«Bangkok, ciudad de contrastes». Cuántas veces habré visto esa descripción sobre una ciudad a la que, efectivamente, ese símil le viene al pelo. La espectacular modernidad del SkyTrain (nombre pomposo para un 'tren celestial' literalmente, 'tren elevado' en la práctica), ideado para aliviar el insufrible tráfico de la capital (servidor se pasó más de una hora en el bus para no avanzar más que 100 metros en la misma calle) o la imponencia de los descomunales centros comerciales contrasta con los medios de transporte algo más 'tradicionales' de los suburbios y la manifiesta precariedad de algunas viviendas o la salubridad de agua y aire, este último un bien invisible pero esencial. Quizás el gran paroxismo de esta contrariedad es el santuario de Erawan, situado al lado de un majestuoso hotel del mismo nombre.
Se habrán escrito innumerables páginas sobre mil y un aspectos de la capital tailandesa, y a esa información remito yo para el que quiera informarse verdaderamente sobre este lugar que, como leí una vez: «el primer vistazo horroriza, el segundo despierta curiosidad, y el tercero puede llegar a enamorar».
Hay muchas cosas que ver en esta gran ciudad, pero probablemente de entre todas ellas destaca especialmente el Gran Palacio, probablemente el mayor atractivo turístico de Bangkok. Fue la residencia oficial del rey de Tailandia desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XX, cuando el rey Bhumibol Adulyadej la trasladó al Palacio de Chitralada, dejando el primero para solo algunas celebraciones. Los varios edificios de este complejo arquitectónico, situado en el centro de la ciudad, abarcan 200.000 metros cuadrados y albergan las residencias reales, la Capilla Real del Buda Esmeralda y las oficinas gubernamentales.
La gran atracción del recinto es, sin duda, el templo del Buda Esmeralda (Wat Phra Keo), en donde se conserva una de las imágenes de Buda más veneradas del país. Está elaborada en jade semiprecioso, aunque presenta unas dimensiones bastante modestas: 66 cm de alto por 48,3 de ancho. Está sentado en un trono de madera dorada protegido por una urna de cristal.
Lo más curioso de todo es que el cambio del suntuoso vestuario del Buda Esmeralda, repleto de oro y diamantes, es toda una ceremonia que lleva a cabo el mismísimo rey tres veces al año. Los dos trajes que no están siendo usados en ese momento se conservan en un museo en el interior del recinto. Según la leyenda, la escultura fue descubierta en 1436 en la ciudad de Chiang Rai; en el interior de un templo hecho pedazos por un rayo.
Por lo que respecta a ambiente nocturno, Bangkok desde luego no anda escaso en estas lides. El Patpong, barrio financiero por el día, se convierte en un auténtico putiferio más o menos disimulado por la noche. Khao San Road es otra zona muy popular desde hace unos años. Anteriormente solo había un hostal en esta calle, pero fue tal su éxito que se le fue uniendo competencia y ahora es un lugar con una vasta oferta hotelera, además de una especie de punto de reunión para mochileros de todas las partes del mundo.
Tailandia es un país que merece la pena visitar en todos los sentidos. Si uno se decide por el mero turismo de playa, uno puede perderse la hermosa historia de las tres capitales: Bangkok, Ayutthaya y Sukhothai. Es imposible llegar a conocer bien un país en solo unos días, pero merece la pena intentar profundizar un poco. Visiten este país, no se arrepentirán.
Se habrán escrito innumerables páginas sobre mil y un aspectos de la capital tailandesa, y a esa información remito yo para el que quiera informarse verdaderamente sobre este lugar que, como leí una vez: «el primer vistazo horroriza, el segundo despierta curiosidad, y el tercero puede llegar a enamorar».
