Cerca de Tokio existe un paraje que merece la pena visitar si uno quiere rellenar el depósito que alberga algo que no vemos, pero que sí podemos sentir: nuestra energía espiritual o, como dirían los japoneses, el 気 (ki). Ese lugar se conoce como Nikko, que significa 'la luz del sol'.
Lo bueno que tiene Japón es que este tipo de experiencias y sensaciones se pueden disfrutar por doquier, no se restringen a un único lugar. Buena prueba de ello fue la visita de hace dos años al templo de 東大寺 (Todai-ji), en Nara. Independientemente de la belleza y fastuosidad (tal y como su nombre indica, 'gran templo') del complejo y el Gran Buda de Nara, sin duda dignos de mención, no pude evitar dedicarle más atención a otros detalles que a algunos pueden parecerle meras futesas, y que indudablemente pierden atractivo cuando se reflejan en una instantánea. Nuestras cámaras nos ayudan a inmortalizar ciertos momentos, pero no pueden evitar mortalizar otros muchos instantes que solo se disfrutan in situ, placeres efímeros pero a veces intensos. En Nara viví uno de ellos, cuando paseaba con un amigo por el bosque de la ciudad y escuchaba el apacible susurro del viento que mecía las hojas de los cerezos al anochecer. Un momento después el tronco de un árbol se partía en dos casi ante nuestras narices. Después de haber acariciado a los cervatillos, algo inaudito para casi cualquier occidental, y pasear entre los cerezos en flor con una brisa que parece querer hablarte, uno siente una extraña comunión con la naturaleza, para servidor mucho más valiosa que una foto ante un monumento famoso que no te transmita nada. El ansia de conquistar fotográficamente toda suerte de lugares de atracción turística está más que justificada y el autor de estas líneas es incluso un buen exponente de tal costumbre, pero cuando uno se topa con estos placeres inusitados, se quedan clavados para siempre en su mente.
Nikko tiene atractivos para todos los gustos. Ligeramente cansado de visitar iglesias, la colección de templos y santuarios de esta ciudad es todo un oasis en el desierto. Pero lo que puede llegar a emocionarte se encuentra en la zona del lago Chuzenji (中禅寺湖), una ruta de senderismo en la que encontrar bellos paisajes y no menos hermosas cascadas.
En lo que resultó ser una de las mejores decisiones de mi vida, después de ciertas pesquisas decidimos quedarnos en Nikko una noche para disfrutar de casi todo lo que tenía que ofrecernos. Los extranjeros suelen hacerse con el "All Nikko Pass" u otras de las modalidades que ofrece el centro de la Tobu Railway en su centro de Asakusa. Por desgracia, esta oferta no es válida para japoneses, por lo que tuvimos que coger un billete de ida y vuelta normal (que incluye viajes gratuitos en los buses que conectan las zonas de interés turístico). La forma más espectacular de llegar aquí es caminando por una de las tres avenidas de los cedros (tres avenidas de 37 km de extensión con 13.000 ejemplares de este árbol, todo un récord Guiness). Al llegar compramos el billete combinado que te permite acceder a los cinco templos/santuarios repartidos por la zona que la UNESCO ha declarado, no en vano, Patrimonio de la Humanidad. El primero que visitamos fue el Rinno-ji (輪王寺). Dentro de este pequeño complejo se encuentran 15 templos, pero el más impresionante sin duda es el Sanbutsu-do. Su tamaño y mi falta de pericia como fotógrafo se conjugaron para evitar retratarlo en su totalidad.
La siguiente parada fue el santuario de Toshogu (東照宮), en donde se encuentra la famosa escultura de madera de los tres monos sabios, la espectacular puerta de Yomeimon (de profusa ornamentación y repleta de infinitos detalles), el "gato durmiente" (nemuri neko) o la urna con los restos del primer shogun del período Edo: Ieyasu Tokugawa. Estos dos últimos lugares de interés turístico tienen un precio adicional de 500 yenes. En una foto inferior se puede observar la entrada al susodicho santuario. Probablemente sea este el recinto en donde más tiempo merece la pena detenerse. Por lo que parece, Nikko está casi siempre atestado de turistas de todas las nacionalidades y, al igual que en Nara, es muy frecuente coincidir con una excursión escolar japonesa, fácilmente identificable por las gorras amarillas de los alumnos. Cuando fui me encontré con un grupo que realizaba una especie de campamento de verano en inglés, porque nada más verme me saludaban con un /ha'rou/ en vez del habitual konnichiwa (こんにちは!). Hubo incluso una niña que me abordó para pedirme que me hiciese una foto con ella y practicar un poco el inglés, apoyada en la conversación por su simpática madre.
