miércoles, 18 de marzo de 2009

The power of love (Scatology stories)

Cuando haces algo mal, tu mujer te va a gritar.
"¿Pero qué haces?" exclamará.

Por su ardor estomacal,
empero a don Pascual
"¡Pero qué heces!" le dirán.


- Antigua cantiga popular de San Vicente del Carallo Pa' Bajo

«Habíamos disfrutado juntos de hermosos atardeceres, momentos perecederos en lugares de belleza imperecedera, instantes efímeros de pasiones apasionadas, volábamos juntos sin movernos del sitio. En lugares recónditos nos abríamos paso, en atenciones mutuas nos deshacíamos y hacíamos caminos al andar. Nos deteníamos para contemplar las maravillas que nos ofrecía la madre naturaleza, y en ese instante nuestras almas comulgaban, nuestros espíritus se armonizaban, nuestra música interior sonaba unísona. Poníamos nuestro empeño en ser codueños de nuestros sueños, y risueños soñábamos con un futuro halagüeño de ensueño. Vamos, que estábamos hechos el uno para el otro.

»Me enamoré de Cucufata la primera vez que la vi pasar por la puerta. No cabe duda de que aquel había sido un momento muy especial para los dos. Tras eliminar a lifting limpio su sobrepeso de cincuenta kilos, todos nos sentíamos dichosos al verla cruzar al fin el umbral de una puerta. Cuando la asignaron a mi grupo aquella lluviosa noche de diciembre, sentí de inmediato unas buenas vibraciones. Decidí apagar el teléfono para solucionarlo y luego la saludé. Sintonizamos enseguida. A los dos nos encantaba escuchar la COPE en el trabajo, y ardíamos en deseos de averiguar sobre quién descargaría el ínclito Jose María García su furia visigoda. El intempestivo horario en el que trabajábamos acababa creando lazos de unión muy especiales, y empezamos a salir juntos, ya que acabábamos justo a la misma hora. No fue hasta seis meses más tarde que me atreví a pedirle que saliésemos juntos y después fuésemos juntos a un lugar determinado completamente ajeno al mundo laboral.

»Los fines de semana íbamos con el coche de un lado a otro. Íbamos al campo y nos llevábamos la comida, la tele, la suegra... Todo iba sobre ruedas. Incluso la suegra, que se había caído por las escaleras hacía unas semanas. La pobre estaba parapléjica, y precisamente perpléjico me había quedado yo cuando Cucufata me había anunciado su presencia en el viaje. Sin embargo, yo aceptaba todo lo que decía. Nuestro amor no tenía barreras. Pronto empezaron a verse los primeros síntomas de encariñamiento, cuando apocopábamos nuestros nombres. Ella me llamaba "Javi", y lo la llamaba "Fata". Por alguna extraña razón, nunca había terminado de gustarle.

»Sin embargo, existía una barrera de la cual solo yo era consciente. Un obstáculo que ninguna otra novia había conseguido superar. En la prueba de fuego, todas caían como moscas, por mucho que las moscas se pirren por sustancias fecales. Había aplazado el reto en la medida de lo posible, pero era inevitable. Se cernía sobre mí día tras día, y cuando nos encontramos en Tailandia, decidí que el momento había llegado.

- Buf, qué comida más picante nos han puesto hoy, ¿eh?
- Sí, tengo el ojete como el de un babuíno homosexual enarbolando la bandera de Japón en un volcán de forma circular, no sé si me entiendes.
- Ja, ja, ya será para menos.
- Oye, Fata...
- ¿No has mirado todavía la lista de apodos alternativos que te sugerí?
- Ah, no. Bueno, ya la miraré. Verás, tengo algo importante que decirte.
- Lo sabía, eres gay.
- No, eso solo pasa en las series españolas para adolescentes. Bueno, eso o se quedan tullidos y quieren que les traten como a una persona normal. Bueno, en realidad, quería decirte que tengo que ir al baño.
- ¿Eh? ¡Pues vete, hijo! ¿Me tienes que pedir permiso?
- No, pero quiero pedirte algo.
- ¿El qué?
- Se trata de algo que ningún ser humano ha sido capaz de hacer hasta ahora por mí.
- Caray... Bueno, ya sabes que yo haría cualquier cosa por ti, Javi.
- Muy bien. Pues voy a entrar en ese baño y voy a excretar en forma de misiles aire-agua el tom-yam picante que nos hemos metido entre pecho y espalda. Quiero que entres en el baño nada más haya salido yo. Si todavía me quieres después de eso, ya nada podrá quebrar nuestro amor incondicional.
- ¡Jesús! ¡No será para tanto!
- Lo desconozco. Como bien sabes, a nadie le huele mal su propia mierda. Yo soy inmune.
- Qué "exagerao" eres... En fin, espero que no tengas más peticiones de este calibre cuando estemos casados.
- No. Una vez bastará.

