martes, 4 de noviembre de 2008

Bucarest, la joven promesa

Bucarest es la ciudad de los cinco años, la cifra mínima de tiempo que se debe esperar para ver una ciudad completamente distinta, con un casco histórico renovado y mejores infraestructuras. Démosle pues un lustro y el beneficio de la duda, visitémosla dentro de ese tiempo para poder decir con orgullo "Esto no es lo que era. Ahora está repleto de turistas. Cuando yo vine aquí no había nada... ¡nada!". Es una técnica muy utilizada por los que han tenido la fortuna de visitar Pekín hace un tiempo, o cualquier otra ciudad que se encuentre en pleno auge y desarrollo.

Ya he comentado en una entrada anterior la vicisitudes del viaje a la capital rumana. Llegamos a la seis de la mañana y lo primero que hicimos fue tratar de encontrar el hostal. Estaba un lugar ligeramente recóndito pero nuestro sentido de la orientación nos llevó hacia nuestro objetivo. Eran todavía las 6 de la mañana. Al llegar nos encontramos un cartel que ponía: "Por favor, no llamen antes de las 8:30". Así que nos fuimos a dar un paseíllo cerca de la estación y a tomar un cafetín en el único bar abierto que encontramos, en una gasolinera. Tras este piscolabis nos encaminamos de nuevo al hostal, regentado por una canadiense (así que el idioma no representaba problema). Esperamos un rato hasta poder entrar en la habitación, gorroneamos un par de tortitas (pancakes) y camas ajenas para echar una siestilla, y una vez depositados nuestros hatillos en la habitación nos lanzamos a descubrir Bucarest.

La capital rumana es la otra reciente incorporación a la Unión Europea, junto con Bulgaria. Esta última representa la quintaesencia de la corrupción. Ejemplos brutales de ello:

  • el consejo del taxista cuando nos bajamos del primer taxi que cogimos: Be careful with the police!
  • la supresión de ayudas a Bulgaria por parte de la UE
  • varias anécdotas contadas por un español que vive allí:
  1. Cuando llegó a Bulgaria contrató los servicios de un intérprete para que le acompañara a los sitios, debido a su falta de dominio del búlgaro. Una vez le paró la policía por conducir con el móvil y no llevar cinturón. Lo que le dijo el intérprete fue: "Dale 10 levas" (la moneda del país, equivalente a 5 euros). El español accedió, el policía revisó en un abrir y cerrar de ojos la documentación y se quedó la pasta.
  2. Cuando él va de España a Bulgaria en coche lleva varios paquetes de tabaco y algunas botellas de alcohol para pasar la aduana.
  3. Los dos hermanos más mafiosos de Bulgaria fueron capaces inutilizar el túnel de una autopista y desviar el tráfico para que ambos sentidos pasasen por un único túnel en ese tramo.
  4. El metro cuadrado en la calle Serrano de madrid está a 12.000 €. En Vitoshka, la principal calle comercial de Sofía, se encuentra a 50.000 €. Empresas como Zara han tratado de hacerse con un hueco pero nadie quiere vender porque las tiendas son una tapadera: todo se dedica al blanqueo de dinero.
Rumanía parece un poquito menos corrupta (aunque es difícil superar a Bulgaria), por lo menos se nota que están invirtiendo el dinero de la UE en reformar el casco histórico de la ciudad, en donde se encuentra el edificio de Correos o el Banco Nacional. Otros edificios interesantes de la ciudad son la Biblioteca Nacional, el Palacio CEC, el Ateneo, de corte neoclásico y construido en 1888 gracias a una colecta pública por los arquitectos Constantin Baicoianu y Albert Galleron:


O el Círculo Militar, en estilo neoclásico francés, que data de 1912:

Después del paseíto comimos un menú del día en el Caru' cu Bere, uno de los restaurantes con más solera de la ciudad (desde 1879). Por 22 leus (~6 euros) se pueden probar platos típicos rumanos. A mí me dejaron algo frío, sobre todo por la temperatura de los mismos. Y es que en Bulgaria y Rumanía hay una lamentable tendencia a servir comidas y bebidas a una temperatura ambiental. No hay peor cosa que tomar un café con leche frío: pues estos dos países serán capaces de sacarte de tus casillas ante la dificultad de convencerles de que no solo deben calentar el café, sino también la leche. Recordad estas sabias palabras en Bulgaria: nogo goresto (muy caliente). El "very very hot" no funcionó en Bucarest. Te mirarán como diciendo "Claro... caliente. ¿Cómo va a ser?". Y sin embargo son capaces de considerar caliente lo que nosotros tenemos a bien denominar templado.

Después de la comida y un descanso en el hostal salimos a cenar y a tratar de tomar una copilla antes de volver al hostal. Nuestra incógnita radicaba en saber a qué hora partía el último metro. Tratamos de encontrar un restaurante mencionado en nuestra guía, pero nuestra búsqueda fue en vano, así que acabamos cenando en La Mama, una cadena de restaurantes que solo parece hallarse en Bucarest.

Todavía inquieto por no saber a qué hora acabar de cenar para poder pillar el último metro, decidí preguntarle al camarero. Me respondió con un reconfortante "I'll be back", pero se apostó tras el mostrador de bienvenida para atender a los comensales que realizaban su llegaba y nunca más se supo de él. Es probable que I'll be back sea la forma de decir 'no tengo ni pajolera idea' en rumano. La cena no fue gran cosa, y cuando nos fuimos a la estación de metro más próxima nos dimos de bruces con la realidad: ya era demasiado tarde y estaban cerrando. Así que nos dispusimos a avivar de nuevo nuestro sentido de la orientación y nos metimos una pateada antológica por todo Bucarest. Más de una horita para descubrir, a tenor de las zanjas y calles en obras recorridas, que esta es la ciudad de los cinco años.


El Palacio del Parlamento de Bucarest, el segundo edificio más grande del mundo, después del Pentágono de EE. UU. Anteriormente se llamaba la Casa del Pueblo (Casa Poporului), pero recibió este nuevo nombre tras la caída de la dictadura comunista de Ceaucescu. Se puede realizar una visita guiada de 45 minutos, pero hay que reservar con al menos un día de antelación porque está bastante solicitado. En estas dos otras fotos se puede comprobar su grandeza.

Diego tendiendo la mano a Charles de Gaulle. Un noble gesto.

Los bancos-chincheta del parque de Kiselef dieron bastante juego.

Toma dos.

El parque de Herastrau en otoño es ideal para buenas fotografías.

El Palacio del Parlamento en todo su esplendor. Es grandecillo...

De noche. Lógicamente estas dos fotos no son mías.

El Arco del Triunfo rumano.

Entrada del Muzeul National Al Satului "Dimitrie Gusti", una bella sorpresa.

Cruce de caminos en dicho museo al aire libre.

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