El mundo de las artes escénicas japonesas es apasionante y vasto, tanto que he procedido a hacer la selección pertinente para tratar de aprender cosas acerca de los tres estilos más representativos: el
bunraku (teatro de marionetas), el
noh (drama lírico) y el
kabuki. Los tres forman parte de
Obras maestras del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad de la UNESCO.
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El
kabuki es un estilo de teatro tradicional japonés que, como veremos, difiere enormemente en el fondo y en la forma respecto a nuestro teatro occidental. La palabra
kabuki está formada por los ideogramas de canción, baile y técnica. Sin embargo, en su origen tenía otro significado.
El
kabuki surgió alrededor del año 1603, con la llegada a Kioto de una compañía de bailarinas dirigidas por una tal Izumo-no-Okuni, una antigua
miko (sirviente en un templo sintoísta japonés, no confundir con
maiko, 'aprendiz de geisha'). Sus danzas causaron furor y fueron catalogadas como
kabuki, palabra que otrora significaba 'excéntrico' o 'poco convencional u ortodoxo'. No deja de ser curioso el hecho de que un arte actualmente vetado casi en su totalidad para las mujeres tenga un origen exclusivamente femenino.
"¿Cómo? Pues yo bien que veo a una chica en la foto de arriba". Je, pues ya puedes echarle otro vistazo, porque en ambas el papel femenino lo encarna un
onnagata (女形), que significa 'forma de mujer'. Estos actores especializados en papeles femeninos no tienen por qué encasillarse, ya que también pueden desempeñar roles masculinos. El debate sobre permitir la participación de mujeres en el
kabuki suscita opiniones encontradas: algunos opinan que se necesita una forma física demasiado exigente para la mujer, mientras que otros no ven con malos ojos una vuelta a los orígenes. Con los cambios que ha habido durante su existencia, ¿cuál sería la versión más atávica? El debate sigue abierto.
Los kanjis de gran formato a la izquierda del cartel reflejan el título de las dos obras. La primera de ellas,
ya no ne (矢の根, 'la punta de la flecha'), narra la venganza llevada a cabo por los hermanos Soga, Juro y Goro, durante el período Edo. Goro, en la foto, es el protagonista principal. La primera noche del año ve a su hermano Juro en sueños. Este se encuentra en apuros y le pide a Goro que vaya a rescatarle. Ni corto ni perezoso, se apropia del caballo de un campesino que pasaba casualmente por allí y parte en busca de su hermano, utilizando un rábano gigante como fusta. Hay dos estilos principales, el áspero (
aragoto, 荒事) y el suave (
wagoto, 和事). Pues bien, esta obra es un ejemplo del primero de ellos. La segunda obra es
fuji musume (藤娘, 'el jardín de glicinias'), en la que representa un baile amoroso por parte de una (un) bella (bello) joven.
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Aproveché la espléndida ocasión que me proporcionaba mi descuento como estudiante para poder ir a una sesión especial en la que uno de los actores que encarnaba a Goro explicaba ciertos aspectos del
kabuki, como el maquillaje.
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¿En qué estriba la diferencia con nuestro teatro occidental? Pues que en el kabuki prima la puesta en escena por encima de la trama. De hecho, casi todo el mundo conoce a la perfección el argumento antes de empezar la obra, por lo que no hay lugar a las sorpresas. Todo está enfocado al deleite del espectador, por eso:
- El tamaño de los objetos es desproporcionado, como se puede ver perfectamente en la flecha que porta el personaje en el cartel, el triple del normal.
- Los gestos y poses (mie, 見得) de los personajes son exagerados, en algunos casos rayan la comicidad (al contrario que el noh, es un estilo más distendido)
- La caracterización de los personajes es exhaustiva. La fuerza de Goro se denota por las rayas rojas de su maquillaje facial, así como su indumentaria (además de la flecha que porta). Puedo asegurar que, cuando lo ves en el teatro, te transmite un aura de majestuosidad y poder, reforzado por la energía de la que hace gala en sus movimientos.
En otras palabras, mientras que en el teatro occidental lo más importante es la
representación, en el
kabuki todo gira en torno a la
presentación. El teatro occidental apunta hacia la
mente para despertar nuestras emociones, mientras que el
kabuki apunta hacia los
sentidos. Al contrario que en nuestro teatro, el centro de la obra no es el argumento, sino el propio actor. Todo gira en torno a él, todo se dispone de forma que él pueda ofrecer la mejor actuación posible. Otra gran diferencia estriba en que no pretende ser real, es consciente en todo momento de que es pura ficción, y el espectador es sabedor de esta circunstancia. Por eso no le importa ver a ayudantes haciendo de almohada, ayudando al actor a vestirse o, en definitiva, cumpliendo su papel de asistentes vestidos generalmente de negro, el color que denota lo invisible tanto en el
bunraku como en el
kabuki (pese a ser perfectamente visible para cualquiera). Por eso el caballo de la otra era de mentira (dos personas con un traje de caballo), realmente hasta el famoso rábano con el que espoleaba al caballo era de peluche (pero perfectamente visible y cómodo para el espectador).
También hubo tiempo para que dos extranjeros hiciesen un poco el ridículo tratando de imitar las exageradas poses típicas de este estilo.
Vaya por delante que escribí esta entrada el 26 de septiembre del 2009, pero como ya he ido por fin a ver una obra de noh, escribiré un artículo sobre este y el bunraku (al que también asistí en 2009).