»Así las cosas, entré en el baño con leve resignación y entablé una acalorada discusión con el señor Roca. En mi deposición descargué sobre él la furia que me corroía por dentro. Tras la tempestad, las aguas andaban embravecidas y el Sr. Roca montó en cólera, profiriendo todo tipo de improperios por mis hediondos dardos, pero viendo la claridad de mis argumentos se vio abocado finalmente y sin renuencia a tragárselo todo. (Eufemismo patrocinado por Leite Río. ¡Qué leche!)

»Salí del baño ligeramente cabizbajo y sintiendo empatía por el bautismo de fuego al que se estaba sometiendo Cucufata. Mi andorga no había tenido piedad y había sido incapaz de procesar correctamente la comida tailandesa. Alcé la cabeza:

- Adelante -dije.
- En fin... -respondió resignada.

»Se adentró en el nauseabundo cuarto de baño mientras las primeras gotas de sudor empezaban a correr frente abajo. Apenas habían pasado unas décimas de segundo cuando la vi salir apresurada, buscando esa bocanada de aire tan apreciada cuando uno ha visto el infierno hecho inodoro.

- ¡Estás podrío! ¡Pero qué asco! Hemos terminado.»


- Y por eso me ha dejado, doctor. Me arrepiento de haberla conocido.
- Pues yo me arrepiento de haberle dicho que se descalzase para tenderse en el diván.
- Oh, perdone. ¿Podría decirme qué padezco?
- Pues por padecer, padece usted un poquito gilipollas, porque yo soy psiquiatra y no dermatólogo. Me temo que es usted una bomba fétida ambulante y un peligro de narices, nunca mejor dicho. No hace falta que me pague. Ahueque el ala ipso facto, pero no la levante, no vaya a ser que me lleve otra desagradable sorpresa.

domingo, 15 de marzo de 2009

Gastronomía taiwanesa

Deng Long Lu Wei





Óbito

Sabía que o tiña que facer. Xa estaba farto. Farto de que a xente non puidese matinar en que el non era máis ca unha víctima. Un refén engaiolado eternamente no cárcere do riso. Condenado a vivir nun permanente estado de relouco, namentres a súa alma salouqueira arelaba un sitio no sétimo ceo, lonxe da ledicia cruel e desapiadada dos seus supostos amigos.

Todos eses rapaces... Non os podía aturar máis. Sentíase utilizado, coma se o mundo enteiro lle esixise o se limitar a face-lo seu traballo, agochando os seus beizos cunha buceira. Seica non tiña dereito a ser unha persoa seria. Ser pallaso fora a súa vocación. Mais, trala morte do seu irmán, o fastío consumírao inexorablemente ata o punto de desexa-la morte. A saudade era a peor enfermidade para os vasalos do histrionismo. Non podía cangar co feito de ter unha dobre vida, xa nada tiña sentido para el.

Nas últimas horas da súa vida procurou lembrar todo o feliz que fora xacando. Colleu a moto, e foi goza-lo seu último serán, no máis acolledor dos cantís. As andoriñas emprendían a súa longa peregrinaxe, mentres o mar acollía nos seus brazos ó máis triste dos pierrots.

miércoles, 11 de marzo de 2009

¿Atrapados? en Bangkok (y 3)

«Bangkok, ciudad de contrastes». Cuántas veces habré visto esa descripción sobre una ciudad a la que, efectivamente, ese símil le viene al pelo. La espectacular modernidad del SkyTrain (nombre pomposo para un 'tren celestial' literalmente, 'tren elevado' en la práctica), ideado para aliviar el insufrible tráfico de la capital (servidor se pasó más de una hora en el bus para no avanzar más que 100 metros en la misma calle) o la imponencia de los descomunales centros comerciales contrasta con los medios de transporte algo más 'tradicionales' de los suburbios y la manifiesta precariedad de algunas viviendas o la salubridad de agua y aire, este último un bien invisible pero esencial. Quizás el gran paroxismo de esta contrariedad es el santuario de Erawan, situado al lado de un majestuoso hotel del mismo nombre.

