Cuando haces algo mal, tu mujer te va a gritar.
"¿Pero qué haces?" exclamará.
Por su ardor estomacal, empero a don Pascual
"¡Pero qué heces!" le dirán.
- Antigua cantiga popular de San Vicente del Carallo Pa' Bajo
«Habíamos disfrutado juntos de hermosos atardeceres, momentos perecederos en lugares de belleza imperecedera, instantes efímeros de pasiones apasionadas, volábamos juntos sin movernos del sitio. En lugares recónditos nos abríamos paso, en atenciones mutuas nos deshacíamos y hacíamos caminos al andar. Nos deteníamos para contemplar las maravillas que nos ofrecía la madre naturaleza, y en ese instante nuestras almas comulgaban, nuestros espíritus se armonizaban, nuestra música interior sonaba unísona. Poníamos nuestro empeño en ser codueños de nuestros sueños, y risueños soñábamos con un futuro halagüeño de ensueño. Vamos, que estábamos hechos el uno para el otro.
»Me enamoré de Cucufata la primera vez que la vi pasar por la puerta. No cabe duda de que aquel había sido un momento muy especial para los dos. Tras eliminar a lifting limpio su sobrepeso de cincuenta kilos, todos nos sentíamos dichosos al verla cruzar al fin el umbral de una puerta. Cuando la asignaron a mi grupo aquella lluviosa noche de diciembre, sentí de inmediato unas buenas vibraciones. Decidí apagar el teléfono para solucionarlo y luego la saludé. Sintonizamos enseguida. A los dos nos encantaba escuchar la COPE en el trabajo, y ardíamos en deseos de averiguar sobre quién descargaría el ínclito Jose María García su furia visigoda. El intempestivo horario en el que trabajábamos acababa creando lazos de unión muy especiales, y empezamos a salir juntos, ya que acabábamos justo a la misma hora. No fue hasta seis meses más tarde que me atreví a pedirle que saliésemos juntos y después fuésemos juntos a un lugar determinado completamente ajeno al mundo laboral.
»Los fines de semana íbamos con el coche de un lado a otro. Íbamos al campo y nos llevábamos la comida, la tele, la suegra... Todo iba sobre ruedas. Incluso la suegra, que se había caído por las escaleras hacía unas semanas. La pobre estaba parapléjica, y precisamente perpléjico me había quedado yo cuando Cucufata me había anunciado su presencia en el viaje. Sin embargo, yo aceptaba todo lo que decía. Nuestro amor no tenía barreras. Pronto empezaron a verse los primeros síntomas de encariñamiento, cuando apocopábamos nuestros nombres. Ella me llamaba "Javi", y lo la llamaba "Fata". Por alguna extraña razón, nunca había terminado de gustarle.
»Sin embargo, existía una barrera de la cual solo yo era consciente. Un obstáculo que ninguna otra novia había conseguido superar. En la prueba de fuego, todas caían como moscas, por mucho que las moscas se pirren por sustancias fecales. Había aplazado el reto en la medida de lo posible, pero era inevitable. Se cernía sobre mí día tras día, y cuando nos encontramos en Tailandia, decidí que el momento había llegado.
- Buf, qué comida más picante nos han puesto hoy, ¿eh?
- Sí, tengo el ojete como el de un babuíno homosexual enarbolando la bandera de Japón en un volcán de forma circular, no sé si me entiendes.
- Ja, ja, ya será para menos.
- Oye, Fata...
- ¿No has mirado todavía la lista de apodos alternativos que te sugerí?
- Ah, no. Bueno, ya la miraré. Verás, tengo algo importante que decirte.
- Lo sabía, eres gay.
- No, eso solo pasa en las series españolas para adolescentes. Bueno, eso o se quedan tullidos y quieren que les traten como a una persona normal. Bueno, en realidad, quería decirte que tengo que ir al baño.
- ¿Eh? ¡Pues vete, hijo! ¿Me tienes que pedir permiso?
- No, pero quiero pedirte algo.
- ¿El qué?
- Se trata de algo que ningún ser humano ha sido capaz de hacer hasta ahora por mí.
- Caray... Bueno, ya sabes que yo haría cualquier cosa por ti, Javi.
- Muy bien. Pues voy a entrar en ese baño y voy a excretar en forma de misiles aire-agua el tom-yam picante que nos hemos metido entre pecho y espalda. Quiero que entres en el baño nada más haya salido yo. Si todavía me quieres después de eso, ya nada podrá quebrar nuestro amor incondicional.
- ¡Jesús! ¡No será para tanto!
- Lo desconozco. Como bien sabes, a nadie le huele mal su propia mierda. Yo soy inmune.
- Qué "exagerao" eres... En fin, espero que no tengas más peticiones de este calibre cuando estemos casados.
- No. Una vez bastará.
»Así las cosas, entré en el baño con leve resignación y entablé una acalorada discusión con el señor Roca. En mi deposición descargué sobre él la furia que me corroía por dentro. Tras la tempestad, las aguas andaban embravecidas y el Sr. Roca montó en cólera, profiriendo todo tipo de improperios por mis hediondos dardos, pero viendo la claridad de mis argumentos se vio abocado finalmente y sin renuencia a tragárselo todo. (Eufemismo patrocinado por Leite Río. ¡Qué leche!)
»Salí del baño ligeramente cabizbajo y sintiendo empatía por el bautismo de fuego al que se estaba sometiendo Cucufata. Mi andorga no había tenido piedad y había sido incapaz de procesar correctamente la comida tailandesa. Alcé la cabeza:
- Adelante -dije.
- En fin... -respondió resignada.
»Se adentró en el nauseabundo cuarto de baño mientras las primeras gotas de sudor empezaban a correr frente abajo. Apenas habían pasado unas décimas de segundo cuando la vi salir apresurada, buscando esa bocanada de aire tan apreciada cuando uno ha visto el infierno hecho inodoro.
- ¡Estás podrío! ¡Pero qué asco! Hemos terminado.»
- Y por eso me ha dejado, doctor. Me arrepiento de haberla conocido.
- Pues yo me arrepiento de haberle dicho que se descalzase para tenderse en el diván.
- Oh, perdone. ¿Podría decirme qué padezco?
- Pues por padecer, padece usted un poquito gilipollas, porque yo soy psiquiatra y no dermatólogo. Me temo que es usted una bomba fétida ambulante y un peligro de narices, nunca mejor dicho. No hace falta que me pague. Ahueque el ala ipso facto, pero no la levante, no vaya a ser que me lleve otra desagradable sorpresa.
Tienes el blog abandonadísimo, ya parece el mío xD.
ResponderEliminarAl menos dile al mundo que ahora andas por tierras niponas. Espero nuevo post en breve.
¡Ja, ja! Cierto, estoy muy ocupado estos días, la verdad. Voy a aprovechar para tirar de archivo ahora mismo.
ResponderEliminar¿Pero por qué leches yo no puedo escribir como mi hermano? que no tengo de eso de muchas palabras...¿como era? ¿vocabulario? pero ¡¡joé!! menos números y más arte en la prosa, unos poquititos de esos genes deberían de haber venido a mi.
ResponderEliminar¡Con lo leídos y escribidos que sois :-D! Sobre todo el paaaapa. Yo debería leer más, pero claro, estoy tan lejos de las bibliotecas hispanas...
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