Me sorprende la poca repercusión que ha tenido en la prensa internacional las elecciones del día de ayer en Japón, sobre todo cuando estamos hablando de la (todavía, aunque China esté al acecho) segunda economía del mundo y de un hecho histórico: el Partido Democrático vuelve al poder tras un largo período como opositor (concretamente desde 1955). El perdedor en este caso ha sido el Partido Democrático Liberal, el del hasta ahora presidente Taro Aso (o Junichiro Koizumi, probablemente el único primer ministro que podría nombrar un español que no esté puesto en política japonesa). Se podría decir que el partido ganador equivaldría al PSOE, mientras que el perdedor se podría corresponder al PP, para aquellos que necesiten comparaciones. También se podría decir que uno es conservador y otro progresista. De todas formas, desconozco sus políticas al detalle porque aún no puedo leer los periódicos en la lengua de este bendito país. Así que, de momento, me apaño con las noticias de los gaijin (extranjeros).
Por lo que dijo la profesora en la clase de hoy, entre las medidas del ganador, Yukio Hatoyama, se encuentran el fomento de la natalidad (con unos 20.000-30.000 yenes al mes por hijo, un problema bestial en un país en donde se vive mucho y se folla muy poco), atajar la deuda pública (recortando la inversión en la construcción de autovías; la profesora escribió "'0 yenes" en el encerado para ese fin, así que preveo un parón en ese proyecto ;-D) y adoptar una política más independiente de Estados Unidos.
En fin, le deseo mucha suerte al vencedor, y espero que sus políticas sean lo más beneficiosas posible para los traductores autónomos con visado de estudiante por un año nacidos en Lugo con un nombre raro de cojones y madre que cumpla años dentro en 8 días. Ejem...
Actualización: bueno, parece que tenemos un par de noticias en elmundo.es sobre el tema. Aquí un perfil del vencedor y la noticia: Japón inicia una "verdadera transición" tras medio siglo de poder conservador.
lunes, 31 de agosto de 2009
miércoles, 26 de agosto de 2009
Mentiras arriesgadas
Es justo y necesario hacer honor al antetítulo de este humilde blog: esto va de relatos y retazos, pues aquí tenemos uno bien fresquito, acaecido hace apenas 40 minutos.
Probablemente la mayoría de los lectores (cuatro gatos, dos perros y algunas gallináceas) saben de buena tinta cibernética que me encuentro en Japón. Pues bien, ahora que ya tengo mi flamante visado de estudiante por un año tengo que ir al ayuntamiento para solicitar el gaikokujin toorokusho (外国人登録書), un carné de identidad para extranjeros: esa chusma occidental.
Llegué a las 16:30, después de comer (cerraban a las 17:00). Tras rellenar el formulario, lo entrego y me dice la funcionaria:
-¿Tiene dos fotos?
-¡Argh! Me he olvidado completamente...
Y es entonces me vinieron a la memoria los sabios consejos de mi madre:
Acto seguido me acordé de que llevaba años siguiendo sus fieles consejos. Siempre guardo un par de fotos en la cartera para regalar a mis admiradoras: como no existen, siempre tengo un par de fotos en la cartera.
-Ah, espere un momento. Ah, aquí tiene.
-Bien, bien... ¿De cuándo son estas fotos?
No recordaba la fecha precisa, pero a pesar de que mi cara no había cambiado mucho, no tenía ganas de ir a hacerme fotos por 5 euros cuando en casa tengo las cuatro que me hice para el anterior carné japonés en mayo (las que debería haber llevado). En décimas de segundo estimé que el plazo de validez rondaría los dos o tres meses, así que, con insólita naturalidad y confianza afirmé:
-Esto... julio, sí, sí, eso es.
-Ah, vale, escriba su nombre detrás de las fotos, por favor.
-Vale.
En ese momento pienso para mis adentros: "Bua, ja, ja, ¡pardillos! ¡Nunca descubriréis la verdad!".
Sin embargo, en ese preciso momento, cuando la funcionaria echa un vistazo al pasaporte, me doy cuenta de mi estulticia supina.
-Perdone, pero... la foto del pasaporte (expedido nada más y nada menos que en el 2007) y estas dos fotos parecen iguales.
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAARRRRRRRRGHHHH! Vaya, me he equivocado de fotos (otra mentira aún más absurda y completamente ilógica, como si me hiciera fotos de carné cada mes). Mejor vuelvo mañana con las que tengo en casa.
Así se expresó en japonés la funcionaria, aunque seguramente quería decir:
Probablemente la mayoría de los lectores (cuatro gatos, dos perros y algunas gallináceas) saben de buena tinta cibernética que me encuentro en Japón. Pues bien, ahora que ya tengo mi flamante visado de estudiante por un año tengo que ir al ayuntamiento para solicitar el gaikokujin toorokusho (外国人登録書), un carné de identidad para extranjeros: esa chusma occidental.
Llegué a las 16:30, después de comer (cerraban a las 17:00). Tras rellenar el formulario, lo entrego y me dice la funcionaria:
-¿Tiene dos fotos?
-¡Argh! Me he olvidado completamente...
Y es entonces me vinieron a la memoria los sabios consejos de mi madre:
Siempre hay que llevar un par de fotos en la cartera, hijo, nunca se sabe lo que va a pasar. Y recuerda: cuando seas mayor, no compres acciones de General Motors. Por la misma razón.
Acto seguido me acordé de que llevaba años siguiendo sus fieles consejos. Siempre guardo un par de fotos en la cartera para regalar a mis admiradoras: como no existen, siempre tengo un par de fotos en la cartera.
-Ah, espere un momento. Ah, aquí tiene.
-Bien, bien... ¿De cuándo son estas fotos?
No recordaba la fecha precisa, pero a pesar de que mi cara no había cambiado mucho, no tenía ganas de ir a hacerme fotos por 5 euros cuando en casa tengo las cuatro que me hice para el anterior carné japonés en mayo (las que debería haber llevado). En décimas de segundo estimé que el plazo de validez rondaría los dos o tres meses, así que, con insólita naturalidad y confianza afirmé:
-Esto... julio, sí, sí, eso es.
-Ah, vale, escriba su nombre detrás de las fotos, por favor.
-Vale.
En ese momento pienso para mis adentros: "Bua, ja, ja, ¡pardillos! ¡Nunca descubriréis la verdad!".
Sin embargo, en ese preciso momento, cuando la funcionaria echa un vistazo al pasaporte, me doy cuenta de mi estulticia supina.
-Perdone, pero... la foto del pasaporte (expedido nada más y nada menos que en el 2007) y estas dos fotos parecen iguales.
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAARRRRRRRRGHHHH! Vaya, me he equivocado de fotos (otra mentira aún más absurda y completamente ilógica, como si me hiciera fotos de carné cada mes). Mejor vuelvo mañana con las que tengo en casa.