Se habrán escrito innumerables páginas sobre mil y un aspectos de la capital tailandesa, y a esa información remito yo para el que quiera informarse verdaderamente sobre este lugar que, como leí una vez: «el primer vistazo horroriza, el segundo despierta curiosidad, y el tercero puede llegar a enamorar».

Hay muchas cosas que ver en esta gran ciudad, pero probablemente de entre todas ellas destaca especialmente el Gran Palacio, probablemente el mayor atractivo turístico de Bangkok. Fue la residencia oficial del rey de Tailandia desde el siglo XVIII hasta mediados del siglo XX, cuando el rey Bhumibol Adulyadej la trasladó al Palacio de Chitralada, dejando el primero para solo algunas celebraciones. Los varios edificios de este complejo arquitectónico, situado en el centro de la ciudad, abarcan 200.000 metros cuadrados y albergan las residencias reales, la Capilla Real del Buda Esmeralda y las oficinas gubernamentales.


La gran atracción del recinto es, sin duda, el templo del Buda Esmeralda (Wat Phra Keo), en donde se conserva una de las imágenes de Buda más veneradas del país. Está elaborada en jade semiprecioso, aunque presenta unas dimensiones bastante modestas: 66 cm de alto por 48,3 de ancho. Está sentado en un trono de madera dorada protegido por una urna de cristal.

Lo más curioso de todo es que el cambio del suntuoso vestuario del Buda Esmeralda, repleto de oro y diamantes, es toda una ceremonia que lleva a cabo el mismísimo rey tres veces al año. Los dos trajes que no están siendo usados en ese momento se conservan en un museo en el interior del recinto. Según la leyenda, la escultura fue descubierta en 1436 en la ciudad de Chiang Rai; en el interior de un templo hecho pedazos por un rayo.

El templo del Buda Esmeralda (Wat Phra Keo) desde fuera.

Reproducción del templo de Angkor Wat (Camboya) en el Gran Palacio de Bangkok.

Por lo que respecta a ambiente nocturno, Bangkok desde luego no anda escaso en estas lides. El Patpong, barrio financiero por el día, se convierte en un auténtico putiferio más o menos disimulado por la noche. Khao San Road es otra zona muy popular desde hace unos años. Anteriormente solo había un hostal en esta calle, pero fue tal su éxito que se le fue uniendo competencia y ahora es un lugar con una vasta oferta hotelera, además de una especie de punto de reunión para mochileros de todas las partes del mundo.

Khao San Road por el día.

Lo que se dice por ahí de que los tailandeses, y por extensión, los asiáticos, comen bichos raros es cierto. Pero no es menos cierto que a ellos puedes igual que exótico (vulgo asqueroso) el hecho de comer caracoles, nécoras o ancas de rana. Esto no es un ejemplo contrastado, es solo la idea de que el exotismo es solo aquello a lo que uno no está acostumbrado, no porque un animal sea objetivamente más o menos susceptible de ser ingerido. He aquí una selección de "bichitos" en un puesto de Khao San Road, Bangkok.


El Salón del Trono de Anantasamakhom al atardecer, muy cerca del Palacio Vimanmek, antiguo palacio real de Bangkok (no llegamos a tiempo para visitarlo :-/).

El Monasterio de Mármol (Wat Benchamabopit) es otro lugar de gran belleza. Consta de un santuario principal, varios pabellones e imágenes de Buda, la residencia de los monjes y los jardines. Hay 53 estatuas de Buda en bronce alrededor del claustro.

