martes, 8 de septiembre de 2009

La madre que me parió


Supermercado Cemar
Connecticut, Garabolos 12:23 AM

Doña Gervasia contemplaba con regocijo y hasta cierta vanagloria las estanterías en donde reposaban los alimentos del supermercado que ella tenía casi por su propio hogar. Su dilatado historial como clienta, heredado de la generación anterior, le hacían pasearse cual doña Vita Corleone por los recovecos de su Nápoles particular. La sección de pescadería era su bastión inexpugnable, un lugar en donde nadie osaba interponerse en su compra diaria, ejercida en el momento que a ella se le antojaba, haciendo caso omiso de los turnos en forma de papel que el dispensador de color carmín escupía sin cesar para el resto de los plebeyos. "Una mera modernez sin uso particular", a juicio de la reina del percal.

Aquel parecía un día como cualquier otro. Doña Gervasia, ávida de abadejo, se coló ni corta ni perezosa entre las demás clientas, a fin de poder expresar con orgullo y cierta petulancia cuál sería el pescado elegido aquel día:

-Hola, Martita. Mira, hoy me vas a poner...

Y entonces sucedió lo inesperado.

-Perdona... Pero estaba yo primero.

De entre las sombras surgió la fulgurante figura e inesperada queja oral de una intrépida clienta, a primera vista una profesora de inglés en un centro de enseñanza secundaria en Cospeito, a segunda vista una mujer de armas tomar con un tesón que resultaban insólitos para doña Gervasia. Tras un silencio de unos pocos segundos, la mirada penetrante y llena de determinación de Pilar decantó la balanza y doña Gervasia se vio obligada a rendirse ante la evidencia: había sido derrotada en su propio feudo por una jovencita insolente.

-Ah, sí, claro. Perdone...

Ni los más viejos del lugar recuerdan una derrota sin paliativos de tal calibre. Lo cual demuestra que los viejos pierden el tiempo recordando auténticas banalidades.

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Universidad de Vigo
Campus de Lagoas Marcosende, Katmandú (o si no, poco le falta) 12:59 AM

-Bueeeeno, aquí acaba otro día laboral más de mi insignificante vida como funcionario en esta universidad de dudosa reputación y futuro poco halagüe...
-¡Un momento!
-Oiga, señora, que ya vamos a cerrar.
-¡Se trata de un asunto urgente! Es el tan esperado título de mi hijo, que después de cinco años no puede venir a recoger personalmente porque ahora mismo le pilla un poco a desmano. Es que está en Japón.
-Pues no se puede hacer nada, señora. Tiene que venir él mismo.
-¡Pobrecito, hombre! Mire, mire, es este de aquí.

La madre muestra una foto al funcionario. En ella se puede ver perfectamente a un niñito de muy corta edad, con una cabeza de tamaño descomunal, haciendo todo lo posible por hacer... de vientre en un receptáculo minúsculo sobre el que apoya el trasero. La gemebunda cara del niño, sabedor de la notoria adversidad y el cruel sino de sus vanos esfuerzos por excretar, denota el amargo sabor de la derrota y la impotencia ante la espartana y recalcitrante insistencia paterna en el noble e infravalorado acto de hacer popó.

La patética imagen conmueve al funcionario, que exclama:
-Esto es amor y lo demás son tonterías. ¡No se hable más! Mañana mismo se lo enviamos a Japón, señora.

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Lamento no poder estar ahí en este momento con las tres personas más importantes para mí, pero el entendimiento mutuo es tan fluido y el cariño tan metafísico que a veces siento tener mi culo pegado a la silla de mi habitación lucense. Es difícil ser padre, y más cuando la generación anterior ha puesto el listón tan alto con tamaña sucesión de decisiones acertadas: hacerme aprender a nadar por narices, mandarme a campamentos, animarme en mis viajes de interraíl por Europa... Aquel niño alelado con la lamentable y semiautística afición de ver aparcar autobuses se ha convertido en... un muchacho igual de alelado y olvidadizo pero un poco más despierto y curioso.

"Madre no hay más que una" es una frase muy manida por todos aquellos que no sean unos hijos de puta, en el sentido más literal de la palabra. Y es que el orgullo filial es una condición inherente al ser humano. Todos hemos escuchado esta frase:

-Este plato está bien, pero mi madre/abuela lo prepara mucho mejor.

Y sin embargo, ¿quién ha escuchado esto?

-Este plato está bien. Desde luego, mi madre/abuela no tiene ni puta idea de lo que es la buena cocina.

Lo mismo que nadie recomienda a su médico con las palabras "Vete a la consulta del Dr. Martínez, es un auténtico matasanos", nuestros lazos desvirtúan la objetividad de nuestras valoraciones. Pero como este es mi blog y aquí escribo lo que me da la gana, yo digo que objetivamente mi madre es la mejor. Publico estas líneas en un día como otro cualquiera, puesto que ella quedó atrapada antaño en un vórtice temporal que le impide cumplir primaveras y, por consiguiente, envejecer. Siempre joven y jovial, siempre guapa y especial.

¿Se puede ser más ñoño? Ñoños engañemos; al fin y al cabo, estamos hablando de la madre que me parió.

2 comentarios:

  1. No sé cómo responder a esta maravilosa entrada de ese blog idem porque las lágrimas me impiden escribir bien( aunque tampoco lo conseguiría) , la verdad es que me he emocionado y antes de partir a esa linda plaza a comprar pescado (espero no tener ningún problema de coladuras) leí esos párrafos bien esritos y .........eso...........¡me emociono!.Muchas gracias por esa felicitación , con cachondeos incluídos y un besote de tu "linda"madre.Muaccccccccccc.

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  2. claro!!! a mamá de coña y a mi que si solo te gritaba...Pero qué bien que escribe MHF.
    Un requetebesote ñoño ñoño, lo más ñoño. Muuuuacs.

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