Así se expresó en japonés la funcionaria, aunque seguramente quería decir:
Mira, retrasado, se pueden contar mentiras más o menos curradas o creíbles, ¡pero esta es sin duda la mentira más lamentablemente idiota de todos los tiempos! ¡Estás insultando mi inteligencia, Pinocho de pacotilla! ¡Largo de aquí!
sábado, 22 de agosto de 2009
Japón, la otra vía: volumen 4
En Japón no hay tiempo que perder, en ningún momento. ¿Alguna vez habéis pensado en los preciosos segundos que se pierden mientras esperamos a que se cierre la puerta del ascensor? Yo tampoco, entre otras cosas porque no me importa lo más mínimo. Pero en este país no hay décima de segundo que perder. Lo primero que hago cuando subo al ascensor es cerrar la puerta, y mientras esto ocurre puedo pulsar el botón del piso al que quiero ir. ¡Qué maravilla! Pensad en el montón de cosas que podéis hacer con ese efímero lapso de tiempo que os habéis ahorrado. Nada, por ejemplo.
El ascensor de nuestro piso coruñés solo cuenta con el solitario botón para abrir la puerta e impedir así ciertos incidentes. Pero aquí, en mi casa de Tokio, se ve obligado a compartir el espacio superior del panel con su némesis: el temido botón de cierre. Un dispositivo ideal para prevenir la entrada a ese sucio extranjero que llega cargado como un asno con bolsas de la compra.
Nota: me comunican que esta información es obsoleta, ya que en España también parece haberse extendido el uso de este botón. Sin embargo, me estaba basando simplemente en el ascensor que más utilizaba: el del piso de La Coruña. Quizá la diferencia estribe en que aquí hasta el más viejo tiene los dos botones.
El ascensor de nuestro piso coruñés solo cuenta con el solitario botón para abrir la puerta e impedir así ciertos incidentes. Pero aquí, en mi casa de Tokio, se ve obligado a compartir el espacio superior del panel con su némesis: el temido botón de cierre. Un dispositivo ideal para prevenir la entrada a ese sucio extranjero que llega cargado como un asno con bolsas de la compra.
Nota: me comunican que esta información es obsoleta, ya que en España también parece haberse extendido el uso de este botón. Sin embargo, me estaba basando simplemente en el ascensor que más utilizaba: el del piso de La Coruña. Quizá la diferencia estribe en que aquí hasta el más viejo tiene los dos botones.
miércoles, 19 de agosto de 2009
Vuelta a clase: decoración de la habitación y un pequeño paseo
Esto de hablar con la familia por Skype usando la cámara tiene varias desventajas. Entre ellas, la de no poder hurgarme la nariz a placer mientras me comunico con mis allegados. Por otra parte, el interlocutor siempre tiene derecho a emitir su veredicto sobre tu apariencia o, en caso de habértelo currado para tener un aspecto presentable, redirigir sus críticas incisivas hacia tu entorno. En este caso la sosa y cuasi carcelaria decoración de mi habitación. Probablemente el adjetivo más adecuado sea "inexistente". Pues bueno, después de haberle dado un aroma a naranjo con un ambientador estupendo (ansioso me hallo por utilizar el de rosas que acabo de comprar, oig), me he puesto manos a la obra para tratar de darle un aspecto más ameno, pero he fracasado estrepitosamente y solo he podido darle un toque más... instructivo.
Este es el póster gigante que he comprado para la habitación. Incluye todos los ideogramas japoneses de uso común, tan solo unos 1945 de nada.
En la parte inferior se detallan las lecturas de los kanjis. La verdad es que impresiona bastante. Quizá otro día me ponga a decorarla para darle un toque más alegre, pero de todas formas... ¿A quién demonios le importa? Si algún día aumenta el número de visitas a esta mi noble alcoba, tal vez cambie el estilo.
Hoy ha sido el último día de mis vacaciones de verano. He recibido una traducción jugosilla, así que ya tengo trabajo para el fin de semana. A partir de mañana vuelvo a tener 3 horas de clase y un par de horas trabajando en una compañía de reciente creación con sede en Tokio. Decidí aprovechar el día paseando con Mika por el parque de Inokashira (cerca del cual se encuentra el estudio Ghibli), en la zona de Kichijoji. Me pareció un lugar estupendo para mi próximo recorrido en bicicleta. Según mis cálculos, me llevará al menos unos 45 minutos llegar, pero seguro que merece la pena. Tal vez lo haga este fin de semana, ya que no tengo partidos de baloncesto hasta octubre.
Por las nada procelosas aguas del estanque pululaban nuestras amigas las carpas (omnipresentes en cualquier parque japonés), con esas bocas siempre a la espera de alimento por parte del visitante. Si tuvieran manos, harían tornavoz para exigir hasta la más insignificante carnada.
Al final nos dirigimos a Tokyo Midtown para ver de nuevo lo que había ido a ver con mi amiga Chika el día anterior. Lo que en japonés llaman 水花火, es decir, los "fuegos artificiales acuáticos", las "aguas artificiales", o como quieran Uds. llamarle. Consiste en un espectáculo de diez minutos donde se lanza agua a presión desde unos cañones al compás de la música, aderezado de un juego de luces láser. No está mal para ser gratis, aunque se queda algo corto. Eso sí, puedes acabar bastante mojado, en función de la dirección del viento. No en vano te dejaban unos paraguas si soplaba hacia ti.
Este es el póster gigante que he comprado para la habitación. Incluye todos los ideogramas japoneses de uso común, tan solo unos 1945 de nada.
En la parte inferior se detallan las lecturas de los kanjis. La verdad es que impresiona bastante. Quizá otro día me ponga a decorarla para darle un toque más alegre, pero de todas formas... ¿A quién demonios le importa? Si algún día aumenta el número de visitas a esta mi noble alcoba, tal vez cambie el estilo.
Hoy ha sido el último día de mis vacaciones de verano. He recibido una traducción jugosilla, así que ya tengo trabajo para el fin de semana. A partir de mañana vuelvo a tener 3 horas de clase y un par de horas trabajando en una compañía de reciente creación con sede en Tokio. Decidí aprovechar el día paseando con Mika por el parque de Inokashira (cerca del cual se encuentra el estudio Ghibli), en la zona de Kichijoji. Me pareció un lugar estupendo para mi próximo recorrido en bicicleta. Según mis cálculos, me llevará al menos unos 45 minutos llegar, pero seguro que merece la pena. Tal vez lo haga este fin de semana, ya que no tengo partidos de baloncesto hasta octubre.
Por las nada procelosas aguas del estanque pululaban nuestras amigas las carpas (omnipresentes en cualquier parque japonés), con esas bocas siempre a la espera de alimento por parte del visitante. Si tuvieran manos, harían tornavoz para exigir hasta la más insignificante carnada.
Al final nos dirigimos a Tokyo Midtown para ver de nuevo lo que había ido a ver con mi amiga Chika el día anterior. Lo que en japonés llaman 水花火, es decir, los "fuegos artificiales acuáticos", las "aguas artificiales", o como quieran Uds. llamarle. Consiste en un espectáculo de diez minutos donde se lanza agua a presión desde unos cañones al compás de la música, aderezado de un juego de luces láser. No está mal para ser gratis, aunque se queda algo corto. Eso sí, puedes acabar bastante mojado, en función de la dirección del viento. No en vano te dejaban unos paraguas si soplaba hacia ti.
lunes, 17 de agosto de 2009
Corea: tensión y distensión (4/7)
El último capítulo de este recorrido por Seúl transcurría en Myeongdong. Pues bien, tras abandonar sus concurridas calles llegó el turno de Cheong gye cheon, una zona bastante descuidada en el pasado, pero que el actual presidente Lee Myung-bak (por aquel entonces alcalde de Seúl) se encargó de adecentar con una iniciativa que terminó convirtiendo a esta zona en un agradable y largo paseo.