Desde el Monte de Oro, el punto más alto de la ciudad, se tiene una buena perspectiva, aunque los monumentos más famosos están un poco lejos como para poder observarlos claramente. Ayutthaya, la antigua capital, tuvo una gran colina artificial, por lo que el monarca Rama III decidió reproducirla en Bangkok. Tras numerosos intentos, ya que la tierra blanda de la ciudad retrasaba los trabajos, y bajo el mandato de Rama V, la montaña alcanzó su altura máxima: 78 metros. Más de 300 escalones llevan hasta la cima, donde un chedí (cúpula puntiaguda propia de la arquitectura tailandesa) alberga las reliquias de Buda que uno de los virreyes de la India británica regaló a Rama V.

Tailandia es un país que merece la pena visitar en todos los sentidos. Si uno se decide por el mero turismo de playa, uno puede perderse la hermosa historia de las tres capitales: Bangkok, Ayutthaya y Sukhothai. Es imposible llegar a conocer bien un país en solo unos días, pero merece la pena intentar profundizar un poco. Visiten este país, no se arrepentirán.

sábado, 7 de marzo de 2009

Anécdota del interraíl (2004)

Álvaro no creía su suerte. En su solitario viaje por el Este de Europa se había encontrado con seres singulares, pintorescos, genuinos... pero no podía esperar por nada del mundo encontrarse dos tipos como aquellos.

Bajo el suave y rojizo color del extrañamente cálido atardecer polaco presentía que en su llegada a la estación de Varsovia iba a ser objeto de bienvenida. Las cosas son distintas en el Este. Los hostales, de pobre calidad y peores servicios, compensan su escasez de recursos con su atención al cliente en la estación. Álvaro sabría que, sin poder evitarlo, su mochila llamaría la atención a aquellos ojos escrutadores enfundados en sus camisetas naranjas, representantes del único albergue juvenil de la ciudad. Aceptó resignado, puesto que no tenía tiempo para buscar por sí mismo. Y cuando, apresado en la furgoneta que ofrecía el servicio de transporte gratuito (sólo ida) al hotel, parecía que iba a ser la única víctima, reconoció el acento gallego de aquella pareja tan singular.

Jorge el mayor de los dos. Su barba, mal recortada por la escasez de oportunidades para el aseo personal, le daba aspecto de ex-talibán. Vestía pantalones vaqueros y un polo Lacoste venido a menos. Su amigo se refería a él como "Indigentor", por su facilidad para dormir debajo de puentes, dentro de estaciones y rodeado de asesinos en serie, y su devoción por el antiguo lateral madridista.

Servando no tenía un aspecto más presentable. Su bigote, dividido en 2 partes simétricas, recordaba a Cantinflas. Pero uno se daba cuenta de que provenía de los rincones más inhóspitos de Lugo cuando profería sus habituales sandeces. Tenía el sobrenombre de "Gorronator", por su indómita habilidad para hacerse el sueco en entradas a museos, palacios, castillos y demás sitios de pago. La efectividad de su táctica resultaba casi incontestable, vocablo que definía también su nula respuesta ante los requerimientos de pago por parte de los oficiales.

Aquella tarde los tres amigos unieron fuerzas y olvidaron ampollas para recorrer la ciudad y descubrir las maravillas de Varsovia. No resultaba difícil manejarse por la ciudad, pero nuestros amigos no perdían la oportunidad de comprobar la amabilidad de las jóvenes muchachas del lugar para preguntarles por sitios remotos y nada interesantes, pero cuya localización en el mapa daba juego para poder conversar un rato. Probaron la cerveza polaca, pasearon por el barrio judío y recogieron todas las monedas de las fuentes con la finalidad de reunir presupuesto para la noche.

Jorge: «Nos encontrábamos con un montón de tarados en nuestro viaje. Polonia no fue una excepción. En nuestra habitación se alojaba un inglés que llevaba una castaña impresionante. Se sentaba en el alféizar de la ventaba mientras repetía "C'mon let's go drink some beers man" como un autómata. Se llegó a colgar del riel de la cortina exponiéndose a un buen hostiazo».