Hay muchas cosas que ver en esta gran ciudad, pero probablemente de entre todas ellas destaca especialmente el Gran Palacio, probablemente el mayor atractivo turístico de Bangkok. Fue la residencia oficial del rey de Tailandia desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XX, cuando el rey Bhumibol Adulyadej la trasladó al Palacio de Chitralada, dejando el primero para solo algunas celebraciones. Los varios edificios de este complejo arquitectónico, situado en el centro de la ciudad, abarcan 200.000 metros cuadrados y albergan las residencias reales, la Capilla Real del Buda Esmeralda y las oficinas gubernamentales.
La gran atracción del recinto es, sin duda, el templo del Buda Esmeralda (Wat Phra Keo), en donde se conserva una de las imágenes de Buda más veneradas del país. Está elaborada en jade semiprecioso, aunque presenta unas dimensiones bastante modestas: 66 cm de alto por 48,3 de ancho. Está sentado en un trono de madera dorada protegido por una urna de cristal.
Lo más curioso de todo es que el cambio del suntuoso vestuario del Buda Esmeralda, repleto de oro y diamantes, es toda una ceremonia que lleva a cabo el mismísimo rey tres veces al año. Los dos trajes que no están siendo usados en ese momento se conservan en un museo en el interior del recinto. Según la leyenda, la escultura fue descubierta en 1436 en la ciudad de Chiang Rai; en el interior de un templo hecho pedazos por un rayo.
Reproducción del templo de Angkor Wat (Camboya) en el Gran Palacio de Bangkok.
Por lo que respecta a ambiente nocturno, Bangkok desde luego no anda escaso en estas lides. El Patpong, barrio financiero por el día, se convierte en un auténtico putiferio más o menos disimulado por la noche. Khao San Road es otra zona muy popular desde hace unos años. Anteriormente solo había un hostal en esta calle, pero fue tal su éxito que se le fue uniendo competencia y ahora es un lugar con una vasta oferta hotelera, además de una especie de punto de reunión para mochileros de todas las partes del mundo.
Lo que se dice por ahí de que los tailandeses, y por extensión, los asiáticos, comen bichos raros es cierto. Pero no es menos cierto que a ellos puedes igual que exótico (vulgo asqueroso) el hecho de comer caracoles, nécoras o ancas de rana. Esto no es un ejemplo contrastado, es solo la idea de que el exotismo es solo aquello a lo que uno no está acostumbrado, no porque un animal sea objetivamente más o menos susceptible de ser ingerido. He aquí una selección de "bichitos" en un puesto de Khao San Road, Bangkok.
El Salón del Trono de Anantasamakhom al atardecer, muy cerca del Palacio Vimanmek, antiguo palacio real de Bangkok (no llegamos a tiempo para visitarlo :-/).
El Monasterio de Mármol (Wat Benchamabopit) es otro lugar de gran belleza. Consta de un santuario principal, varios pabellones e imágenes de Buda, la residencia de los monjes y los jardines. Hay 53 estatuas de Buda en bronce alrededor del claustro.
Desde el Monte de Oro, el punto más alto de la ciudad, se tiene una buena perspectiva, aunque los monumentos más famosos están un poco lejos como para poder observarlos claramente. Ayutthaya, la antigua capital, tuvo una gran colina artificial, por lo que el monarca Rama III decidió reproducirla en Bangkok. Tras numerosos intentos, ya que la tierra blanda de la ciudad retrasaba los trabajos, y bajo el mandato de Rama V, la montaña alcanzó su altura máxima: 78 metros. Más de 300 escalones llevan hasta la cima, donde un chedí (cúpula puntiaguda propia de la arquitectura tailandesa) alberga las reliquias de Buda que uno de los virreyes de la India británica regaló a Rama V.
Tailandia es un país que merece la pena visitar en todos los sentidos. Si uno se decide por el mero turismo de playa, uno puede perderse la hermosa historia de las tres capitales: Bangkok, Ayutthaya y Sukhothai. Es imposible llegar a conocer bien un país en solo unos días, pero merece la pena intentar profundizar un poco. Visiten este país, no se arrepentirán.
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