En cierto modo me recordó al paseo de París por el ambiente debajo de algunos puentes, que llegan a hacer incluso las veces de galerías de arte. Es un lugar tremendamente popular para las parejas, como se puede comprobar en la siguiente foto.
Al igual que la Torre de Seúl, otro sitio frecuentado por tortolitos, hay un espectáculo de luces láser obra del francés Alexandre Kolinka. Lógicamente el momento ideal para verlo era por la noche, pero la apretada agenda de actividades no nos lo permitió. Mi cámara se quedó sin batería justo en ese momento, así que solo pude grabar unos segundos.
Después de tantas emociones, ¿qué mejor forma de terminar el idea que yendo a un spa? Estos sitios son muy populares en Corea, y considerablemente baratos, para un occidental están tirados de precio. Pasar la noche cuesta 8.000 wones (4,5 euros), y es que la moneda coreana está actualmente en horas bajas.
Las instalaciones del local al que fuimos se dividen en varios pisos, el de los baños para hombres estaba en el quinto, el de las mujeres en el segundo. La tercera y la cuarta planta se destina a zonas comunes en las que "disfrutar" de las a ratos mortales sillas masajeadoras, jugar a las máquinas recreativas, navegar por internet o acceder a las varias saunas disponibles.
Por supuesto, dejarme solo en este tipo de sitios sin tener ni pajolera idea de coreano es sinónimo de desastre e incomprensión absoluta garantizado. Me quedé con la sensación de haber quebrantado todas las reglas posibles "sin querer queriendo", como decía cierto personaje. Para empezar, me puse la ropa de la foto al entrar a los baños, porque pensaba que había un sitio dentro en donde dejarla y vestirse ya antes de salir al vestíbulo del quinto piso. Pues no, había que despelotarse mismamente en el vestíbulo. Cuando entré en los baños estaba solo como la una, lo cual resultó ser tremendamente positivo. Después de ducharme, probar la sauna y los baños de agua caliente, decidí meterme en ese sitio con capacidad para una sola persona lleno de agua fría, por aquello del tan saludable contraste. Algo perfectamente normal en unas termas como las de Orense que no se puede hacer aparentemente en Corea.
En cuanto el viejo haraposo encargado del mantenimiento se giró al salir de la sala en donde se regula la temperatura de los baños, me miró con una cara mezcla de desprecio, repulsión, odio y ansias asesinas. Por poco me saca a hostias, menos mal que era el único capullo que andaba por aquellos lares. Después me fijé en el pequeño cubo que había al lado, así que supuse que la gente utilizaba esa agua fría para echársela agua fría, sin la más ligera sospecha del contacto establecido anteriormente con un par de testículos occidentales, ausentes en esa gentuza que se limita a echarse un poco de agua fría sin meterse de lleno como un campeón.
Después del desastre, cuando me estaba vistiendo llegó un coreano sonriendo de oreja a oreja y diciéndome "party, party". Solo comprendí después que había utilizado esa palabra y a lo que se refería, porque mis tres amigas me estaban ya esperando. El encargado me metió prisa para que me vistiese, así que me estaba poniendo la parte de arriba mientras me acercaba a la salida de la zona reservada a los machotes. Recibí de nuevo una amonestación verbal con una frase en coreano que debía de significar probablemente "¡Pero vístete primero, coño!". Podría haberle respondido "Pues no me metas tanta prisa entonces", pero naturalmente mi coreano no daba para mucho.
Minji y Crystal me presentaron a su amiga Anne, nada y más y nada menos que una modelo. Caminando por Tokio un solo día puedes ver a un número desorbitado de bellezas, pero en Corea pocas me llamaron la atención. Y la verdad es que Crystal y Anne ocuparon la primera y segunda posición. Fue una experiencia inolvidable y exótica estar conversando en saunas de diferente temperatura. He aquí la prueba de agudeza visual: una sauna está a 65 ºC, y la otra a 10 ºC. Supongo que podréis adivinar cuál es cual.
En cierto modo me recordó al paseo de París por el ambiente debajo de algunos puentes, que llegan a hacer incluso las veces de galerías de arte. Es un lugar tremendamente popular para las parejas, como se puede comprobar en la siguiente foto.
Al igual que la Torre de Seúl, otro sitio frecuentado por tortolitos, hay un espectáculo de luces láser obra del francés Alexandre Kolinka. Lógicamente el momento ideal para verlo era por la noche, pero la apretada agenda de actividades no nos lo permitió. Mi cámara se quedó sin batería justo en ese momento, así que solo pude grabar unos segundos.
Después de tantas emociones, ¿qué mejor forma de terminar el idea que yendo a un spa? Estos sitios son muy populares en Corea, y considerablemente baratos, para un occidental están tirados de precio. Pasar la noche cuesta 8.000 wones (4,5 euros), y es que la moneda coreana está actualmente en horas bajas.
Las instalaciones del local al que fuimos se dividen en varios pisos, el de los baños para hombres estaba en el quinto, el de las mujeres en el segundo. La tercera y la cuarta planta se destina a zonas comunes en las que "disfrutar" de las a ratos mortales sillas masajeadoras, jugar a las máquinas recreativas, navegar por internet o acceder a las varias saunas disponibles.
Por supuesto, dejarme solo en este tipo de sitios sin tener ni pajolera idea de coreano es sinónimo de desastre e incomprensión absoluta garantizado. Me quedé con la sensación de haber quebrantado todas las reglas posibles "sin querer queriendo", como decía cierto personaje. Para empezar, me puse la ropa de la foto al entrar a los baños, porque pensaba que había un sitio dentro en donde dejarla y vestirse ya antes de salir al vestíbulo del quinto piso. Pues no, había que despelotarse mismamente en el vestíbulo. Cuando entré en los baños estaba solo como la una, lo cual resultó ser tremendamente positivo. Después de ducharme, probar la sauna y los baños de agua caliente, decidí meterme en ese sitio con capacidad para una sola persona lleno de agua fría, por aquello del tan saludable contraste. Algo perfectamente normal en unas termas como las de Orense que no se puede hacer aparentemente en Corea.
En cuanto el viejo haraposo encargado del mantenimiento se giró al salir de la sala en donde se regula la temperatura de los baños, me miró con una cara mezcla de desprecio, repulsión, odio y ansias asesinas. Por poco me saca a hostias, menos mal que era el único capullo que andaba por aquellos lares. Después me fijé en el pequeño cubo que había al lado, así que supuse que la gente utilizaba esa agua fría para echársela agua fría, sin la más ligera sospecha del contacto establecido anteriormente con un par de testículos occidentales, ausentes en esa gentuza que se limita a echarse un poco de agua fría sin meterse de lleno como un campeón.
Después del desastre, cuando me estaba vistiendo llegó un coreano sonriendo de oreja a oreja y diciéndome "party, party". Solo comprendí después que había utilizado esa palabra y a lo que se refería, porque mis tres amigas me estaban ya esperando. El encargado me metió prisa para que me vistiese, así que me estaba poniendo la parte de arriba mientras me acercaba a la salida de la zona reservada a los machotes. Recibí de nuevo una amonestación verbal con una frase en coreano que debía de significar probablemente "¡Pero vístete primero, coño!". Podría haberle respondido "Pues no me metas tanta prisa entonces", pero naturalmente mi coreano no daba para mucho.