Tras contemplar la pagoda de cinco pisos, la tumba del famoso shogun y visitar los santuarios, entre otras cosas, pusimos rumbo al siguiente santuario: el Futarasan (二荒山神社). Allí se encuentra la fuente espiritual de Futara (retratada más abajo), incontables árboles sagrados (cedros) y otra de las estrellas del plantel turístico que Nikko nos ofrece: el Shinkyo (神橋), o puente sagrado. Aunque el puente ya existía en el siglo XVII, el actual es una reconstrucción del año 1904, puesto que cinco años antes se había destruido a causa de una inundación. El puente es precioso por sí solo, pero el apacible sonido del torrente de agua que circula por debajo realza aun más el placer de contemplarlo: una imagen con la que recrear no solo la vista, sino también el oído. Un deleite sensorial que se vería encumbrado durante la excursión por los alrededores del lago Chuzenji. Pero sobre eso escribiremos otro día.
El puente Shinkyo (神橋), situado sobre las bonancibles aguas del río Daiya, cuenta con 28 metros de largo (transitables por el módico precio de unos 500 yenes), como bien mostraban las barreras de sendos extremos. La primera prueba de la eterna serenidad que ofrece la conjunción de una imagen bucólica y el plácido sonido del agua fluyendo al mismo tiempo. Un agua muy cristalina, todo hay que decirlo.
La pagoda de cinco pisos del santuario de Toshogu, vista desde el paseo que une a este con el Futarasan. Fue erigida en 1650 y reconstruida en 1818 tras un incendio (lo cual me recuerda al Yakushiji de Nara). Sus cinco niveles representan, de abajo arriba, la tierra, el agua, el fuego, el viento y el cielo.
Lo bueno que tiene Japón es que este tipo de experiencias y sensaciones se pueden disfrutar por doquier, no se restringen a un único lugar. Buena prueba de ello fue la visita de hace dos años al templo de 東大寺 (Todai-ji), en Nara. Independientemente de la belleza y fastuosidad (tal y como su nombre indica, 'gran templo') del complejo y el Gran Buda de Nara, sin duda dignos de mención, no pude evitar dedicarle más atención a otros detalles que a algunos pueden parecerle meras futesas, y que indudablemente pierden atractivo cuando se reflejan en una instantánea. Nuestras cámaras nos ayudan a inmortalizar ciertos momentos, pero no pueden evitar mortalizar otros muchos instantes que solo se disfrutan in situ, placeres efímeros pero a veces intensos. En Nara viví uno de ellos, cuando paseaba con un amigo por el bosque de la ciudad y escuchaba el apacible susurro del viento que mecía las hojas de los cerezos al anochecer. Un momento después el tronco de un árbol se partía en dos casi ante nuestras narices. Después de haber acariciado a los cervatillos, algo inaudito para casi cualquier occidental, y pasear entre los cerezos en flor con una brisa que parece querer hablarte, uno siente una extraña comunión con la naturaleza, para servidor mucho más valiosa que una foto ante un monumento famoso que no te transmita nada. El ansia de conquistar fotográficamente toda suerte de lugares de atracción turística está más que justificada y el autor de estas líneas es incluso un buen exponente de tal costumbre, pero cuando uno se topa con estos placeres inusitados, se quedan clavados para siempre en su mente.
Nikko tiene atractivos para todos los gustos. Ligeramente cansado de visitar iglesias, la colección de templos y santuarios de esta ciudad es todo un oasis en el desierto. Pero lo que puede llegar a emocionarte se encuentra en la zona del lago Chuzenji (中禅寺湖), una ruta de senderismo en la que encontrar bellos paisajes y no menos hermosas cascadas.
En lo que resultó ser una de las mejores decisiones de mi vida, después de ciertas pesquisas decidimos quedarnos en Nikko una noche para disfrutar de casi todo lo que tenía que ofrecernos. Los extranjeros suelen hacerse con el "All Nikko Pass" u otras de las modalidades que ofrece el centro de la Tobu Railway en su centro de Asakusa. Por desgracia, esta oferta no es válida para japoneses, por lo que tuvimos que coger un billete de ida y vuelta normal (que incluye viajes gratuitos en los buses que conectan las zonas de interés turístico). La forma más espectacular de llegar aquí es caminando por una de las tres avenidas de los cedros (tres avenidas de 37 km de extensión con 13.000 ejemplares de este árbol, todo un récord Guiness). Al llegar compramos el billete combinado que te permite acceder a los cinco templos/santuarios repartidos por la zona que la UNESCO ha declarado, no en vano, Patrimonio de la Humanidad. El primero que visitamos fue el Rinno-ji (輪王寺). Dentro de este pequeño complejo se encuentran 15 templos, pero el más impresionante sin duda es el Sanbutsu-do. Su tamaño y mi falta de pericia como fotógrafo se conjugaron para evitar retratarlo en su totalidad.
La siguiente parada fue el santuario de Toshogu (東照宮), en donde se encuentra la famosa escultura de madera de los tres monos sabios, la espectacular puerta de Yomeimon (de profusa ornamentación y repleta de infinitos detalles), el "gato durmiente" (nemuri neko) o la urna con los restos del primer shogun del período Edo: Ieyasu Tokugawa. Estos dos últimos lugares de interés turístico tienen un precio adicional de 500 yenes. En una foto inferior se puede observar la entrada al susodicho santuario. Probablemente sea este el recinto en donde más tiempo merece la pena detenerse. Por lo que parece, Nikko está casi siempre atestado de turistas de todas las nacionalidades y, al igual que en Nara, es muy frecuente coincidir con una excursión escolar japonesa, fácilmente identificable por las gorras amarillas de los alumnos. Cuando fui me encontré con un grupo que realizaba una especie de campamento de verano en inglés, porque nada más verme me saludaban con un /ha'rou/ en vez del habitual konnichiwa (こんにちは!). Hubo incluso una niña que me abordó para pedirme que me hiciese una foto con ella y practicar un poco el inglés, apoyada en la conversación por su simpática madre.