El primer lugar a donde fueron nuestros amigos era un pub cercano al hostal, en donde tuvieron la oportunidad de hablar con una polaca que estudiaba Filología Española. Ésta les recomendó dos sitios para salir por la noche, instrucciones que los 3 españoles siguieron al pie de la letra. Se despidieron de tan amable muchacha con 3 pares de... ósculos. Pero cuando ya se estaban levantando un polaco intentó retenerles mirándolos fijamente durante 2 minutos, mientras les decía un buen puñado de chorradas ininteligibles en su idioma. Nuestros amigos, incapaces de comprender, solventaron la papeleta ofreciéndole un cigarro, obsequio que el polaco aceptó con un gesto mezcla de perplejidad y aprobación.

Encontraron la discoteca recomendada. El nombre no podía ser más llamativo: Underground. Cuando entraron se dieron cuenta de que iban a chorrear sudor por todos los poros, el calor infernal hacía difícilmente soportable el ambiente, pero la cerveza hacía olvidar todas las cosas.

Servando: «Yo incluso me olvidaba de que tenía que pagar. Por suerte, el camarero se ofreció amablemente a recordármelo. Mientras veía cómo bajaba la espuma de mi cerveza me fijaba en nuestro amigo Álvaro, tan alegre y dicharachero que no necesitaba un buen trago antes de mover el esqueleto. Bailaba a lo Kárate Kid, sólo movía su mano derecha como pintando una valla y luego lo hacía con la izquierda, pasando la cerveza de mano a mano con enorme habilidad. La serie de espasmos con la que intercalaba esos movimientos lo convertían en todo un espectáculo.»

La noche fue larga y agotadora. Mientras Álvaro y Jorge daban vueltas al local, Servando se dejaba llevar por la música y los codazos que le propinaban los novios de la(s) chica(s) de sus sueños. Pero esto no era siempre así...

A veces los codazos los daban ellas.

La noche terminó para Gorronator en el cómodo sillón de la discoteca. Se dejó conquistar por Morfeo y se espatarró sin ningún tipo de vergüenza en su reposatraseros predilecto. El portero no tardó mucho en llegar.


Servando: «Aquellos 30 segundos de rollo patatero en polaco me dejaron totalmente indiferente. No me estaba enterando de lo que contaba aquel armario de 2 puertas pero intuía lo que pasaba: él también quería dormir»


La ingenuidad de Servando no le permitía discernir lo que realmente quería el portero, cuyo lema era "cada uno duerme en su puñetera casa". Al asentir Servando como un mongolo, el mastodonte se largó, dejando a nuestro amigo con la oportunidad a su alcance para poder dormir otra vez.

Y así lo hizo, siendo despertado de nuevo por otro armario, esta vez de 3 puertas, airbag y aire acondicionado. La reacción fue más o menos la misma: una conversación de besugos, gritos por un lado y asentimiento por otro. Al cabo de otros 30 segundos el portero número 2 volvió a largarse convencido de haber cumplido su trabajo.

Pero Servando se volvió a dormir.

Eso sí, pasados 3 minutos y ante la visión del tercer portero, se levantó y decidió cerrar el capítulo aquel día, y dejar de escribir ahora.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Lecturas recomendadas: Bievenido al mundo, Enciclopedia Universal Clismón (Miguel Brieva)


Estos días estoy leyendo un libro de Miguel Brieva, conocido por muchos por su colaboración en El Jueves. Como se puede deducir del título, es una especie de seudoenciclopedia que define ciertos vocablos por escrito o mediante ilustraciones. El surrealismo está presente casi en cada hoja, y algunas de las definiciones son ciertamente originales y jocosas, cargadas de dobles sentidos. La religión es uno de tantos temas tratados, y en un rincón del libro se nos explica de forma sucinta y lógica qué es la Santísima Trinidad: «Ya se sabe lo que dicen: no hay dios sin tres».

He aquí algunas de mis definiciones favoritas:

Progreso:
proceso mediante el cual la humanidad se percató, en un momento dado, de que lo que antes hacía sosegadamente lo podía hacer ahora a toda prisa y con peores resultados.

Burocracia: modo extraordinariamente enrevesado, costoso e irracional de organizar racionalmente un Estado.

Casa: edificiación generalmente formada por varias paredes y una techumbre con el objetivo de albergar dentro el aparato televisor y evitar que éste se dañe a la intemperie. También se emplea para que habiten las personas.