Minji y Crystal me presentaron a su amiga Anne, nada y más y nada menos que una modelo. Caminando por Tokio un solo día puedes ver a un número desorbitado de bellezas, pero en Corea pocas me llamaron la atención. Y la verdad es que Crystal y Anne ocuparon la primera y segunda posición. Fue una experiencia inolvidable y exótica estar conversando en saunas de diferente temperatura. He aquí la prueba de agudeza visual: una sauna está a 65 ºC, y la otra a 10 ºC. Supongo que podréis adivinar cuál es cual.
miércoles, 12 de agosto de 2009
La vuelta al Báltico en cinco días (3)
Regresamos a un viaje realizado en mayo de 2008 cuya continuación había quedado en el tintero. El objetivo era recorrer 4 países en los cinco días disponibles. En Lituania tuve tiempo para ver Vilna, la capital y centro geográfico de Europa, además de Kaunas y Trakai. Una vez vistos visitados estos lugares, partí hacia la capital de Letonia: Riga.
Llegué tarde al hostal, desde donde saqué esta foto. En el hostal me encontré con dos chicas suizas, una de ellas de considerable belleza, que tenían pensado salir por la noche. Sin embargo, las salidas nocturnas eran incompatibles con el objetivo de este viaje: levantarse temprano todos los días para ver todo lo que tuviese que ofrecer la ciudad. El tiempo apremiaba, y a veces es un auténtico placer pasear por el casco histórico de esta ciudad (patrimonio de la UNESCO desde 1997) sin apenas gente que te importune.
No recuerdo la secuencia exacta del recorrido, pero me acuerdo que, en medio de mi paseo matutino, una voz me atrajo hacia este puente sobre el canal de Pilsetas, situado en Bastejkalns (Colina del Bastión). Al parecer, es costumbre entre los recién casados declarar cuán inquebrantable es su amor simbolizándolo en forma de candado amarrado a las barandillas del puente. Una costumbre no exclusiva de la cultura occidental, puesto que también la vi en Seúl.
Riga también cuenta con edificios representativos. Uno de ellos es la "Casa de los Gatos", nombre que recibe por los dos felinos sobre sus sendas torres.
Otra es la "Casa de las Cabezas Negras", que acogía al gremio de comerciantes solteros. El edificio original data del siglo XV, reformado en el XVI y XIX, pero por desgracia los alemanes redujeron a escombros la estructura a base de bombas en 1941, y por si fuera poco los soviéticos remataron los restos en 1948, así que lo que se conserva actualmente es una reconstrucción realizada entre 1995 y 1999.
Para contemplar Riga a vista de pájaro (por pájaro se entiende "paloma cabrona lanzaexcrementos desde sus aposentos en campanarios y torres) subí a la torre de la Iglesia de San Pedro (¡en ascensor!) para obtener instantáneamente estas instantáneas a 70 metros de altura.
Después de una buena comidita y cervecita en la plaza de la catedral luterana, tocaba pensar en el siguiente destino: Tallin.
Llegué tarde al hostal, desde donde saqué esta foto. En el hostal me encontré con dos chicas suizas, una de ellas de considerable belleza, que tenían pensado salir por la noche. Sin embargo, las salidas nocturnas eran incompatibles con el objetivo de este viaje: levantarse temprano todos los días para ver todo lo que tuviese que ofrecer la ciudad. El tiempo apremiaba, y a veces es un auténtico placer pasear por el casco histórico de esta ciudad (patrimonio de la UNESCO desde 1997) sin apenas gente que te importune.
No recuerdo la secuencia exacta del recorrido, pero me acuerdo que, en medio de mi paseo matutino, una voz me atrajo hacia este puente sobre el canal de Pilsetas, situado en Bastejkalns (Colina del Bastión). Al parecer, es costumbre entre los recién casados declarar cuán inquebrantable es su amor simbolizándolo en forma de candado amarrado a las barandillas del puente. Una costumbre no exclusiva de la cultura occidental, puesto que también la vi en Seúl.
Entonces me volví a mí señor (Dios, para ser más exactos) y dirigime a él con aquestas palabras:
-¡Oh, señor! Tú, que todo lo ves y lo sabes, apiádate del alma de tu pobre vasallo e ilumina con la luz de tu sabiduría el candado de aquella letona tetona en edad de merecer que haya quedado obsoleto por su regreso a la soltería.
Y el señor (Dios) respondió:
-¡Hop!
Riga también cuenta con edificios representativos. Uno de ellos es la "Casa de los Gatos", nombre que recibe por los dos felinos sobre sus sendas torres.
Otra es la "Casa de las Cabezas Negras", que acogía al gremio de comerciantes solteros. El edificio original data del siglo XV, reformado en el XVI y XIX, pero por desgracia los alemanes redujeron a escombros la estructura a base de bombas en 1941, y por si fuera poco los soviéticos remataron los restos en 1948, así que lo que se conserva actualmente es una reconstrucción realizada entre 1995 y 1999.
Para contemplar Riga a vista de pájaro (por pájaro se entiende "paloma cabrona lanzaexcrementos desde sus aposentos en campanarios y torres) subí a la torre de la Iglesia de San Pedro (¡en ascensor!) para obtener instantáneamente estas instantáneas a 70 metros de altura.
Después de una buena comidita y cervecita en la plaza de la catedral luterana, tocaba pensar en el siguiente destino: Tallin.
sábado, 8 de agosto de 2009
Un enigma residual
A lo largo de mi vida, la exhaustividad del proceso de reciclaje de mi entorno ha crecido de forma paulatina. A lo largo de mi infancia era una palabra que apenas tenía cabida en mi vocabulario. Por otra parte, la considerable distancia que nos separaba de cualquier contenedor especial (esto es, aquellos que no son grises o verdes) imposibilitaba cualquier buena voluntad que tuviésemos a bien desarrollar. Para nosotros pues, y parafraseando una célebre cita de Felipe González, "todo era la misma mierda". Con todo, mi hermana, ecóloga en ciernes, comenzaba a dar los primeros pasos destinando un cajón para el reciclaje de papel. Una tímida iniciativa que se desarrolló exponencialmente cuando alcanzó su independencia y se fue a vivir a La Coruña. Ahí creó un fortín inexpugnable lleno de bolsas y cubos variopintos, cuyo correcto uso nos ha llevado años descifrar, a base de ensayo y error.
Y he aquí que, en una de las etapas más recientes de mi vida, emigré a Alemania, en principio famosa por su ecologismo. Pero este tiene dos caras. Mi primer (y único) compañero de piso era un alemán de pura cepa, homosexual, pulcro, ordenado, aficionado a la buena cocina y la floricultura: en principio el candidato ideal para ser todo un ejemplo del reciclaje a seguir. Pues no, él lo destinaba todo a un solo cubo porque decía "Es para no dejar sin trabajo a esos españoles e italianos inmigrantes que se dedican a separar la basura, ¡jia, jia, jia!". Cuando retorné a Alemania para mi segunda etapa, vivía solo y separaba todo lo posiblemente separable. Allí descubrí un nivel superior a España, puesto que tenía que echar las botellas de color verde, marrón y transparente en sendos cubos. Mi carácter hoy en día también tira al ecologismo (que debería llamarse más bien normalismo o civismo). Hasta aquí era factible.
