miércoles, 4 de febrero de 2009

Lest we forget (1)


"No lo olvidemos" rezan los últimos versos de cada estrofa en la oda "Recessional" de Rudyard Kipling, con los que el autor indio-británico alertaba a los británicos contra el orgullo imperialista. La misma expresión se suele añadir a la "Ode of Remembrance" (oda del recuerdo u oda conmemorativa) de Laurence Binyon.

They went with songs to the battle, they were young.
Straight of limb, true of eyes, steady and aglow.
They were staunch to the end against odds uncounted,
They fell with their faces to the foe.
They shall grow not old, as we that are left grow old:
Age shall not weary them, nor the years condemn.
At the going down of the sun and in the morning,
We will remember them.

Una composición que se recita en días señalados, como el ANZAC Day (por los soldados australianos y neozelandeses muertos en la Primera Guerra Mundial) o Remembrance Day (que rinde tributo al sacrificio de civiles y fuerzas armadas en tiempos de guerra).

El estar "atrapado" en Tailandia me permitió realizar una de las visitas más típicas en los alrededores de Bangkok: el mercado flotante y el puente sobre el río Kwhae Noi, mundialmente conocido como Río Kwai.


El famoso puente de la novela de Pierre Boulle, y de la aún más famosa película con su respectiva melodía, se encuentra a pocos kilómetros de la ciudad de Kanchanaburi, al oeste de Bangkok.

¿Contexto histórico? Durante la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas japonesas invasoras decidieron construir una vía de ferrocarril en este difícil terreno que uniese Tailandia con Birmania. Miles de personas fueron obligadas a trabajar en condiciones infrahumanas, lo que provocó la muerte de 16.000 prisioneros de guerra (los más recordados) y 100.000 peones asiáticos (los más olvidados). Los bombardeos aliados destruyeron el puente en 1945, pero fue reconstruido en metal, y las reparaciones de guerra de los propios japoneses ayudaron a sufragar las arcadas. Si habéis visto la película, merece la pena que seáis conscientes de dos hechos:

  • El coronel Saito existió realmente, pero su verdadero carácter distaba mucho del personaje cruel e inhumano del filme. El verdadero Saito era un militar culto, inteligente y humano que trataba a los prisioneros con respeto y compasión. Hasta el punto de que, tras la derrota de Japón, Tossey acudió como testigo al consejo de guerra que el tribunal aliado para crímenes de guerra entabló contra Saito y le salvó de la horca con sus declaraciones. Cuando Tossey murió, en 1975, Saito viajó a Inglaterra para visitar su tumba.
  • El coronel Nicholson (Alec Guinness) se inspira en la figura real de Philip Tossey, teniente coronel ingeniero del ejército británico. Prisionero de los japoneses, fingió aceptar el encargo de sus captores para construir el puente, aunque en realidad hizo lo que pudo para sabotear la construcción: desde añadir barro al cemento para debilitarlo hasta infectarlo de termitas que él y sus hombres cogían en la selva.



Los excesos cometidos en las guerras y conflictos de todo el mundo han roto las vidas de millones de personas. El escritor Henry Miller (Trópico de Cáncer) decía que "Cada guerra es una destrucción del espíritu humano". A mi modo de ver, refleja la impotencia de nuestra especie por alcanzar una convivencia pacífica. No importa lo cruel o duradera que sea, siempre volverán a repetirse, y un conflicto de estas dimensiones deja como legado a su heredero el caldo de cultivo para otro. La Primera Guerra Mundial fue la herencia cuya incorrecta resolución derivó en la Segunda Guerra Mundial, y esta a su vez generó el siempre vigente y aparentemente irresoluble conflicto árabe-israelí. Cuando todos pensamos que el fin de una guerra es motivo de regocijo y alivio, no somos conscientes de la perpetuidad de estas luchas y de la mezquindad del ser humano. Tropezamos más de dos veces en la misma piedra, incurrimos una y otra vez en el mismo error, causamos dolor y desdicha en gente que ni siquiera conocemos, acabamos con vidas de gente anónima, sacrificamos generaciones de personas cuyas vidas se disuelven inútilmente en la guerra; su piel perforada por el plomo y el corazón del allegado hecho trizas para siempre.

Hagamos caso a los epitafios del cementerio de Kanchanaburi. Lest we forget. No debemos olvidar. Y como herederos de estas contiendas debemos ser conscientes de la gravedad del asunto y evitar a toda costa que tamañas barbaridades vuelvan a producirse.

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