Diccionario: escalera de caracol de palabras que conduce a un laberinto concéntrico que se traga todos los significados; unas palabras llevan a otras, que a su vez definen a otra palabra a la que definen las demás en las que ella misma formaba parte de su definición.

Adulto: residuo que queda tras el desvanecimiento de un niño

Diseño: sofisticada industria que se extasía ante una silla en que no hay manera de sentarse.

Drama: concatenación de trágicos acontecimientos que se narran para que uno lo pase bien.

Futuro: escurridiza entelequia en nombre de la cual el hombre moderno hipoteca los sucesivos presentes de que va disponiendo.

domingo, 1 de marzo de 2009

Orneadas dun burro

Os xornalistas agardaban impacientes ó xogador estrela do equipo. El era o centro de atención de tódalas cámaras; «a noite máxica de Petardevic», era a portada que todos tiñan pensado plasmar en cadansúa fonte da cultura española. As preguntas preparadas, os lapis nas mans e nas orellas... Os micrófonos a moreas recollían ata a derradeira baballa dos obviables, mesmo ignominiosos, comentarios do susodito. Chegara envolto nunha aura mística que o diferenciaba dos demais mortais, aqueles monicreques que non eran capaces de artella-la súa perna para impulsar un obxecto esférico e atinar a metelo entre tres paos, nunha portería (baleira) de sete metros de longura e dous e medio de largura, mentres o porteiro fica a velas vir despois de reci-bir un pastel de cotelos.

-¿Supoño que contento co partido non? O seu gol foi decisivo...
-Si. Mais o importante é o equipo ¿non si? Que eu sexa unha estrela non quita que o equipo o fixese case tan ben coma min.
Os periodistas matinaban cál podía se-la resposta que se levase o premio á orixinalidade. Na sala oíase un murmurio estraño. Outro periodista pediu a palabra.
-¿Podería facernos un resumen do partido?
-Ben, marcamos máis goles có equipo contrario. Xa que logo, gañamos.
Houbo un silencio total, e o sorriso dos sórneas alí presentes mesturábase cos bocexos dos reporteiros máis preguiceiros.
-Eh... ¿Podería ser un pouco máis claro?
-O que quero dicir é que son tres puntos moi importantes. Se gañasemos, conseguiriamos un punto, e se perdesemos, ningún. Polo menos iso é o que me dixeron. De tódolos xeitos non vos preocupedes. A partir do mércores, os tres puntos máis importantes serán os da próxima xornada, e na vindeira a esa perderémo-lo tren da Liga se non gañamos.
-Moitas gracias. Non o sabiamos.
-O fútbol é así.
-De cara ó próximo partido contra o Porriño... ¿Como ve a este equipo?
-Cos ollos. Eu creo que nisto do fútbol xa non hai rival pequeno. Descubri-no o outro día xogando ó chinchimoni co meu sobriño. O moi lerchán deume unha malleira impresionante. Por iso non me fío nin dun equipo de mortos de fame coma este; respéctoos coma á miña nai.
-Os xogadores a afeccionados do equipo contrario afirman que vostede é un manta, pero a parte diso, o porteiro, que lle manda recordos á súa nai, di que vostede deulle un puñazo e despois lanzoulle un gargallo para deixalo cego e poder marca-lo gol. ¿Quere dicir algo?
-Algo.
-Refírome a se lle merece algún tipo de opinión os feitos acontecidos.
-Eu ía polo balón, claramente. Igual escapóuseme a man. Non podo estar pendente de todo. Ademais, hei de engadir que os árbitros son humanos e poden co-meter algúns erros, mesmo se non están subornados, como é o caso. Errare huma-num est, como diría o perruqueiro de Rappel. -¿Podo preguntarlle a qué carallo vén iso agora?
-Si que pode. De feito xa o fixo. E que sempre teño que dicilo para quedar ben, xa sabe. Se non hai máis preguntas...
Un periodista que levaba todo o rato durmindo ergueuse de repente e dirixiu-se cara o futbolista.
-Si. Eu teño unha pregunta.
-Dígame...
-¿Vostede é parvo ou come merda?