Pero entonces llegó Japón:
El sistema japonés es tan exhaustivo que raya el paroxismo. Los japoneses se pirran por las reglas, yo diría que hasta las necesitan porque no son buenos improvisadores, y para el reciclaje hay que seguir un montón de ellas. Para reciclar un simple cartón de leche hay que lavarlo, desmontarlo hasta dejarlo plano y... ¡dejarlo a secar! Después hay que llevarlo a un supermercado que tenga un cubo destinado a tal efecto. Lo mismo hay que hacer con las bandejas de plástico de los productos que se encuentran en los refrigeradores del supermercado. En España o Alemania, que yo sepa, basta con echarlo a los plásticos.
Pues nada, todo será cuestión de separar en esas clásicas bolsas negras de la basura... Así que, después de una ardua tarea de separación, nos dirigimos al contenedor de turno y...
Y estamos jodidos, porque nos podremos pasar horas para encontrar uno por la calle. De hecho, las horas que necesitásemos para montar uno por nuestra propia cuenta, porque en esta puñetera ciudad la figura del contenedor o el cubo de la basura es una utopía, un ente que permanece en el mundo de las ideas, de las ideas que harían maravillosa y normal la vida aquí. Porque cuando acabas de comer un chicle y quieres tirarlo en la papelera más próxima... lo mejor será que vayas pensando en tragártelo con envoltorio. Me han dicho que la carencia se debe a que podrían usarse para depositar bombas, lo cual me parece una soberana gilipollez (¿acaso en Madrid las han quitado?), pero típico del alarmismo japonés y la obsesión por la seguridad. Así que, ¿dónde tirar mi preciada bolsa negra de la basura? Pues aquí:
Francamente, a mí me parece mucho menos seguro este sistema, porque los cuervos no pueden acceder a la basura de un contenedor, pero si pueden destrozar sin piedad un simple plástico si huelen comida. Y como te acerques a uno que esté comiendo, igual no le parece muy bien.
A todo esto, no sé si os habréis fijado en la foto, pero nuestra bolsa de la basura negra cantaría un poco entre tanta "raza blanca". ¿Qué racistas, no? Pues a joderse, porque hay que utilizar bolsas transparentes. ¿Querías utilizar una negra para que no se viera la mezcla criminal que lleva dentro, eh? Pues tu gozo en un pozo. Y tómatelo en serio, porque no cumplir las reglas puede acarrear penas de hasta 5 años de prisión o multas de 100 millones de yenes (745.000 eurillos de nada), ¡o ambas cosas!
Naturalmente, espero que no se te ocurra tirarla cuando te dé la gana. Cada grupo tiene su día, y hay que echarlo antes de las 8 de la mañana. En la foto aparece en verde el ideograma de 'jueves' para los plásticos, los ideogramas en rojo de 'martes' y 'viernes' para los "combustibles" (que conocemos como orgánicos en España) y en azul
el kanji de 'sábado' para las latas. Pero no todo es tan sencillo. Para empezar, el mensaje en japonés encima de la parte verde no me lo han sabido explicar ni los propios japoneses, y en otras zonas me parece haber visto más colores...
Por si fuera poco, el sistema no es uniforme. En abril de 2008 se introdujeron ciertos cambios, reduciendo el porcentaje de desechos inorgánicos (o "incombustibles"). Es decir, que ahora las cintas de vídeo, los bolígrafos, los cepillos de dientes, los cubos de plástico o hasta un CD se convierten por arte de magia en burnable (combustible). ¿PERO QUIÉN COÑO ENTIENDE ESTE SISTEMA?
Basura por el día, basura por la noche. No es una visión muy agradable, y francamente le da Tokio y Japón en general un toque tercermundista y cutre.
Me acuerdo de leer en un libro de Michael Moore que una vez había seguido por curiosidad a los camiones que recogían la basura reciclada, y al final lo quemaban todo a la vez, con un par. Estoy de acuerdo con el reciclaje, me parece algo necesario y útil, pero me he dado casi por vencido con este sistema japonés. Tendría que haber una cierta permisividad. Pongamos un ejemplo práctico:
Estoy en mi habitación, tratando de escribir una redacción en japonés mientras como unas galletas (con su envoltorio de plástico) y me hurgo la nariz, uno de mis pasatiempos favoritos ya desde antes de la Primera Comunión (referencia que solo mi familia puede entender :-D). Así que, como no me gusta la redacción que estoy escribiendo, empiezo otra y tiro el papel a la papelera "unisex". Por otra parte, mis excavaciones nasales han vuelto a proporcionar pingües resultados, por lo que debo desechar las carrañas en el mismo cubo, y hacer lo propio con el envoltorio de la galleta. Pues no, debería amontonar los envoltorios para llevarlos después al cubo correspondiente y andar por toda la casa con una "cacona" hasta depositarla en su justo recipiente, o pensar seriamente en imitar a los niños esos de "Vídeos de primera" que se comían su propio producto nasal. ¿Y el papel, dónde lo tiro? Pues, en el colmo ya de la confusión (y para seguir haciendo las cosas al revés que nosotros) debería echarlo en el cubo de los orgánicos, porque aquí no se recicla (al menos en esta casa). Lo dicho, ¡ME RINDO!
Y he aquí que, en una de las etapas más recientes de mi vida, emigré a Alemania, en principio famosa por su ecologismo. Pero este tiene dos caras. Mi primer (y único) compañero de piso era un alemán de pura cepa, homosexual, pulcro, ordenado, aficionado a la buena cocina y la floricultura: en principio el candidato ideal para ser todo un ejemplo del reciclaje a seguir. Pues no, él lo destinaba todo a un solo cubo porque decía "Es para no dejar sin trabajo a esos españoles e italianos inmigrantes que se dedican a separar la basura, ¡jia, jia, jia!". Cuando retorné a Alemania para mi segunda etapa, vivía solo y separaba todo lo posiblemente separable. Allí descubrí un nivel superior a España, puesto que tenía que echar las botellas de color verde, marrón y transparente en sendos cubos. Mi carácter hoy en día también tira al ecologismo (que debería llamarse más bien normalismo o civismo). Hasta aquí era factible.
Pero entonces llegó Japón:
Solo les faltaba poner "JÓDETE" en español, bien clarito. Al menos me hubiera reído en vez de llorar.
El sistema japonés es tan exhaustivo que raya el paroxismo. Los japoneses se pirran por las reglas, yo diría que hasta las necesitan porque no son buenos improvisadores, y para el reciclaje hay que seguir un montón de ellas. Para reciclar un simple cartón de leche hay que lavarlo, desmontarlo hasta dejarlo plano y... ¡dejarlo a secar! Después hay que llevarlo a un supermercado que tenga un cubo destinado a tal efecto. Lo mismo hay que hacer con las bandejas de plástico de los productos que se encuentran en los refrigeradores del supermercado. En España o Alemania, que yo sepa, basta con echarlo a los plásticos.
Pues nada, todo será cuestión de separar en esas clásicas bolsas negras de la basura... Así que, después de una ardua tarea de separación, nos dirigimos al contenedor de turno y...
