El ascensor de nuestro piso coruñés solo cuenta con el solitario botón para abrir la puerta e impedir así ciertos incidentes. Pero aquí, en mi casa de Tokio, se ve obligado a compartir el espacio superior del panel con su némesis: el temido botón de cierre. Un dispositivo ideal para prevenir la entrada a ese sucio extranjero que llega cargado como un asno con bolsas de la compra.
Nota: me comunican que esta información es obsoleta, ya que en España también parece haberse extendido el uso de este botón. Sin embargo, me estaba basando simplemente en el ascensor que más utilizaba: el del piso de La Coruña. Quizá la diferencia estribe en que aquí hasta el más viejo tiene los dos botones.
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