Tras contemplar la pagoda de cinco pisos, la tumba del famoso shogun y visitar los santuarios, entre otras cosas, pusimos rumbo al siguiente santuario: el Futarasan (二荒山神社). Allí se encuentra la fuente espiritual de Futara (retratada más abajo), incontables árboles sagrados (cedros) y otra de las estrellas del plantel turístico que Nikko nos ofrece: el Shinkyo (神橋), o puente sagrado. Aunque el puente ya existía en el siglo XVII, el actual es una reconstrucción del año 1904, puesto que cinco años antes se había destruido a causa de una inundación. El puente es precioso por sí solo, pero el apacible sonido del torrente de agua que circula por debajo realza aun más el placer de contemplarlo: una imagen con la que recrear no solo la vista, sino también el oído. Un deleite sensorial que se vería encumbrado durante la excursión por los alrededores del lago Chuzenji. Pero sobre eso escribiremos otro día.
Entrada al templo de Toshogu. En el monolito de la derecha vemos el emblema del clan Tokugawa (las tres hojas de malva real) y el nombre del templo: 東 (este) 照 (dios del sol; como en 天照: Amaterasu, diosa del sol en Japón) y 宮: santuario.
Los tres monos sabios (三猿). De izquierda a derecha: Kikazaru (聞か猿), Iwazaru (言わ猿) y Mizaru (見猿). Literalmente significa "no oigas, no hables y no mires", porque zaru en un sufijo que forma la terminación negativa de un verbo. En realidad es un hábil juego de palabras, ya que es casi un homófono de saru ('mono'). ¿Por qué se les llama los tres monos sabios? Hay varias interpretaciones. Una muy extendida se basa en un aforismo según el cual se llega a la sabiduría al no oír, ver o decir maldades. Según reza una leyenda, habían sido enviados por los dioses para vigilar a los humanos. Pero la interpretación que más me gusta es la que encontré en un blog venezolano.
La explicación más coherente para nosotros es aquella que dice: uno no habla, otro no ve y el tercero no escucha. El que no habla, ve y escucha. El que no ve, habla y escucha. Y el que no escucha, habla y ve. Sin embargo, los tres unidos pueden captarlo todo. No son sabios por no hablar, no ver o no escuchar. Son sabios por haberse unido.
La explicación más coherente para nosotros es aquella que dice: uno no habla, otro no ve y el tercero no escucha. El que no habla, ve y escucha. El que no ve, habla y escucha. Y el que no escucha, habla y ve. Sin embargo, los tres unidos pueden captarlo todo. No son sabios por no hablar, no ver o no escuchar. Son sabios por haberse unido.
El puente Shinkyo (神橋), situado sobre las bonancibles aguas del río Daiya, cuenta con 28 metros de largo (transitables por el módico precio de unos 500 yenes), como bien mostraban las barreras de sendos extremos. La primera prueba de la eterna serenidad que ofrece la conjunción de una imagen bucólica y el plácido sonido del agua fluyendo al mismo tiempo. Un agua muy cristalina, todo hay que decirlo.
La pagoda de cinco pisos del santuario de Toshogu, vista desde el paseo que une a este con el Futarasan. Fue erigida en 1650 y reconstruida en 1818 tras un incendio (lo cual me recuerda al Yakushiji de Nara). Sus cinco niveles representan, de abajo arriba, la tierra, el agua, el fuego, el viento y el cielo.
¡Olé! ¡Qué prosa, qué verbo, que dominio del lenguaje, qué... qué... qué bien ta' quedao, pijo! ¡Un besote desde Alemania, perra!
ResponderEliminar:P
Y es que hasta pareces periodista...jijijiji Como el que escribe esos comentarios... Ya veo que pasas bien el tiempo pendón, quén envidia cochina que me das!!!
ResponderEliminarthis blog sucks. write in English ya hippie.
ResponderEliminarYa estás infectado por el veneno de los blogs, mirá que esto es como tener móvil, después no hay quien te lo quite y ya no recuerdas como era la vida antes de un blog, xDDD (esto solo para los más frikis)
ResponderEliminarDí que si, como decía el escritor polaco Milos emigrado a EEUU: "Cuando uno vive en el extranjero, la lengua es la única patria que le queda".
Enhorabuena por la iniciativa, creo que encajas bastante con el mundillo de los blogs.
ResponderEliminarEspero que escribas artículos tan interesantes como este en el futuro.
¡¡¡PEDAZO DE BLOG!!!Si es que cualquier cosa que hagas la haces bien...y no lo digo porque seas mi hermanito favorito...
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