Y estamos jodidos, porque nos podremos pasar horas para encontrar uno por la calle. De hecho, las horas que necesitásemos para montar uno por nuestra propia cuenta, porque en esta puñetera ciudad la figura del contenedor o el cubo de la basura es una utopía, un ente que permanece en el mundo de las ideas, de las ideas que harían maravillosa y normal la vida aquí. Porque cuando acabas de comer un chicle y quieres tirarlo en la papelera más próxima... lo mejor será que vayas pensando en tragártelo con envoltorio. Me han dicho que la carencia se debe a que podrían usarse para depositar bombas, lo cual me parece una soberana gilipollez (¿acaso en Madrid las han quitado?), pero típico del alarmismo japonés y la obsesión por la seguridad. Así que, ¿dónde tirar mi preciada bolsa negra de la basura? Pues aquí:
Francamente, a mí me parece mucho menos seguro este sistema, porque los cuervos no pueden acceder a la basura de un contenedor, pero si pueden destrozar sin piedad un simple plástico si huelen comida. Y como te acerques a uno que esté comiendo, igual no le parece muy bien.
A todo esto, no sé si os habréis fijado en la foto, pero nuestra bolsa de la basura negra cantaría un poco entre tanta "raza blanca". ¿Qué racistas, no? Pues a joderse, porque hay que utilizar bolsas transparentes. ¿Querías utilizar una negra para que no se viera la mezcla criminal que lleva dentro, eh? Pues tu gozo en un pozo. Y tómatelo en serio, porque no cumplir las reglas puede acarrear penas de hasta 5 años de prisión o multas de 100 millones de yenes (745.000 eurillos de nada), ¡o ambas cosas!
Naturalmente, espero que no se te ocurra tirarla cuando te dé la gana. Cada grupo tiene su día, y hay que echarlo antes de las 8 de la mañana. En la foto aparece en verde el ideograma de 'jueves' para los plásticos, los ideogramas en rojo de 'martes' y 'viernes' para los "combustibles" (que conocemos como orgánicos en España) y en azul
el kanji de 'sábado' para las latas. Pero no todo es tan sencillo. Para empezar, el mensaje en japonés encima de la parte verde no me lo han sabido explicar ni los propios japoneses, y en otras zonas me parece haber visto más colores...
Por si fuera poco, el sistema no es uniforme. En abril de 2008 se introdujeron ciertos cambios, reduciendo el porcentaje de desechos inorgánicos (o "incombustibles"). Es decir, que ahora las cintas de vídeo, los bolígrafos, los cepillos de dientes, los cubos de plástico o hasta un CD se convierten por arte de magia en burnable (combustible). ¿PERO QUIÉN COÑO ENTIENDE ESTE SISTEMA?
Basura por el día, basura por la noche. No es una visión muy agradable, y francamente le da Tokio y Japón en general un toque tercermundista y cutre.
Me acuerdo de leer en un libro de Michael Moore que una vez había seguido por curiosidad a los camiones que recogían la basura reciclada, y al final lo quemaban todo a la vez, con un par. Estoy de acuerdo con el reciclaje, me parece algo necesario y útil, pero me he dado casi por vencido con este sistema japonés. Tendría que haber una cierta permisividad. Pongamos un ejemplo práctico:
Estoy en mi habitación, tratando de escribir una redacción en japonés mientras como unas galletas (con su envoltorio de plástico) y me hurgo la nariz, uno de mis pasatiempos favoritos ya desde antes de la Primera Comunión (referencia que solo mi familia puede entender :-D). Así que, como no me gusta la redacción que estoy escribiendo, empiezo otra y tiro el papel a la papelera "unisex". Por otra parte, mis excavaciones nasales han vuelto a proporcionar pingües resultados, por lo que debo desechar las carrañas en el mismo cubo, y hacer lo propio con el envoltorio de la galleta. Pues no, debería amontonar los envoltorios para llevarlos después al cubo correspondiente y andar por toda la casa con una "cacona" hasta depositarla en su justo recipiente, o pensar seriamente en imitar a los niños esos de "Vídeos de primera" que se comían su propio producto nasal. ¿Y el papel, dónde lo tiro? Pues, en el colmo ya de la confusión (y para seguir haciendo las cosas al revés que nosotros) debería echarlo en el cubo de los orgánicos, porque aquí no se recicla (al menos en esta casa). Lo dicho, ¡ME RINDO!
martes, 4 de agosto de 2009
Corea: tensión y distensión (3/7)
Si bien Gyeongbokgung es el palacio principal de Seúl, Changdeokgung forma parte Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1997. ¿Por qué será? Probablemente porque constituía la residencia principal de muchos reyes y acabó por convertirse en el lugar principal. Se construyó en el año 1405 y, al igual que el otro, fue reducido a cenizas por los japoneses en ese fatídico año de 1592. Y los coreanos no ganaban para desgracias, porque tras la reconstrucción en el año 1610, la mayoría de las estructuras del palacio fueron pasto de las llamas en 1623 al producirse una sublevación en favor del Rey Injo. Pero nada puede con la voluntad y el tesón de los coreanos, que volvieron a restaurarlo en 1647.
En la foto superior puede observarse lo que comentábamos con anterioridad: el camino hacia Injeongjeon (la sala del trono) tiene una parte central destinada exclusivamente al rey. En esos pequeños bloques de piedra a ambos lados aparecen inscritos los nombres de los oficiales de la época. Por supuesto, el más cercano al palacio corresponde al de rango más alto.
En el corazón del llamado Jardín Secreto se encuentra Buyongji, con este pequeño estanque cuya forma cuadrada representa a la Tierra en la antigua filosofía china (según la guía, la confuciana en concreto), mientras que el espacio central del árbol hace el papel de cielo.
Esta es la "puerta de la eterna juventud". Una vez atravesada, uno ya no puede hacerse viejo. Yo lo hice, así que supongo que estaré siempre en la flor de la vida. ¡Bravo!
Mucho se podría decir de este palacio, pero de nuevo no hay tiempo para más. Así que nos dirigimos a otro lugar de interés turístico que mi amiga visitaba también por primera vez: Bukchon.
Bukchon significa "aldea septentrional", nombre proveniente de su ubicación al norte de Cheonggaecheony Jongno. Seiscientos años de historia contemplan esta zona, con más de 900 casas al estilo tradicional coreano (hanok); toda una mirilla al pasado desde la que imaginar cómo era la vida otrora en el corazón del Seúl actual. Aquí residía la flor y la nata de la sociedad coreana de aquel entonces: oficiales del gobierno, generales y aristócratas. No en vano, Bukchon era el centro político y administrativo de la capital. Entre las residencias más ilustres se encuentran las de las familias Yun Bo-Seon, Baek In-Jae o Baek Hong-Beom. La primera de ellas es la que más importancia histórica tiene, pues es la única mansión aristocrática que se conserva, pero no está abierta al público porque pertenece aún a la familia Yun. Aquí vive con su familia el hijo de Yun Bo-seon, presidente de Corea del Sur entre 1960 y 1962.
En Bukchon encontramos un local de lo más apacible en donde tomar un "té de 5 sabores". Se llama así porque era dulce, salado, amargo, ácido y picante. La verdad es que, debido a mi desmesurada afición por los remansos de paz y quietud, podría haberme quedado aquí un buen par de horas meditando, o más bien sin pensar en nada. Un lugar ideal para reposar.
Tras Insadong y Hongdae le llegó el turno a Myeongdong, la zona comercial por excelencia de Seúl, o al menos la frecuentada por mi amiga Minji.
