7 en esa escala nipona (el grado más alto), y si tenemos en cuenta que el epicentro se estaba desplazando hacia el sur, con fuertes réplicas en Chiba (al norte de Tokio) e incluso en Shizuoka, cerca del monte Fuji (al sur de Tokio), lo cierto es que uno no podía dormir tranquilo. Un volcán en el sur ha entrado en erupción, y yo tampoco descartaría que se produjese actividad en el monte Fuji que, por si muchos no lo saben, es un volcán activo que, simplemente, no ha registrado actividad en un período largo de tiempo. Desgraciadamente, la falta de actividad no indica que esté muerto.
Cuando escuchas ese dato, nunca estás tranquilo del todo. Duermes pensando que la siguiente vibración puede ser el terremoto anunciado, y es una angustia incesante. Yo tuve la suerte de que no ocurrió y pude salir hacia el aeropuerto. Ni que decir tiene que un terremoto tan grande habría provocado la cancelación de trenes y el acceso a los aeropuertos habría sido muy complicado. Por eso me desplacé al sur, al aeropuerto de Osaka. En realidad el tren bala ya estaba sufriendo cancelaciones parciales, por lo que una vez más tuve suerte de poder coger uno.
Mientras escribo estas líneas, leo que se ha producido un terremoto de magnitud 6 en Tokio hace unos minutos. Puede que mi cuerpo esté en Singapur, pero mi corazón sigue en Tokio. Me parece estar comiendo tranquilamente con Chika y Masako en el rascacielos, o despidiéndome de ellas en la estación para volver a casa con el regalo de Chika.
A unos 11.000 km de dónde estabas, seguíamos con cierta (bastante...) intranquilidad las noticias que nos iba dando tu hermana. Ha tenido que ser una experiencia extrema y una marcha amarga. Espero que te alegre un poco saber que desde aquí nos encanta leer que estás bien y que en breve tu family podrá darte un achuchón :) Un abrazo y a seguir viajando y contándolo.
ResponderEliminarAna
Pitu, en Europa la sensación es de terror prácticamente (y más después delas declaraciones de ayer de la Comisión, "apocalipsis"). Desde luego los japoneses mantienen una entereza que yo ni entiendo, pero que admiro, supongo que aleccionarlos desde tan pequeñitos para el gran terremoto y su propia forma de ser les hará salir pronto de esta. Estábamos realmente angustiados (ahora ya se puede decir) y hemos pasado el peor fin de semana de nuestras vidas, yo sigo teniendo pesadillas así que hasta que te vea en casa supongo que no dormiré (ni haré popó como Doña Codrolla sabe). El teléfono aún suena todos los días,el correo también, todos preguntando como está Pirulo y cuando llegas. Lo dicho que en Europa igual exageramos, pero Francia por ejemplo ya ha dicho a los residentes en Tokyo que intenten regresar (las noticias nos dicen que también japoneses están saliendo del país y yendo para el sur de la isla). ESPERAMOS VERTE PRONTITO PIRULÍN, POR FIN RESPIRAMOS.
ResponderEliminarServando, me cuelo vilmente en tu blog para decirte que me alegro de que hayas salido de allí. Está bien que tu corazón siga en Japón, pero mucho mejor que tu cuerpo pasee más tranquilamente por las calles de Singapur ;-)
ResponderEliminarEsther (Londres)