La Catedral de la Inmaculada Concepción de Myeongdong no tendría mayor importancia si no fuese porque, como occidental, me extrañó ver iglesias por estos lares. Pero lo que me reveló mi otra amiga coreana, Jasmin, me dejó de piedra.
Durante la dinastía Joseon, el cristianismo fue objeto de una dura represión, pero primero por el esfuerzo de los misioneros franceses (cuya persecución fue motivo de la invasión francesa de 1886) y después por la curiosidad académica que despertaban las nuevas corrientes, la popularidad del cristianismo ha ido aumentando exponencialmente hasta alcanzar cotas inauditas. Tanto es así que la iglesia con más fieles del mundo se encuentra precisamente en Seúl: la Iglesia del Evangelio Completo de Yoido agrupa a más de 830.000 feligreses. De hecho, uno de cada 20 habitantes de Seúl es miembro de esta congregación, que recibe a tres mil nuevos fieles mes. Y no es un caso único, ya que cinco de las diez iglesias con más devotos de todo el mundo se encuentran aquí, en Corea del Sur. Increíble pero cierto.
Después de tan terrible impresión, lo mejor será dejar la continuación de nuestro periplo coreano para otra entrada de esta larga serie.
En la foto superior puede observarse lo que comentábamos con anterioridad: el camino hacia Injeongjeon (la sala del trono) tiene una parte central destinada exclusivamente al rey. En esos pequeños bloques de piedra a ambos lados aparecen inscritos los nombres de los oficiales de la época. Por supuesto, el más cercano al palacio corresponde al de rango más alto.
En el corazón del llamado Jardín Secreto se encuentra Buyongji, con este pequeño estanque cuya forma cuadrada representa a la Tierra en la antigua filosofía china (según la guía, la confuciana en concreto), mientras que el espacio central del árbol hace el papel de cielo.
Esta es la "puerta de la eterna juventud". Una vez atravesada, uno ya no puede hacerse viejo. Yo lo hice, así que supongo que estaré siempre en la flor de la vida. ¡Bravo!
Mucho se podría decir de este palacio, pero de nuevo no hay tiempo para más. Así que nos dirigimos a otro lugar de interés turístico que mi amiga visitaba también por primera vez: Bukchon.
Bukchon significa "aldea septentrional", nombre proveniente de su ubicación al norte de Cheonggaecheony Jongno. Seiscientos años de historia contemplan esta zona, con más de 900 casas al estilo tradicional coreano (hanok); toda una mirilla al pasado desde la que imaginar cómo era la vida otrora en el corazón del Seúl actual. Aquí residía la flor y la nata de la sociedad coreana de aquel entonces: oficiales del gobierno, generales y aristócratas. No en vano, Bukchon era el centro político y administrativo de la capital. Entre las residencias más ilustres se encuentran las de las familias Yun Bo-Seon, Baek In-Jae o Baek Hong-Beom. La primera de ellas es la que más importancia histórica tiene, pues es la única mansión aristocrática que se conserva, pero no está abierta al público porque pertenece aún a la familia Yun. Aquí vive con su familia el hijo de Yun Bo-seon, presidente de Corea del Sur entre 1960 y 1962.
En Bukchon encontramos un local de lo más apacible en donde tomar un "té de 5 sabores". Se llama así porque era dulce, salado, amargo, ácido y picante. La verdad es que, debido a mi desmesurada afición por los remansos de paz y quietud, podría haberme quedado aquí un buen par de horas meditando, o más bien sin pensar en nada. Un lugar ideal para reposar.
Tras Insadong y Hongdae le llegó el turno a Myeongdong, la zona comercial por excelencia de Seúl, o al menos la frecuentada por mi amiga Minji.
La Catedral de la Inmaculada Concepción de Myeongdong no tendría mayor importancia si no fuese porque, como occidental, me extrañó ver iglesias por estos lares. Pero lo que me reveló mi otra amiga coreana, Jasmin, me dejó de piedra.
Durante la dinastía Joseon, el cristianismo fue objeto de una dura represión, pero primero por el esfuerzo de los misioneros franceses (cuya persecución fue motivo de la invasión francesa de 1886) y después por la curiosidad académica que despertaban las nuevas corrientes, la popularidad del cristianismo ha ido aumentando exponencialmente hasta alcanzar cotas inauditas. Tanto es así que la iglesia con más fieles del mundo se encuentra precisamente en Seúl: la Iglesia del Evangelio Completo de Yoido agrupa a más de 830.000 feligreses. De hecho, uno de cada 20 habitantes de Seúl es miembro de esta congregación, que recibe a tres mil nuevos fieles mes. Y no es un caso único, ya que cinco de las diez iglesias con más devotos de todo el mundo se encuentran aquí, en Corea del Sur. Increíble pero cierto.
Después de tan terrible impresión, lo mejor será dejar la continuación de nuestro periplo coreano para otra entrada de esta larga serie.
sábado, 1 de agosto de 2009
Visita familiar
Estos últimos días he tratado de mostrar a mis más allegados (padres y hermana) las cosas que merecen la pena aquí en Japón. Mi familia ha estado aquí desde el 19 hasta el 31, y en esos días he tratado de condensar lugares que ver, experiencias que vivir y gastronomía que degustar. Es tan difícil elegir entre los millones de fotos que prefiero limitarme a mencionar brevemente el itinerario seguido y que ellos disfruten del material fotográfico.
Día 19: llegada a Narita con un buen jet lag. El día solo dio para visitar la Torre de Tokio y comer en un kaiten sushi, es decir, un restaurante en el que el sushi va girando por una cinta, aunque llegamos a una hora tan intempestiva que había que pedir "manualmente".
Día 20: Al día siguiente visitamos los jardines nacionales (anteriormente jardines imperiales) de Shinjuku Gyoen (probando el té verde original en la casa de té), comimos todo tipo de productos ballenáceos con Chika y Masako, comprobamos in situ el famoso cruce de Shibuya (transitado por una media de 5 millones de personas al día), visitamos el santuario Meiji, el parque de Yoyogi, la famosa calle Takeshita en Harajuku y terminamos el día con una vista nocturna de Tokio desde la torre Mori de Roppongi Hills. Cenamos en un Za-Watami (una típica taberna o izakaya japonesa)
Día 21-24: siguiendo unas instrucciones básicas, la familia emprendió la aventura por el centro y el sur de Japón. Se desplazaron a Hiroshima y sufrieron las consecuencias de un tifón, visitaron Miyajima, nombre popular de Itsukushima, una de las tres vistas de Japón. Al igual que el menda, pudieron disfrutar de la belleza del castillo de Himeji y la grandiosidad del buda del Todaiji, en Nara: la estatua de Buda más grande de Japón.
Día 25: tocó levantarse temprano para ir a la lonja de Tsukiji, el mercado de pescado más grande del mundo. Una vez terminada la subasta, nos paseamos por los alrededores, hicimos migas con un estadounidense y visitamos el barrio de Ginza, lujo puro de Tokio, donde el precio del metro cuadrado se cifra en 32 milloncejos. Comimos shabu-shabu (carne hervida). Visitamos el centro comercial Mitsukoshi y nos volvimos al hotel (yo a mi casita) para descansar. No teníamos mucho tiempo antes de los fuegos artificiales del río Sumida.
Día 26-28: partimos para Kioto, en donde visitamos el Pabellón Dorado, el Ídem Plateado, el Kyomizudera, el Palacio Imperial, el jardín zen de Ryoanji y el Sanjusangendo, con sus mil estatuas de Guan Yin (Kannon en japonés), la diosa/bodhisattva de la misericordia. El primer intento de kawadoko (la cena al lado del río) fue un sonoro fracaso debido a la lluvia (en lo que a la intención inicial respecta, porque la cena fue excelente). Sin embargo, el segundo hotel de la estancia fue una agradable sorpresa, y pudimos cenar al lado del río, así como disfrutar de la presencia de tres geiko. Dicho sea de paso, maiko o geiko son dos términos para designar a la aprendiz de geisha. La diferencia estriba en que geiko es el término originario de Kioto, la ciudad con más tradición actualmente en lo que al arte de las geishas se refiere. Después de investigar, pude averiguar lo que decían cuando se iban: "ookini!" (大きに). Significa 'Muchas gracias' y es una palabra muy formal. Gracias al hotel pude mostrarles cosas que Japón tiene que ofrecer, como estar en un rotenburo (baño al aire libre) en medio de un bosque y ver pasar un hurón por la noche, como Pedro por su casa.
Día 29: Vimos la zona de Asakusa, comimos en un restaurante de tempura famoso, frecuentado por locales, visitamos brevemente Shimokitazawa (ya no quedaba mucho por mostrar de Tokio, aunque siempre habrá algo) y volvimos a Shibuya para otro paseo y ver cómo nuestro padre se desmelenaba (nunca peor dicho) en el karaoke.
Día 30: Aún teníamos algo interesante que ver cerca de Tokio: Nikko. El día 29 en realidad debíamos reservarlo para Kamakura, la otra visita que merece la pena cerca de Tokio. Pero el tute habría sido colosal. El Toshogu y la puerta Yamaimon de Nikko fueron otro de los lugares favoritos de la familia en este viaje.
Espero que os haya gustado el viaje y hayáis podido disfrutar de lo que este país tiene que ofrecer. Ha habido que luchar contra algunos prejuicios típicos ("¿karaoke? ¡venga ya! / ¿comida picante coreana? ¡paso!"), pero creo que al final habéis aprendido bastante. Estar por aquí, y con aquí me refiero no solo a Japón, sino a Asia, es una experiencia apasionante en donde se aprende cada día. Eso es lo que busco y lo que me motiva a seguir por aquí hasta que deje de ser novedoso. Entonces llegará el momento de volver a aprender en otro sitio. Siempre seré un eterno ignorante, pero siempre tendré curiosidad por lo desconocido. ¿Ha sido una experiencia enriquecedora? Yo diría que ha merecido la pena. ¡Hasta pronto!
VHF / THF
Día 19: llegada a Narita con un buen jet lag. El día solo dio para visitar la Torre de Tokio y comer en un kaiten sushi, es decir, un restaurante en el que el sushi va girando por una cinta, aunque llegamos a una hora tan intempestiva que había que pedir "manualmente".
Día 20: Al día siguiente visitamos los jardines nacionales (anteriormente jardines imperiales) de Shinjuku Gyoen (probando el té verde original en la casa de té), comimos todo tipo de productos ballenáceos con Chika y Masako, comprobamos in situ el famoso cruce de Shibuya (transitado por una media de 5 millones de personas al día), visitamos el santuario Meiji, el parque de Yoyogi, la famosa calle Takeshita en Harajuku y terminamos el día con una vista nocturna de Tokio desde la torre Mori de Roppongi Hills. Cenamos en un Za-Watami (una típica taberna o izakaya japonesa)
Día 21-24: siguiendo unas instrucciones básicas, la familia emprendió la aventura por el centro y el sur de Japón. Se desplazaron a Hiroshima y sufrieron las consecuencias de un tifón, visitaron Miyajima, nombre popular de Itsukushima, una de las tres vistas de Japón. Al igual que el menda, pudieron disfrutar de la belleza del castillo de Himeji y la grandiosidad del buda del Todaiji, en Nara: la estatua de Buda más grande de Japón.
Día 25: tocó levantarse temprano para ir a la lonja de Tsukiji, el mercado de pescado más grande del mundo. Una vez terminada la subasta, nos paseamos por los alrededores, hicimos migas con un estadounidense y visitamos el barrio de Ginza, lujo puro de Tokio, donde el precio del metro cuadrado se cifra en 32 milloncejos. Comimos shabu-shabu (carne hervida). Visitamos el centro comercial Mitsukoshi y nos volvimos al hotel (yo a mi casita) para descansar. No teníamos mucho tiempo antes de los fuegos artificiales del río Sumida.
Día 26-28: partimos para Kioto, en donde visitamos el Pabellón Dorado, el Ídem Plateado, el Kyomizudera, el Palacio Imperial, el jardín zen de Ryoanji y el Sanjusangendo, con sus mil estatuas de Guan Yin (Kannon en japonés), la diosa/bodhisattva de la misericordia. El primer intento de kawadoko (la cena al lado del río) fue un sonoro fracaso debido a la lluvia (en lo que a la intención inicial respecta, porque la cena fue excelente). Sin embargo, el segundo hotel de la estancia fue una agradable sorpresa, y pudimos cenar al lado del río, así como disfrutar de la presencia de tres geiko. Dicho sea de paso, maiko o geiko son dos términos para designar a la aprendiz de geisha. La diferencia estriba en que geiko es el término originario de Kioto, la ciudad con más tradición actualmente en lo que al arte de las geishas se refiere. Después de investigar, pude averiguar lo que decían cuando se iban: "ookini!" (大きに). Significa 'Muchas gracias' y es una palabra muy formal. Gracias al hotel pude mostrarles cosas que Japón tiene que ofrecer, como estar en un rotenburo (baño al aire libre) en medio de un bosque y ver pasar un hurón por la noche, como Pedro por su casa.
Día 29: Vimos la zona de Asakusa, comimos en un restaurante de tempura famoso, frecuentado por locales, visitamos brevemente Shimokitazawa (ya no quedaba mucho por mostrar de Tokio, aunque siempre habrá algo) y volvimos a Shibuya para otro paseo y ver cómo nuestro padre se desmelenaba (nunca peor dicho) en el karaoke.
Día 30: Aún teníamos algo interesante que ver cerca de Tokio: Nikko. El día 29 en realidad debíamos reservarlo para Kamakura, la otra visita que merece la pena cerca de Tokio. Pero el tute habría sido colosal. El Toshogu y la puerta Yamaimon de Nikko fueron otro de los lugares favoritos de la familia en este viaje.
Espero que os haya gustado el viaje y hayáis podido disfrutar de lo que este país tiene que ofrecer. Ha habido que luchar contra algunos prejuicios típicos ("¿karaoke? ¡venga ya! / ¿comida picante coreana? ¡paso!"), pero creo que al final habéis aprendido bastante. Estar por aquí, y con aquí me refiero no solo a Japón, sino a Asia, es una experiencia apasionante en donde se aprende cada día. Eso es lo que busco y lo que me motiva a seguir por aquí hasta que deje de ser novedoso. Entonces llegará el momento de volver a aprender en otro sitio. Siempre seré un eterno ignorante, pero siempre tendré curiosidad por lo desconocido. ¿Ha sido una experiencia enriquecedora? Yo diría que ha merecido la pena. ¡Hasta pronto!
VHF / THF
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